El catedrático de Ingeniería Aeroespacial de la Universitat Politècnica de València (UPV) en España, Sergio Hoyas advirtió de que las turbulencias o tormentas se están agravando, sobre todo en el Atlántico norte, debido al cambio climático.
Hoyas, miembro de un equipo internacional que desarrolló una nueva técnica que permite estudiar la turbulencia de una forma diferente, explicó a EFE cómo se produce un fenómeno como el que sacudió el avión de la aerolínea Singapur Airlines que volaba este martes 21 de mayo de Londres a Singapur.
El avión fue sacudido por “fuertes turbulencias”, según la compañía y las autoridades tailandesas, y un británico de 73 años perdió la vida -pudo fallecer por un ataque cardíaco, según el director de la compañía- y 30 personas resultaron heridas, entre ellas siete en estado crítico.
Cuando un avión vuela a esa altura, el aire está muy estratificado y en calma, y cuando la aeronave lo perturba, normalmente no pasa nada, pero si ese aire está “muy desordenado” las alas empiezan a moverse de forma distinta y se altera la sustentación.
El experto aseguró que en circunstancias de este tipo el avión “nunca se va a ver en peligro grave, no se va a caer, no se va a romper, como en las películas”, pero los pasajeros pueden sufrir daños por golpes, como si saltaran entre 2 y 3 metros de altura en caso de no llevar puesto el cinturón, o lesiones por caída de maletas.
Con el cambio climático, se va ampliando el número de grandes tormentas inesperadas o grandes corrientes, e incluso hay estudios del científico británico Paul Williams que apuntan a que van a aumentar en un 50 por ciento los grandes problemas de turbulencias y la gravedad de los accidentes dentro del avión en los próximos años, aunque por estas circunstancias “nunca va a tener problemas de estabilidad graves”, según citó el catedrático.
“La integridad del avión nunca se va a ver en peligro, no se va a caer, el problema es si no llevas el cinturón de seguridad, te golpeas contra el techo”, señaló el catedrático.
Hoyas aconsejó llevar puesto el cinturón de seguridad durante todo el vuelo en los trayectos en el Atlántico norte, una zona con más afección por los cambios en la corriente del Golfo y el chorro polar.