Desde que el pasado 12 de octubre Estados Unidos fijó nuevos criterios de asilo, cientos de venezolanos se quedaron varados en Tabasco sin la posibilidad de avanzar hacia el vecino país del norte o regresar a sus hogares.
En el albergue Amparito, un refugio humanitario asentado en Villahermosa, hay alrededor de 150 personas, lo que rebasa la capacidad instalada, por lo que los administradores anunciaron que no pueden recibir a más gente y solicitaron ayuda de la ciudadanía para tener alimentos y ropa.
“Este año hemos recibido a mil 400 hermanos peregrinos, pero en el último ha habido un incremento impresionante de hermanos venezolanos, ellos son deportados, no pueden llegar al norte, los agarran y los dejan en la estación migratoria de Villahermosa”, expresó el Alejandro Álvarez, quien está a cargo de este lugar operado por la parroquia del Espíritu Santo.
Ahí también se brinda ayuda a los familiares de los pacientes del hospital “Dr. Juan Graham Casasús”, lo que complica la situación, por lo que de momento, dado que no se les puede ofrecer una cama, sólo se les da comida y agua.
En tanto, en La 72, ubicado en Tenosique, pasó obligado para los migrantes que ingresan por Guatemala, la situación es similar.
“Ojalá las autoridades se comprometieran a garantizar la seguridad y la dignidad de quienes sólo ejercen su derecho a caminar libremente”, se lee en las redes sociales de este lugar.
Estados Unidos está aplicando la norma del Título 42, que dice que si un migrante ingresa de manera irregular por suelo mexicano, este será regresado a México hasta que se aclare su situación migratoria.
“Esto para nosotros es una oportunidad de demostrar nuestra fe, nuestro amor al prójimo, como nos dice el papa Francisco, la migración es uno de los grandes problemas del mundo y hoy nos golpea en nuestra propia cara, aquí en Tabasco”, dijo al respecto el padre Roberto Valencia, integrante de la Diócesis de Tabasco.
Jhoaldri, es uno de los venezolanos que se encuentra albergado, desde el pasado 8 de septiembre en que decidió dejar su país y tras un largo camino, logró llegar a suelo estadounidense, pero lo deportaron junto con su esposa y sus dos hijas.
“Nos tuvieron una semana allá de refugio en refugio, nos cambiaban de un lado a otro, a veces nos paseaban por todo un condado y nos regresaban al mismo refugio hasta que decidieron por fin decir que éramos deportados y que nos iban a traer hasta acá a México”, relató.
Como él, otros están en la incertidumbre, porque no saben si deben volver a intentar cruzar o si tendrán que resignarse a volver y empezar de cero.