A primera vista, es fácil incluir al Banco de México (Banxico) en el bando de los bancos centrales “hawkish” (tendientes a elevar sus tasas) de los países en desarrollo que actúan con rapidez para controlar la inflación. Al fin y al cabo es casi seguro que la entidad suba el jueves su tasa de interés de referencia por segunda vez en solo dos meses.
Pero si se mira más de cerca, el panorama es diferente: los tecnócratas conservadores, partidarios de la estabilidad a toda costa, que durante mucho tiempo han llevado las riendas de Banxico, se ven obligados a compartir el poder y a forjar un consenso con un grupo de economistas nombrados por el presidente del país. Se considera que los nuevos miembros son más tolerantes con la inflación en su intento por estimular el crecimiento.
El nuevo gobernador que asumirá el cargo en enero, el exsecretario de Hacienda Arturo Herrera —un antiguo aliado de Andrés Manuel López Obrador— dejó entrever su inclinación “dovish” (tasas bajas) en dos ocasiones el mes pasado, a pesar de que la inflación anual se encuentra en torno al 6 por ciento, el doble del objetivo del banco (3 por ciento, más/menos un punto porcentual).
Se uniría a otros dos miembros “dovish” de la Junta de Gobierno integrada por cinco personas que no estuvieron de acuerdo con el aumento de tasa en junio, una decisión dividida que tomó a los analistas por sorpresa.
“Estamos corriendo el riesgo de que México esté entrando en un nuevo régimen, un nuevo entorno en el que la inflación es más elevada”, dijo Manuel Sánchez, miembro de la Junta de Gobierno del banco central entre 2009 y 2016 conocido por su postura “hawkish”. Algunos responsables de la política monetaria tienen “una aparente disposición al recorte, un sesgo a bajar siempre las tasas”.
El cambio no ha pasado desapercibido en el mercado de bonos. Los inversionistas apuestan a que Banxico permitirá que la inflación se sitúe más de un punto porcentual por encima de su meta anual del 3 por ciento durante los próximos cinco años.
Y piden cada vez más al Gobierno que les venda bonos que los protejan contra el aumento de los precios. En su opinión, el ciclo de alza de la tasa clave iniciado a fines de junio —un cambio de rumbo con respecto a un recorte efectuado solo cuatro meses antes— resultará ser demasiado poco y demasiado tarde.
Se trata de un cambio radical para una institución venerada durante mucho tiempo como una de las autoridades monetarias más cautelosas de los países en desarrollo, dominada por economistas con una visión “hawkish” del mundo creada por las crisis bancarias y monetarias de los años ochenta y noventa.
Pero está en línea con la promesa de López Obrador de buscar un gobernador “con dimensión social” cuando decidió no renovar a Alejandro Díaz de León para un segundo mandato al frente de Banxico.
“El cambio que estamos viendo es una junta que pone un poco más de peso en el crecimiento que simplemente en la inflación y las condiciones financieras globales”, dijo Gabriel Tenorio, estratega de Bank of America Corp. en Nueva York.
México es parte de una tendencia más amplia que se extiende sobre todo en el mundo desarrollado, donde los encargados de las políticas monetarias han estado reduciendo las tasas de interés al tiempo que adoptan posturas más “dovish” y favorables al crecimiento en medio de la pandemia del COVID-19.
En todo el mundo, la asombrosa cifra de 12 billones de dólares en deuda pública tiene rendimientos nominales negativos. Y en Estados Unidos, donde las tasas de interés están cerca de cero y la Reserva Federal está comprando 120,000 millones de dólares en bonos al mes, los rendimientos alcanzaron un mínimo histórico el mes pasado después de contabilizar la inflación.
Sin embargo, las cosas son más complicadas en los mercados emergentes, donde los inversionistas han castigado a países que creen que han ido demasiado lejos en cuanto a la tolerancia de la inflación.
El presidente del banco central de Turquía, Sahap Kavcioglu, ha mantenido la tasa de interés sin cambios en 19 por ciento desde que fue nombrado en marzo. En Brasil, los responsables de política monetaria elevaron las tasas de interés en un punto porcentual este mes y dieron señales de otro aumento de la misma magnitud para el próximo mes.
México ha estado adoptando un enfoque más lento en materia de endurecimiento. Después de un alza de un cuarto de punto en junio, es probable que el banco central aumente los costos de endeudamiento a 4.5 por ciento el jueves. Economistas encuestados por Citibanamex esperan que la tasa de referencia cierre el año en 5 por ciento, por debajo de la inflación.
Los propios funcionarios del banco central estiman que una tasa neutral sería de entre 1.8 por ciento y 3.4 por ciento después de descontar la inflación, es decir, al menos el 7.6 por ciento si se toma en cuenta el ritmo actual de los aumentos de precios. Tenorio considera que la tasa neutral debería ubicarse en la parte inferior de ese rango.
Los defensores de una postura “hawkish” afirman que México puede soportar una inflación ligeramente más alta si estimula el crecimiento económico, en particular del tipo que ayudaría a los trabajadores peor pagados a subir de nivel. Argumentan que, si bien la postura más conservadora del banco ha ayudado a apuntalar la moneda y limitar el aumento de los precios, también ha exacerbado la desigualdad y la pobreza.
En una entrevista con Bloomberg Television el mes pasado, Arturo Herrera dijo que el reciente aumento de los precios al consumidor en México parecía estar relacionado con factores temporales. El propio López Obrador ha oscilado entre querer tasas más bajas para impulsar el crecimiento y presionar para controlar la inflación.
La oficina de prensa del banco central declinó hacer comentarios.
Divisiones en la Junta de Gobierno
El banco central no ha abandonado por completo sus raíces “hawkish”. Después de todo, en junio subió su tasa, y los mercados de swaps descuentan aumentos por un total de casi 100 puntos básicos de aquí a fin de año.
El primer miembro de la junta designado por López Obrador, Jonathan Heath, sorprendió a los observadores de Banxico al respaldar el alza de junio después de haber mostrado posturas de política monetaria más flexibles durante sus primeros dos años en el cargo. El cambio de Heath dejó a los otros dos miembros propuestos por AMLO, Gerardo Esquivel y Galia Borja, en minoría divergente, con Esquivel criticando duramente el aumento.
Los inversionistas buscan protección. Desde fines de marzo, los bonos ligados a la inflación de México, conocidos como udibonos, han superado en más de 3 puntos porcentuales a los instrumentos de tasa fija. A medida que aumente la demanda, los funcionarios elevarán el porcentaje de bonos ligados a la inflación al 20 por ciento de las ofertas locales este trimestre, desde el 12 por ciento en los tres meses anteriores.
“El mercado sigue viendo a Banxico como un subidor reticente”, dijo Patrick Esteruelas, jefe de investigación de mercados emergentes de EMSO Asset Management en Nueva York.
Por ahora, todos los ojos están puestos en Herrera en busca de nuevos indicios de lo que está por venir para el banco central a medida que la economía emerge de la peor contracción en casi un siglo. Su llegada podría inclinar a Banxico hacia un enfoque más “dovish” al alinearse con Esquivel y Borja.
“Hay un gran juez ahí fuera, que son los mercados financieros”, señaló Alonso Cervera, economista jefe para América Latina de Credit Suisse Group AG. “Si los mercados perciben que el banco central está siendo demasiado ‘dovish’ cuando no debería serlo, castigarán al peso y castigarán las tasas y la curva de rendimiento cambiará”.