El ataque terrorista en Manchester, que ha cobrado la vida de 22 personas y herido a decenas más, es un perverso acto de violencia contra jóvenes inocentes. El lunes por la noche un dispositivo improvisado explotó en la Manchester Arena cerca del final de un concierto de Ariana Grande, la estrella del pop estadounidense. Todos los ataques terroristas son atrocidades cometidas deliberadamente, pero ésta se destacó porque se cometió contra los jóvenes. Andy Burnham, el alcalde de la ciudad, lo dijo claramente: "Éste fue un acto malvado".
Todos los detalles de quién y qué fue lo que motivó el ataque aún están por determinarse. ISIS lo ha reivindicado, pero parece ser obra de un único atacante suicida quien se propuso matar indiscriminadamente a niños, adolescentes y familias. La depravación es difícil de comprender; la ira y la desesperación son reacciones naturales.
Los ataques terroristas de ese tipo se han convertido en una realidad en los países occidentales, por lamentable que sea. En poco más de un año, Bélgica sufrió atentados terroristas con bombas en el metro de Bruselas y el aeropuerto. Las celebraciones del Día de la Bastilla en Niza fueron el blanco de ataques, así como un mercado de Navidad en Berlín y un club nocturno en Orlando. Estos actos son de naturaleza diferente pero comparten un objetivo común: sembrar el miedo y provocar la ira para sacudir los valores de la democracia liberal.
El ataque de Manchester se ha producido en un momento especialmente delicado en el Reino Unido, en medio de una tensa campaña para las elecciones generales del país donde la seguridad es una cuestión clave. Los políticos británicos han adoptado el enfoque correcto: las campañas han sido suspendidas de forma definitiva y los líderes políticos han llamado a la unidad tras el ataque. Theresa May, la primera ministra, Jeremy Corbyn, el líder de la oposición, y Burnham han adoptado el tono adecuado al exhortar a la calma.
Se formularán preguntas, como siempre, acerca de si el ataque se podía haber evitado, y si los servicios policiales y de seguridad podían haber hecho más. Las fuerzas de seguridad del Reino Unido hacen un excelente trabajo y enfrentan la tarea casi imposible de rastrear miles de individuos con diferentes planes y motivaciones. Manchester es el atentado más mortífero en suelo británico en los últimos 12 años, un testamento a su profesionalidad y vigilancia. Es imposible interceptar todas las amenazas. Los ciudadanos deben aceptar que vivimos en un mundo inseguro.
La única respuesta adecuada al terrorismo es el compromiso colectivo. No podemos olvidar estas agresiones, pero tampoco debemos permitir que cambien nuestra forma de vida. Las sociedades democráticas dependen del debate público abierto y honesto. Los ciudadanos de Gran Bretaña comprenden que hay que establecer un equilibrio entre la libertad y la seguridad, entre el derecho a la privacidad y la necesidad de proteger a la nación. Los políticos no deben tener miedo a poner estas decisiones difíciles ante el pueblo.
Este compromiso también debe extenderse a través de las fronteras. Cada ataque es un recordatorio de que la cooperación en materia de seguridad internacional es la clave para luchar contra el terrorismo. Los abrumadores mensajes de compasión y solidaridad de todo el mundo dan testimonio de ello.
Quienes perpetraron este ataque pretenden sembrar la discordia y socavar los valores de la democracia británica. La respuesta en Manchester, donde todos, desde los servicios de emergencia hasta los taxistas, se unieron para ayudar a las víctimas y a las familias enlutadas, es la mejor réplica a los agentes del terrorismo. Manchester ha enfrentado el terrorismo en el pasado y ha prevalecido. Prevalecerá de nuevo.
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Financial Times