Cuando el narcotraficante mexicano Joaquín El Chapo Guzmán ya estaba recluido en una prisión de Nueva York, Consuelo Loera, su madre, decía que quería visitarlo para llevarle su comida favorita: enchiladas.
Esto sucedió en junio de 2019, en aquel entonces el diario británico The Independent informaba sobre la visa estadounidense que había recibido Consuelo Loera y sus dos hijas para visitar a Joaquín Guzmán.
Ese platillo ha marcado diversos momentos de su vida personal. En el libro Emma y las otras señoras del narco, la periodista Anabel Hernández explica lo que ocurre “tras bambalinas” en el mundo del narcotráfico, en las vidas personales de los jefes de la droga, una de las muchas piezas para comprender cómo funciona el negocio millonario del narcotráfico.
En esa investigación, la autora recuerda a varias de las parejas de El Chapo, en dos de esas historias se menciona a este platillo mexicano que le preparaba su mamá.
Las enchiladas de Puente Grande
En el año 2000, cuando el narcotraficante estuvo en la cárcel de máxima seguridad en Puente Grande, Jalisco, conoció a Yves Eréndira Moreno, ella tenía 38 años y era cocinera en uno de los módulos.
“Guzmán Loera estableció una relación más o menos humana con ella, le escribía cartas y le enviaba flores a su casa. Decía haberse enamorado porque cocinaba unas enchiladas iguales a las de su madre”, escribe Anabel Hernández.
La estancia en esa prisión de la que se fugó se detalla en otro de los libros de la periodista, Los señores del narco, publicado en el 2010, donde relata que Yves trabajaba en el penal desde 1996 y conoció a El Chapo en el año 2000, cuando él se acercó al enrejado de la cocina del comedor, en el módulo tres de Puente Grande.
“La corrupción en Puente Grande había llegado literalmente hasta la cocina. Los presos con poder económico pedían los favores sexuales de las empleadas de la cocina, y ellas eran puestas a su alcance con la complicidad de los directivos del penal”, se explica en Los señores del narco.
Según el libro, el narcotraficante empezó a indagar cada vez más sobre ella, la perseguía, le mandaba rosas, le llamaba al celular. Ella renunció al penal el 19 de septiembre de ese mismo año, pero ahí no terminó el asunto.
El capo le propuso comprarle una casa, un coche, ponerle un negocio, ella lo rechazaba, pero finalmente comenzó a visitarlo en el penal, donde entraba sin revisión y sin rastro, aunque se encontraba de frente con el director, Beltrán Santana, quien la saludaba como si nada.
“El Chapo tenía un gran apego y nostalgia por su madre. En noviembre de 2000, Guzmán Loera le llamó por teléfono a Yves para pedirle que le mandara comida al penal. Ella le preparó unas enchiladas y El Chito pasó a recogerlas para llevárselas a su jefe. Cuando se las comió, el narcotraficante le llamó a la mujer para agradecerle el platillo ‘Así las preparaba antes mi mamá’, le dijo emocionado El Chapo en la frontera entre lo cursi y lo ridículo”, narra Anabel Hernández.
De acuerdo con la investigación de la reportera, el narcotraficante le contó a Yves sobre una iglesia y una casa que le construyó a su madre en La Tuna, Sinaloa; incluso le confesó que todos los guardias de la prisión estaban con él y le dijo: “Ya mero voy a salir, voy a salir bien”. Yves no quiso verlo de nuevo y el 20 de enero se enteró que se había escapado del penal.
Ella no fue la única mujer con la que El Chapo se involucró en Puente Grande, en Emma y las otras señoras del narco, también se explica que durante su estancia mandaba llevar a trabajadoras sexuales de fuera y también pagaba a enfermeras, encargadas de limpieza y cocineras, tenía acceso sexual a reclusas que estaban en una sección de la prisión que debía ser para hombres.
Mientras perseguía a Yves, también salía con una mujer que estaba ahí acusada de robo, a quien embarazó en dos ocasiones y le realizaron abortos clandestinos en la prisión, afirma Anabel, asimismo, a otra de las internas que se negó a tener relaciones con él, El Chapo ordenó que fuera abusada tumultuariamente.
Las enchiladas de Emma
En su nuevo libro, donde Anabel Hernández explora las historias de las mujeres, las esposas, hijas, amantes de los jefes del narco, se relata que en una ocasión El Chapo dijo que Emma Coronel no lo había conquistado solo por su juventud y belleza, sino por las enchiladas que una vez cocinó para él porque se parecían a las que hacía su mamá.
En enero de 2019, según una nota de The New York Times, durante el proceso contra el narcotraficante en la Corte Federal de Distrito en Brooklyn se reveló una cadena de mensajes entre El Chapo y Emma Coronel.
Hablaban de sus hijas gemelas, después sobre si los lugartenientes del cártel habían sido acribillados en una balacera y en otro él le decía que se había enamorado después de probar sus enchiladas.
Además, durante una de las declaraciones del juicio, Alex Cifuentes quien trabajó con El Chapo, contó que cuando era fugitivo recibía a diferentes socios del narco, familiares y mujeres, entre ella Emma, a quien el capo le pedía que le cocinara enchiladas suizas, según informó la BBC en enero de 2019.
“Con un fuertísimo apego materno, sin duda su lazo emocional más importante, quizá El Chapo buscaba alguna referencia de ella en las mujeres que conocía”, comenta Anabel Hernández en su nuevo libro.
En la publicación se detalla que a Emma la conoció en un baile a principios de 2006, cuando ella tenía 17 años y él rondaba los 50. El 2 de julio de 2007 se casaron bajo la “ley divina”, pues aún no se divorciaba de su esposa Alejandrina.
Joaquín Guzmán fue sentenciado a cadena perpetua en julio de 2019, después del juicio en Nueva York, donde fue declarado culpable por 10 delitos, entre ellos, asociación delictiva para traficar drogas.
A finales de noviembre de este año, Emma Coronel, fue sentenciada a 36 meses de prisión en Estados Unidos, en junio se había declarado culpable de tres delitos: asociación ilícita para traficar cocaína, metanfetaminas, heroína y marihuana; lavado de dinero, y participación en transacciones de propiedades pertenecientes a un narcotraficante.