Los Grandes Premios de la Gran Bretaña se han celebrado en 72 ocasiones a partir de 1950.
Cinco de ellos en Aintree (Merseyside) en los años de 1955, 1957, 1959, 1961 y 1962. Doce se han jugado en Brands Hatch (Fawkham, Kent) en 1964, 1966, 1968, 1970, 1972, 1974, 1976, 1978, 1980, 1982, 1984 y 1986.
El resto, que son 55, en Silverstone.
Justamente sobre esta sede, es que hay puntos de vista bien interesantes que compartir, porque a pesar de la importancia que puedan tener Monza o Spa: la pista de Northamptonshire es considerada por los conocedores como el gran santuario de la velocidad.
En sí, porque aquí fue que se celebró la carrera prístina de la Fórmula 1 en aquel año a mitad del siglo pasado; también, debido a las velocidades que permite; luego, por ser de las llamadas una de las de “la vieja escuela” entre otras de las variables que la han convertido en influyente.
Y desde luego, porque es donde está asentado el Royal Automobile Club –RAC– que en 1948 realizó en este circuito la carrera llamada “RAC International Grand Prix” que es nada más y nada menos, el antecedente directo de lo que iba a ser el pistoletazo de salida para la fórmula más pretenciosa, que impuso el arte de jugar a las carreras de autos.
En efecto, el sábado 13 de mayo de 1950, se dio marcha a la prueba inaugural de una serie que quiso ser planetaria desde entonces y que, con 26 pilotos sobre una cantidad inimaginable de equipos y de coches: dio la largada con una parrilla que dejó ver en los cuatro primeros lugares a las naves de Alfa Romeo, que eran las estrellas en aquel curso, por entonces.
Los Alfa, fueron conducidos por: los italianos Giuseppe “Nino” Farina y Luigi Fagioli; el volante argentino Juan Manuel Fangio, así como el británico Reg Parnell, quien pilotaba de manera regular, desde 1930.
Ganó “Nino” después de recorrer los 70 giros pactados, consumiendo un tiempo de dos horas con 23.6 minutos, a una velocidad promedio de: 146.378 Kilómetros por hora.
Farina se llevó los nueve puntos de premio y de ribete: su paso al libro de oro de esta disciplina, ya que él fue el primer monarca de la historia de la F1.
No se eludirá mencionar las marcas de carros que largaron –aquella vez– además de los Alfa Romeo, porque han sido: los Maserati también de Italia, los ERA ingleses y los franceses de Talbot.
Que según cada organización, disponían de gomas Pirelli, Dunlop o Englebert.
LISTA LA INVENCIÓN
No obstante, el personaje estelar debe de ser Silverstone. Por lo mismo, vale la pena leer la disquisición que viene enseguida:
Cándida narrativa que da comienzo con la Segunda Guerra Mundial. Ese conflicto armado que llegó a un arreglo de paz, cinco años antes de que empezara la Fórmula suprema.
Como un antecedente fidedigno para redondear la verosimilitud de lo aquí dicho, se puede confirmar que por 1943, la Unidad de Entrenamiento Operativo de la RAF (Real Fuerza Aérea) que acantonaba en SilvesStone, adiestraba en este recinto a sus pilotos para aventarlos –volando– contra Hitler y su palomilla de barbajanes.
Se trataba de aviones caza y de torpederos de dos motores Vickers Wellington, que eran naves muy grandes, para los otros aeródromos anteriores.
Por ello, a Silverstone la dotaron de tres pistas (acomodadas en triángulo) que se seleccionaban para mayor efectividad, según soplaran los vientos.
Era el bastión que le daba a Inglaterra, tal vez no más fuerza instalada, pero sí mayor velocidad de acción, ayudada por los primeros radares de gran espectro.
Desde luego, que asimismo influyó en mucho, la producción masiva del avión-caza británico SuperMarine SpitFire, que era más maniobrable que el Messerschmitt Bf-109 del enemigo.
Años después de “La Batalla de Inglaterra” (una serie de choques todos por aire, magníficos, que a la postre acabaron siendo letales contra la LuftWaffe germánica) las pistas de Silverstone, dejaron de usarse.
UN MUNDO NUEVO
Deben de entenderse las secuelas del conflicto, que consistieron, en tener que restaurar la mitad de las grandes ciudades europeas. Pasar al mejor lugar en los recuerdos a tantos seres humanos muertos para enseguida, buscar qué hacer con todo lo aprendido, en términos de la ciencia y la tecnología.
Al mismo tiempo, despertar a la nueva economía en búsqueda de un planeta que se volvía a descubrir, y que sin embargo había que alimentarlo así como darle viabilidad. Mientras los países guerreros se curaban las heridas.
Era cosa de una reinvención ecuménica.
Muchas actividades agarraron un aire espléndido, los Estados Unidos de América daban la muestra inocente de cómo era que se debía de encarar un modo vital hasta antes desconocido.
