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¿Por qué el ‘Rudo’ Rivera era aficionado del Atlante?

Desde pequeño, la pasión por el futbol y por los ‘Potros de Hierro’ lo acompañaron con el pasar de los años.

Esteban Arce, Antonio de Valdés y Arturo Rivera en el estadio de futbol. (Foto: Twitter @estarc62)

La noche de este miércoles 9 de febrero el periodismo deportivo perdió a una de sus grandes glorias: Arturo Rudo Rivera, quien a la edad de 67 años falleció en un Hospital de la Ciudad de México, tras complicaciones en su estado de salud.

El apodado Rudo fue un personaje icónico dentro de las pantallas aztecas y en general en el deporte, pues su pasión por la carrera de periodista deportivo lo llevó a conocer y ser la ‘voz’ de la lucha libre mexicana y, también, del Atlante.

Este último, equipo de futbol de la Liga Expansión MX, fue uno de sus más grandes ‘romances’ en la vida, pues la pasión por los colores azulgranas lo llevaron a ser identificado por la afición y seguidores del club como una leyenda.

¿Cómo surgió el cariño por el Atlante?

Muchos aficionados al deporte aseguran que le van a un equipo por herencia de sus padres o algún familia, pero para Arturo Rivera el cariño y amor hacia los Potros de Hierro surgió desde muy pequeño, ya que con frecuencia iba al estadio a alentarlos.

El Rudo es uno de los aficionados más fieles a su escuadra, pues en cada oportunidad reconoció que su corazón ya tiene tatuado el escudo del Atlante, además de que en los diversos programas donde aparecía en Televisa, su casa durante más de cuatro décadas, mostraba su cariño por dicho equipo.

Esteban Arce, Antonio de Valdés y Heriberto Murrieta son algunos de los periodistas mexicanos que llevan puesta muy bien la playera de los Potros; tanto así que en la final entre Atlante y Tampico Madero, donde los blaugranas se quedaron con la corona tras resultado favorable 3-0, asistieron a un palco invitados por la Directiva.

Tal encuentro, fechado con día 18 de febrero de 2021, Rudo Rivera y sus amigos vieron alzar el título de la Liga Expansión dentro del estadio, día que quedará marcado como el último gran recuerdo entre Arturo y su Atlante.

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