En cuanto sube la temperatura en las calles mexicanas comienza ese desfile de vasos de micheladas y caguamas heladas que sudan al ser arrebatadas de los refrigeradores y dicen que saben mejor al filo de la banqueta; en las terrazas, bares y restaurantes una cerveza es inseparable de mariscos, tacos, quesadillas, todo parece combinar con ese líquido frío que en cuanto llega a la boca provoca que todo acalorado exclame “¡ahhhh!”
La cerveza es una bebida alcohólica que se elabora desde hace cientos de años con granos fermentados de cebada, según el Diccionario Enciclopédica de la Gastronomía Mexicana, comenzó a producirse en el territorio mexicano en 1544, aunque su auge vino mucho tiempo después, hasta finales del siglo XIX:
“La cerveza es, tal vez, la bebida alcohólica más popular en todo el país. Con ella se asocian varias actividades del mexicano, como las reuniones entre amigos y compañeros los fines de semana, el futbol, los viajes, los paseos, la playa y las fiestas. Se bebe fría, incluso muy fría, directamente de la botella, servida en vaso o tarro”.
¿La cerveza hidrata?
No hay nada peor que una cerveza tibia, para que sea refrescante es requisito que esté “bien muerta”, helada. Esta bebida provoca una sensación de frescura en el cuerpo precisamente por su temperatura, a lo cual contribuye la percepción de sus burbujas en la boca, aunque no tiene particularidad alguna, solo cumple la función de cualquier otra bebida fría.
Sin embargo, en un artículo de The Conversation, Miguel Herrero, científico del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación y autor del libro Los falsos mitos de la alimentación, explica que es erróneo pensar que la cerveza ayuda a la hidratación:
“La cerveza no puede ser buena para hidratarnos porque el alcohol tiene un efecto diurético que conlleva una alta deshidratación. Por idéntica razón, la cerveza tampoco ayuda a que el organismo se recupere después de un deporte intenso”.
Miguel Herrero detalla que una cerveza sin alcohol sí podría tener un mayor potencial para hidratar, aunque lo más efectivo es el agua.
Así, con la intensa pérdida de líquidos por sudor y orina, aumentan los niveles de deshidratación, la cual puede tener efectos como dolor de cabeza, calambres musculares y hasta un golpe de calor.
Aunado a ello, cabe destacar que el alcohol es un vasodilatador, por lo cual el calor corporal asciende a la superficie de la piel, es decir, provoca más calor.
Esto no significa el destierro de una chelita fría, pero al beberla hay que recordar moderar el consumo y mantener una hidratación constante de agua en especial en tiempos de altas temperaturas.