Las razones que hicieron que el cantante chileno Benjamín Walker se estableciera desde agosto en México son emocionales, personales, políticas y artísticas, pues considera al país como una plataforma en donde confluye mucha creación.
“En Chile tenemos una industria muy pequeña porque somos un país pequeño; hay ganas de hacer cosas y nos resulta un poco limitante no solo estar lejos de todo sino también en un contexto donde la cultura está muy en último plano. Desde 2019 estamos viendo circunstancias muy tensas por el estallido social que era un fenómeno necesario que hoy nos tiene escribiendo una nueva Constitución Política. Con la pandemia, las artes se han vuelto muy adversas”, explicó en entrevista con El Financiero.
Cruzar fronteras no solo le ha traído a Benjamín amistades de las que se ha nutrido, también ha aprendido a reconocer sus inquietudes, abrirse a la vulnerabilidad y la libertad para escribir desde lo más íntimo de su experiencia las letras de su nuevo disco Libro Abierto, disponible en diciembre, que presentará el 24 de noviembre en el Foro del Tejedor con algunos invitados.
La convivencia con artistas como Silvana Estrada, El David Aguilar, Alex Ferreira, Loli Molina y Vanessa Zamora, con quien grabó el sencillo “Quiero verte hoy”, lo han acompañado en una aventura atravesada por una pandemia en donde ha descubierto una consigna que da vida a su proyecto: vivir el presente.
“Me he nutrido mucho de su música, de tener la posibilidad de llamar a un amigo, ir a su casa una tarde, tomarse un café y componer una canción. Uno va creciendo en aspectos muy distintos a los que estaba acostumbrado, pero me han recibido muy bien”, explicó quien tiene familia en el país gracias a una tía que se mudó en la década de los ochentas.
El amante de la comida azteca aseguró que la cultura mexicana es algo que le hace bien, por lo que hasta se animó a declararse fan de los tlacoyos. “Me los mostraron Ulises Hadjis y El David Aguilar una mañana hace algunos años que fuimos a tomar desayuno. Me dieron esta cosa verde, esponjosa, larga y con haba; todo muy raro hasta que lo probé y me encantó. También soy muy fan del pozole”, indicó entre risas.
Benjamín quiso plasmar en su tercer disco la idea de enfrentarse a una página, saber que al leer un libro hay un desenlace que está por venir. Estas ideas confluyeron en una acumulación de vivencias de una época de su vida en la cual se ha dedicado a la música, no como en sus trabajos previos creados en el colegio o en la facultad mientras estudiaba Derecho.
“Yo toco la guitarra de cuerdas de nylon (la guitarra criolla) y una tradición de música que va de tocar instrumentos. El sonido es una síntesis entre lo orgánico, que es algo que caracteriza mi música, y al mismo tiempo he ido cultivado un sonido más caído a lo electrónico y lo sintético, de lograr hacer una atmósfera desde las máquinas. El desafío es mezclarlo de manera fluida”, contó.