Como un verdadero ritual sagrado e incluso con tintes sobrenaturales, los indígenas especialmente au’dam y tepehuanos en Durango, durante los días de muertos, practican “La corrida del Alma”, un ritual que se lleva a cabo todo el año, cuando es necesario, pero que se recrea o toma fuerza durante estos días.
Normalmente los indígenas de estas tribus esperan un año, más o menos, después de la muerte de su familiar para dar tiempo a que las almas saquen los pendientes que se hayan quedado.
Pasado ese tiempo realizan la separación del cuerpo y el alma, para evitar que el alma se quede entre los vivos, en un lugar que ya no le corresponde.
Para esta ceremonia los familiares del difunto reúnen objetos que pueden ser útiles a su familiar difunto en el camino al más allá y objetos que le pertenecieron, también un becerro para sacrificio, y tienen que convocar a un curandero de la tribu, que será quién realice el contacto directo con el alma del muerto.
El ritual dura cuando menos cinco días en el que la familia pasa tiempo con el alma de su pariente, para ello se hace el sacrificio del animal y durante esos días se ofrece como ofrenda y comida a los que participan, sean familiares o amigos.
Al quinto día se consiguen animales para viaje y se camina por una larga distancia a despoblado con las pertenencias y utensilios que llevará el alma del muerto al más allá, toda la familia marcha por kilómetros hasta llegar a un punto que indique el curandero, ahí hacen la despedida y se retiran sin mirar hacia atrás.
En el lugar se queda solo al curandero para darle el último adiós y correr el alma del difunto.