Se escuchan dos puntos acerca de EU de líderes en las capitales de naciones alrededor del mundo. En primer lugar, que EU ya no es la superpotencia que solía ser; en segundo lugar, que han suspendido todo lo importante hasta que se sepa el resultado de la elección presidencial estadounidense. Ahora agreguemos una tercera: una presidencia de Donald Trump que excede cualquiera de sus peores pesadillas.
Durante mucho tiempo, el 'declivismo' de EU ha sido exagerado. EU sigue siendo la única superpotencia: la única nación con la capacidad de intervenir en casi todas partes. Se encuentra en el vértice de un formidable sistema de alianzas. Lo que ha cambiado durante aproximadamente la última década es que actualmente existen algunos controles: los cambiantes equilibrios de poder a nivel internacional y el clima político en el país.
Dicho esto, no existe país alguno que se iguale a EU. Pasarán décadas, si fuera el caso, antes de que China iguale el alcance militar y la capacidad tecnológica de EU. Washington continúa siendo un indispensable guardián del orden global. Así es que sí, a los estadounidenses les corresponde decidir a quién quieren en la Casa Blanca, pero a quién elijan importa enormemente para todos los demás.
Y eso es aún más evidente ahora que Trump se ha convertido en el presunto candidato republicano. Hay mucho que decir acerca de su triunfo durante las elecciones primarias: acerca de cómo el "Grand Old Party" (GOP, por sus siglas en inglés) de Abraham Lincoln se convirtió en el autor de su autodestrucción; acerca de cómo un desarrollador inmobiliario que se volvió estrella de telerrealidad explotó las crecientes ansiedades e ira provocadas por el estancamiento de los niveles de vida y por la dislocación cultural que, para muchos estadounidenses, se ha convertido en la historia de la globalización; y, por desgracia, acerca de cómo los medios de comunicación hasta cierto punto conspiraron en el proceso tratando a Trump como un lucrativo entretenimiento taquillero durante la mayoría del tiempo.
También es cierto que los políticos populistas de derecha y de izquierda de todo el mundo democrático están adoptando posiciones similares. Marine Le Pen, la líder del partido Frente Nacional (FN) de Francia, promueve la misma islamofobia, al igual que el partido derechista Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán). En Gran Bretaña, el partido a favor del "Brexit" está contando con la hostilidad popular hacia las élites políticas para arrancar al país de su propio continente.
La política tiende a acomodarse a los eventos. La tentación ahora sería decir que, bueno, tal vez no sería tan malo como todo eso. Los candidatos siempre apelan a su grupo base durante las primarias antes de virar nuevamente hacia el centro. Trump no sería diferente. Sin embargo, el punto es que este candidato es diferente. El presunto candidato no es conservador, y ni siquiera republicano. Su plataforma es una mezcla de populismo económico izquierdista con un nacionalismo derechista particularmente desagradable. Lo que tiene la apariencia de ser su política exterior se puede describir mejor como un aislamiento belicoso. Construir un muro en la frontera con México y excluir a los musulmanes de EU no son políticas que se puedan fácilmente retractar.
Es evidente que lo que Trump está proponiendo es el desmantelamiento de la arquitectura global establecida por EU al final de la Segunda Guerra Mundial. La suposición subyacente es que la "Pax Americana" ha sido una operación totalmente altruista, un orden internacional que es el generoso regalo de EU para un mundo ingrato.
La contundente realidad es que, por supuesto, estas reglas e instituciones han incorporado intereses nacionales estadounidenses dentro del sistema internacional. La prosperidad y la seguridad de EU no se pueden separar de su preponderancia como poder global.
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