El encuentro de la lava del volcán La Palma con el mar no solo genera grandes columnas de humo, sino que la interacción de ambas masas con una diferencia significativa en sus temperaturas altera la naturaleza.
De las primeras cosas que se pueden observar es la vitrificación de la parte exterior de la lava, que sucede cuando el magma (a más de 800 grados) se junta con el mar (a 24 grados aproximadamente) y se fragmenta de una forma violenta y repentina. Pero contrario a lo que se pensaba, no explosiona sino que implosiona.
Este proceso es tan rápido, que la roca líquida llega a solidificarse sin que se cristalice, pero sí se vitrifica.
La composición química de la lava no cambia cuando está bajo el agua, lo que cambia es su naturaleza. Al analizar la lava de La Palma se puede encontrar que al menos el 50 por ciento es vidrio volcánico, un material sólido, pero sin estructura que se parece a la obsidiana, aunque sin tanto brillo.
“Se produce un ruido ensordecedor, como de millones de cristales rotos”, comentó a El País el catedrático de petrología de la Universidad de Barcelona, Domingo Gimeno.
“Lo que sucede es que, al llegar, el mar enfría de golpe la colada, que se fragmenta. Deja de ser un todo solidario y se expande acumulando brechas de vidrio”, añadió.
Mientras que el catedrático José Mangas, del Instituto de Oceanografía y Cambio Global de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, mencionó al diario que “haría falta un robot submarino para observar cómo avanza la lava y se adaptará a la topografía del fondo”.
“Unos minerales se formarán en poco tiempo… días, meses y años como arcillas, ceolitas, óxidos… Y en miles de años otros como feldespatos y cuarzo de baja temperatura, epidotas (…)”, dijo.