La liga rebelde de futbol de Europa, conocida como Superliga, se derrumbó solo 48 horas después de que una docena de equipos de élite del continente desencadenaran una serie de protestas de autoridades, políticos y fanáticos del deporte con su controvertido plan.
A última hora, los seis clubes ingleses involucrados se retiraron del proyecto, con el Manchester United diciendo que había “escuchado atentamente la reacción de nuestros fanáticos, el Gobierno del Reino Unido y otras partes interesadas clave”.
El Manchester City fue el primero en irse, al tiempo que una persona familiarizada con el asunto dijo que el Chelsea se retiraría en medio de una protesta de los fanáticos en su estadio de Londres. Le siguieron Arsenal, Tottenham Hotspur y Liverpool.
La salida de la mitad de los equipos prácticamente hundió el plan de la Superliga, la cual iba a ser dirigida por el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, tras una avalancha de oposición dentro y fuera del mundo del futbol. En un intento por salvar su propuesta, ejecutivos detrás está manteniendo algunas conversaciones de crisis, según dos personas familiarizadas con las discusiones.
La escapada planificada inició una batalla con el organismo rector de la UEFA y las ligas nacionales, provocando intervenciones de líderes, incluido el primer ministro británico, Boris Johnson. Si bien aparentemente se trata de un plan para restarle notoriedad a la competencia más prestigiosa de Europa, la Liga de Campeones, la lucha también se trata de controlar un deporte cuyas finanzas han sido golpeadas por la pandemia, sin olvidar que los clubes más grandes quieren más dinero.
Inicialmente, seis equipos de Inglaterra, tres de Italia y tres de España participaron en la propuesta de una nueva liga a partir de agosto. Todos poseen una amplia base de fanáticos, pero también deudas significativas y buscan sacarle provecho a los derechos de transmisión y apuntalar los ingresos después de un año jugando en estadios vacíos.
La UEFA calificó la nueva liga de “cínica” y está impulsando planes para una versión renovada de la Liga de Campeones. El lunes, la organización estaba explorando una propuesta de financiamiento por 6 mil millones de euros de un administrador de activos con sede en el Reino Unido para financiarla y responder a la Superliga.
Sin embargo, la ira expandida podría ser la que empujó a algunos clubes a repensarlo. El capitán del Liverpool, Jordan Henderson, dijo en Twitter que “no nos gusta y no queremos que suceda”. También hubo una revuelta entre jugadores de alto perfil y entrenadores de otros clubes.
En Chelsea, que es propiedad del oligarca ruso Roman Abramovich, cientos de fanáticos se reunieron en un juego el martes por la noche para protestar, coreando “queremos nuestro Chelsea de vuelta”. El partido se retrasó 15 minutos debido a que el autobús del equipo no podía pasar a los manifestantes.
Mientras tanto, en el Manchester United, el club anunció que su vicepresidente, Ed Woodward, renunciaría. Woodward, un pararrayos para el descontento de los fanáticos con el club en los últimos años, fue un defensor clave de la Superliga. La declaración fue seguida por un comunicado diciendo que el club se había retirado.