Idear, trabajar y gozar de lo obtenido de manera imprevista.
Todo pasó.
Cambiaron los hábitos y en la superficie de la conducta diaria, se empezó a cantar y a bailar de otro modo. El ritmo empezó desde entonces a ser diferente. Mucho más movido.
Los ratos de desasosiego (y del entretenimiento) de igual suerte, renacieron: por ejemplo en los deportes.
Las competiciones sobre autos veloces no fueron la excepción.
RACIN
Inglaterra quería ser la punta de lanza, porque mal que bien eran los principales artífices de la victoria en la Gran Guerra y hasta donde fue posible, debían de ser, como un imperio que se precie: quienes fueran la vanguardia del porvenir.
No sólo en el campo, la industria y la economía: también en el juego.
Se cuenta que por ahí, no tan lejos de Londres, hubo un tipo que se llamó Maurice Geohegan quien vivía, casualmente, en Silverstone y había comprado poco antes, un auto deportivo Frazer- Nash.
La comezón era furiosa, porque lo quería hacer desbocar a todo lo que daba.
Muchos hombres como él se habían educado para la aventura con un tono de temeridad, tomando riesgos, que ya no eran como hasta hace poco, con las bayonetas o los fusiles: pero sí, quizás, con los juguetes.
Obvio, los caminos vecinales y las carreteras incipientes no le permitían eso que a él se le antojaba tanto: acelerar a lo bestia con su auto.
Y por ello en sus fantasías, dio con un aeródromo cercano y abandonado: cuyas pistas que se habían hecho a toda ley para los bombarderos que ya no podían despegar y tomar tierra en campos de césped o de grava, se le aparecía como por ensueño.
Ahí estaban esas vías asfaltadas con toda la barba, en serio, fantásticas. Como hechas en particular para él.
Se metió sin pedir permiso a nadie y comprobó que eran idóneas para pisarle fuerte a su “deportivo”. Luego de unos giros de prueba, que lo encantaron, reveló el secreto a sus amigos.
En septiembre de 1947 se arregló todo como se pudo, para que una docena de pilotos intrépidos le dieran muy fuerte con sus bólidos, en aquello que se llamó el “Mutton Grand Prix” al mejor estilo francés.
A Geoshegan no le fue nada bien. Se llevó de corbata a una oveja y casi acabó con su carro; pero él salió ileso, sin tener que dar detalles del pobre cuadrúpedo sacrificado.
Por Mutton, se entiende de los platillos cuya esencia es la carne de cordero (Lamb and Mutton, de la gastronomía que proviene del sur de Asia o del Caribe).
NACE LA QUIMERA
Las coincidencias se fueron alineando luego de las andanzas de Maurice G., lo cual posibilitó para que el RAC buscara la manera de que el gobierno británico les cediera –en alquiler– el aeropuerto militar y así, organizar una justa previa, el 2 de octubre de 1948.
Ellos, ya sabían de todos los pormenores del absurdo “Mutton GP”.
Hicieron lo que de alguna manera era más fácil y fue como se pudo llevar a cabo la justa que ganó Villoresi con su Maserati. Era ese famoso “GP del RAC Internacional”.
Aprovecharon de maravilla todo el ancho de las pistas aéreas y con pacas de paja, limitaban las curvas artificiales.
El club británico había encontrado su mejor sede. Tanto, que llegó –juvenil– hasta ahora, y sigue siendo admirada.
Después, el circuito se fue modificando hasta llegar a 1950, para empezar la nueva saga.
A la inauguración del primer GP oficial en la historia de la Fórmula 1, acudió el rey Georges VI.
Era el origen de los orígenes de un clásico.
LA EVOLUCIÓN
Poco a poco, fueron surgiendo todo tipo de talleres, de manera que cerca de Northamptonshire se puede encontrar todo lo que se requiere para los autos de carreras, los pilotos y los gestores.
Como es sabido, en Inglaterra, tienen sus cuarteles generales casi todos los equipos de la F1. Pero el área consentida, es ésta, en Silverstone y su radio de influencia.
Desde 1952 El Club de Pilotos Deportivos de Inglaterra –BRDC– es la agrupación que rige el autódromo por antonomasia. Y ellos, son un componente de las partes esenciales de la cofradía del automovilismo mundial de pura cepa.
Cualquier cantidad de mejoras y adaptaciones ha vivido el circuito para irlo adaptando a los nuevos tiempos.
Aún con todo lo que ha ocurrido en el mundo, las curvas más famosas de esta trayectoria son los más finos emblemas del tiempo y del vértigo.
Abbey, Arena, Brooklands, Lufield, Woodcote, Copse, Maggots, Beckets, Chapel, Stowe, Vale y Club: son nombres reverentes de una letanía que se repetirá por siempre en boca de los iniciados:
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