Los primeros humanos llegaron a América mucho antes de lo que se pensaba. Esas personas poblaron el continente americano hace entre 19 mil y 26 mil 500 años, durante el Último Máximo Glacial, de acuerdo con la datación de muestras realizada por especialistas del Instituto de Física (IF) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La teoría establecida anteriormente se calculaba que el acontecimiento ocurrió hace 13 mil años desde Asia vía Beringia, por grupos que en Norteamérica desarrollaron una tradición material conocida como cultura Clovis, considerada la cultura indígena más antigua del continente americano, caracterizada por sus puntas de lanza de forma acanalada.
Un estudio publicado en 2020 en la revista Nature y realizado en la cueva del Chiquihuite, en Zacatecas, estuvo encabezado por el arqueólogo Ciprian Ardelean, de la Universidad Autónoma de esa entidad, quien tras 10 años de exploraciones, junto con colegas y estudiantes, encontraron más de mil 900 herramientas de piedra caliza y basaltos (entre ellas cuchillas y puntas de lanzas), así como algunos huesos de animales y restos de plantas.
Estas muestras se enviaron al Laboratorio Nacional de Espectrometría de Masas (LEMA) del IF de la UNAM; y a los laboratorios Oxford Radiocarbon Accelerator Unit (ORAU), en el Reino Unido; International Chemical Analysis (ICA), Beta Analytic y PaleoResearch Institute (PRI), los tres en Estados Unidos, para un análisis de datación por radiocarbono, a fin de tener mayor confiabilidad en los resultados.
El LEMA es el primer laboratorio en Latinoamérica en el que, además de realizar investigación en física nuclear, se lleva a cabo datación por radiocarbono y se determinan concentraciones de otros radioisótopos como el berilio 10 o el aluminio 26.
“Datamos varias muestras de hueso y de materia orgánica en sedimento, así como muestras de carbón, materiales que estaban cerca de los materiales de piedra que se encontraron en la cueva”, afirmó Corina Solís Rosales, investigadora del LEMA.
La académica y sus colaboradores fueron los responsables de datar algunas de las muestras a través de la técnica de radiocarbono -isótopo radioactivo del carbono- para que luego pudieran ser comparadas con los resultados de los otros laboratorios e incorporadas en la secuencia estratigráfica del sitio.
La física explicó que cuando se recibe material en el LEMA se sigue el procedimiento de registro, limpieza física, lavado con agua y ultrasonido para eliminar la suciedad y posteriormente limpieza química para obtener el material que contenga el carbono original de la muestra.
“En el caso de los huesos se hace un tratamiento más de extracción de colágeno, la molécula más íntima del hueso que conserva el carbón original”, precisó.
Las muestras limpias se secan por medio de liofilización. El carbón se convierte en grafito y la muestra se quema en un analizador elemental que está acoplado a un grafitizador automatizado. “Esta combustión produce varios gases, uno es dióxido de carbono que se transfiere al grafitizador y ahí el carbono se extrae separado del oxígeno.
“Ya convertido en grafito, el material se mezcla con polvo de hierro y se obtiene una especie de lenteja con un miligramo de carbono y cinco miligramos de hierro”. Esa mezcla se prensa en un cátodo especial de aluminio, se hace una pastilla y es la que se lleva al acelerador, indicó.
La datación por radiocarbono, metodología desarrollada en la década de los 50, es más conocida para determinar la edad de materiales orgánicos de hasta 50 mil años.
Los organismos vivos mantienen un contenido de radiocarbono aproximadamente constante, pero al morir empieza a decaer a una velocidad determinada por la ley de decaimiento radiactivo con una vida media de cinco mil 730 años.
“Para determinar el radiocarbono remanente en las muestras orgánicas recuperadas de la cueva, y a partir de éste determinar su edad, se utilizó la Espectrometría de Masas con Aceleradores (AMS, por sus siglas en inglés). Esta técnica, desarrollada desde la década de los 70, es actualmente la más precisa y rápida para detectar radiocarbono en muestras tan pequeñas como una sola semilla”, detalló Solís Rosales.
La aportación del LEMA al estudio consistió en nueve dataciones válidas de siete muestras de carbón y una de sedimento. También se dataron dos huesos y tres muestras de carbón cuyos resultados fueron descartados.
Las fechas obtenidas por radiocarbono fueron incorporadas a un modelo Bayesiano, con el que se busca que las cronologías tengan mayor precisión.
“En un modelo Bayesiano se combinan las fechas de radiocarbono obtenidas, las edades calendario (recopiladas mediante curvas de calibración que toman en cuenta las variaciones temporales del radiocarbono en la atmósfera) y la información arqueológica (como la estratigrafía), para generar una distribución de probabilidad de las fechas”, abundó.
Con este modelo, el grupo de investigación encontró que el inicio de la secuencia de ocupación se ubica entre 33 mil 150 y 31 mil 405 años (un periodo anterior al Último Máximo Glacial), mientras que para el final de la secuencia de ocupación arroja un periodo con una antigüedad de 20 mil 090 a 17 mil 830 años.
Lo anterior confirmaría que la presencia de los primeros seres humanos habría ocurrido mucho antes de lo que se sabía y representa el inicio de nuevas exploraciones en busca de más evidencias de ocupación humana durante esa época, en otros sitios de México y América del Norte.