El discurso de Donald Trump ante el congreso tuvo un tono conciliatorio y optimista. Esto representa un gran cambio, pero el contenido es más notable aún.
La palabra 'deuda' apareció una vez. El déficit presupuestario no se mencionó en absoluto, aunque Paul Ryan, el presidente de la Cámara de Representantes y líder de los halcones republicanos del déficit, estuvo sentado detrás de Trump todo el tiempo. Si existía alguna duda de que el presidente quiere gastar una inmensa cantidad de dinero, y al mismo tiempo reducir los impuestos, el discurso la eliminó.
Su propio partido, que controla el congreso, puede adherirse al principio y resistirse. Puede esperar ayuda de los demócratas si lo hace. Sin embargo, los republicanos han abandonado el conservadurismo fiscal en el pasado, cuando alguno de ellos ha ocupado la presidencia. Sin embargo, acceder al gasto deficitario de la amplitud y magnitud que desea Trump no tendría precedentes.
Los progresos legislativos de cualquier tipo dependen de que la administración abandone el tono inútilmente beligerante de sus primeros días. El discurso fue un paso en esa dirección. Aunque Trump enumeró los mismos problemas que en su discurso de toma de posesión, los presentó como obstáculos que hay que superar, no como una "carnicería" infligida por enemigos internos y externos. Su fuerte reconocimiento de la OTAN será un alivio para los aliados de EU.
El tono es importante, pero no resuelve las contradicciones. Los pocos elementos nuevos de la agenda de Trump que el discurso reveló sólo aumentaron el conflicto entre la ambición de Trump y la postura beligerante de los republicanos.
En cuanto a los ingresos, su mención de recortes de impuestos para la clase media y las corporaciones todavía está presente. No hubo ninguna mención de un "impuesto de ajuste fronterizo" que eliminaría los impuestos de exportación y se los agregaría a las importaciones. El contenido del discurso fue por el lado del gasto, y cada palabra salida de la boca del presidente fue cara.
Además del aumento en el gasto militar ya señalado, Trump mencionó la expansión en gastos en cuidado de niños y licencia familiar pagada. En cuanto a la atención médica, respaldó el continuo apoyo federal a Medicaid, el cual ofrece un seguro de salud para los pobres, e hizo hincapié en el acceso a la atención médica para las personas con condiciones preexistentes. Estos elementos de Obamacare —a pesar de todas las críticas contra los mercados de seguros— representan la mayor parte de su ampliación de cobertura, y la mayor parte de su costo. El mecanismo del Obamacare para distribuir los costos mediante la inclusión de personas jóvenes y saludables es el mandato que Trump quiere suprimir. Sin ese mandato, mantener bajos los costos de seguros para los consumidores sólo puede implicar subsidios federales. La propuesta del presidente de reducir los costos de los medicamentos —que representan sólo una décima parte del gasto federal de salud— es una compensación inadecuada.
Toda esta generosidad se sumará a un billón de dólares en gastos de infraestructura. Algunos de los gastos serán financiados por el sector privado. Aun así, e incluso repartido a lo largo de los años, esto es mucho pedir en el contexto del total de los desembolsos federales de 3.6 mil millones de dólares del año pasado.
¿Habrá recortes compensatorios del gasto? No se describió ninguno, y el presidente enfrenta un problema familiar. Las cuatro quintas partes del presupuesto federal estadounidense van al ejército, pagos de intereses, derechos de los pensionados y de los veteranos y Medicaid. Todos son intocables.
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Financial Times