La mayor sorpresa desde la victoria electoral de Donald Trump es su decisión de antagonizar con China. Ni una sola vez durante su campaña mencionó la palabra Taiwán. Pero de repente, ahora existe una amenaza contra la política estadounidense de "Una Sola China", un pilar del inestable orden mundial actual.
Hasta ahora, Beijing ha optado por culpar al taimado Taiwán de la llamada entre el Sr. Trump y su homólogo taiwanés; el presidente estadounidense electo es "ignorante como un niño", dicen los medios estatales chinos.
El domingo China acordó devolver un dron submarino que le había incautado a un buque de la marina estadounidense. Trump dijo que había sido robado. China lo acusó de "exagerar" el incidente. La próxima vez, probablemente Beijing no le permita salirse con la suya tan fácilmente.
Sin saberlo, el electorado estadounidense parece haber abierto las puertas a una nueva guerra fría en la que la mano estadounidense será mucho menos dura que la primera vez. Una de las razones por las cuales EU ganó la guerra fría original fue por su capacidad para alejar a China del bloque soviético. La distensión entre el EU de Richard Nixon y la China de Mao Zedong en 1972 consolidó la división sino-soviética y debilitó el atractivo mundial de Moscú. Trump planea realizar el proceso inverso.
Su fuerte retórica contra China entra en contraste con su cálido acercamiento a la Rusia de Vladimir Putin. Queda por ver qué ganancia estratégica derivará Trump de hacer acuerdos con Rusia, un país que está alimentando la democracia no liberal en Europa y que contribuyó a la victoria de Trump sobre Hillary Clinton. Pero el antagonismo de Trump hacia China es un riesgo sin beneficios.
Evitar un conflicto entre China y EU requerirá una destreza propia del expresidente Nixon. Trump no es Nixon. A pesar de todos sus abusos de la legislación nacional, el Sr. Nixon era un devoto estudiante de los asuntos mundiales quien comprendía muy bien el ajedrez geopolítico. Trump es un neófito de 70 años sin interés alguno en subsanar sus lagunas de conocimiento. Desdeña las reuniones presidenciales diarias con los servicios de inteligencia porque son demasiado aburridas.
Tampoco ninguno de los asesores de Trump se asemeja a Henry Kissinger, quien fue el principal arquitecto de la política de Una Sola China que Trump está amenazando con destruir. Los nombramientos de Trump a altos puestos reflejan tanto sus intenciones anti China como sus sentimientos pro Rusia.
Michael Flynn, el teniente general retirado que desempeñará un papel clave como asesor de seguridad nacional de Trump, considera que China está asociada con ISIS y otros grupos terroristas islamistas para derrotar a EU. Es una ficción impresionante. Antes de unirse a la campaña de Trump, Flynn consideraba que Rusia era parte del mismo eje antiestadounidense. Desde entonces ha cambiado su dura postura contra Rusia por una admiración digna de Trump.
¿Podemos confiar en los instintos de Trump en una crisis? ¿Actuará el Sr. Putin como un freno — o incluso un mediador — entre un EEUU a la defensiva y una China en ascenso? Todavía no podemos saber la respuesta. Lo que sí sabemos es que el más cercano consejero de Trump es un hombre que ve a China como un enemigo mortal.
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