Mientras Estados Unidos se prepara para consumir miles de toneladas de aguacate con motivo de la 58ª edición del Super Bowl que se celebrará este fin de semana en las Vegas, a 2 mil 700 kilómetros de esa resplandeciente ciudad, el estado mexicano de Michoacán, el lugar del mundo que más toneladas exporta de esa fruta, vive una terrible crisis de seguridad bajo las amenazas del crimen organizado.
Un equipo de EFE recorrió en camionetas de la Guardia Civil (antes Policía Estatal) las brechas (caminos que transitan a través de campos de cultivo de aguacate) por las que suelen patrullar cada día los elementos de este cuerpo y de la Policía Municipal y en las que en días recientes tuvieron un enfrentamiento con personas que se identificaron a través de su ropa como miembros del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Mientras camina por su plantación de aguacates, Cuauhtémoc Montero, ingeniero químico y propietario desde hace cuatro años de Rancho La Luna, en el municipio de Morelia, explicó a EFE que por las condiciones de las zonas donde se extienden los cultivos, que son principalmente rurales, la presencia policial se ha dificultado.
Por ello, y ante la oleada de violencia que incluye -especialmente en el municipio de Uruapan- decenas de cadáveres colgados en puentes, carteles con amenazas entre grupos criminales o tiroteos interminables, entre otras situaciones, se ha multiplicado a gran escala la participación de elementos de las diferentes fuerzas de seguridad.
Las autoridades realizan principalmente labores de disuasión de criminales, pero las confrontaciones son recurrentes.
“Informarles que hemos tenido enfrentamientos porque al final los grupos que ahí (en los cerros y campos) se encuentran, que ahí se atrincheran, también están armados. Pero esa es nuestra labor”, dijo a EFE José Ortega Silva, subsecretario de operación policial de la Secretaría de Seguridad del estado, tras un operativo en Uruapan.
El éxito del aguacate, conocido como el oro verde, ha complicado aún más la situación.
“El objetivo es que quienes comercian -subrayó Ortega Silva-, quienes transiten y quienes habiten tengan paz y tranquilidad”.
Michoacán, la violencia que no cesa
El estado cuenta con una trágica historia de violencia en las últimas décadas. Fue uno de los epicentros de la llamada ‘guerra contra el narco’ que inició el expresidente Felipe Calderón (2006-2012) y que disparó los niveles de violencia en todo el país, pero especialmente en la región.
Michoacán, en el oeste de México, fue en enero el tercer estado del país en número de homicidios con 156, y tan solo en la primera semana de febrero se registraron 21 asesinatos. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en 2023 el estado ocupó el sexto lugar en número de homicidios.
A pesar del lema del actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, de ‘Abrazos, no balazos’, las propias autoridades reconocen que en estados como Michoacán no se logra que las cifras de homicidios disminuyan pese al descenso del 20 por ciento en asesinatos a nivel nacional.
El estado es ejemplo de lo larga que es la sombra de la ‘guerra contra el narco’.
Los grupos delictivos han ido diversificando sus actividades: ya no solo se dedican al tráfico de drogas, sino que buscan otras actividades en las que haya trasiego de grandes cantidades de dinero, como es el caso de la producción de aguacate, que no deja de crecer.
A finales de la década de 1990, Michoacán consiguió cumplir con las exigencias por parte de Estados Unidos para exportar aguacates al país vecino. Solo para la edición de este año del Super Bowl, la aduana mexicana estima que se enviarán alrededor de 110 mil toneladas de esta fruta.
Ante la intervención del crimen organizado y a partir de la ‘guerra contra el narco’ surgieron en Michoacán los grupos de civiles armados, denominados autodefensas, con el propósito de enfrentarse a los grupos criminales como la Familia Michoacana, los Caballeros Templarios y el CJNG.
Muchos de estos grupos fueron absorbidos por las fuerzas de seguridad del estado y, aunque ahora su presencia se ha reducido y pasa casi desapercibida, los huerteros aseguran que entre ellos siguen protegiéndose.
“(Aquí) es más difícil tener seguridad, pero en los últimos años hemos tenido más seguridad: la que nos hemos dado los propios agricultores y la autoridad ha participado más”, dijo entre sus aguacates Montero, quien consideró que la situación no mejorará hasta que haya un cambio de mentalidad y termine la corrupción.