Para ‘viajar en el tiempo’ basta con sumergirse en una taza de chocolate de una famosa churrería de los años 30, tan nostálgica que está en una antigua avenida llamada San Juan de Letrán (hoy Eje Central) del ex Distrito Federal (hoy Ciudad de México): Churros El Moro, que han sido probados por generaciones, siguen escribiendo su historia, incluso han sido un lugar improvisado como oficina de políticos.
Esta semana, Marcelo Ebrard, Secretario de Relaciones Exteriores, aprovechó un desayuno en el establecimiento de talaveras en el Centro Histórico para una reunión con Lilian ChapaKoloffon, consejera de INSYDE, donde hablaron sobre la reforma policial y la investigación criminal en México.
Después de la reunión, Ebrard escribió: “Al llegar al desayuno en Churrería El Moro del Centro con Lilian y María José, quienes me contactaron por Whats (551502-5360), nos acercamos con el personal que lleva varios años trabajando en este delicioso lugar. Me compartieron unas historias maravillosas”.
Con tantos años se batir el chocolate, este lugar ha presenciado conversaciones de todos los sabores con la visita de personajes diversos, generaciones que vuelven más que nada a recordar con churritos azucarados y las populares tortas de pastor y de pierna que venden en su entrada y se pueden comer dentro del establecimiento, con un refresco de vidrio de ‘sabor rojo’.
El Moro: Así comenzó la tradición de sus churros
La historia de El Moro se sumerge a su vez en otra historia: la manera en que se popularizaron los churros en México.
Se cuenta que los churros nacieron en España como una botana que consumían las personas campesinas mientras paseaban a ovejas llamadas churras; a su vez, se considera que este postre es más antiguo, podría ser de origen árabe como los buñuelos.
Se volvió bastante consumido en la ciudad de Madrid, donde las calles eran recorridas por las churreras que los llevaban en canastas y luego tomaron fama en México.
En España van “a por ellos” de una forma distinta que en México: los chopean en un pequeño recipiente de chocolate espeso, es diferente a la bebida con leche que tomamos en los días fríos, su sabor es ligeramente más amargo y no es para beber, sino para sumergir esta fritura.
La tradición de El Moro comenzó cuando el español Francisco Iriarte emigró desde el pueblo de Elizondo hasta la Ciudad de México, como todos los nostálgicos de su patria, notó que no se solían vender en este país, por lo cual instaló un carrito para venderlos en el Zócalo.
Llamó al negocio El Moro en homenaje a un vendedor de churros de su pueblo, para “conservar algo de su memoria y recuerdos en este nuevo negocio”, describen en su sitio.
La especialidad española se volvió muy popular y en 1935 se estableció en el local del número 42 de la avenida San Juan Letrán, donde recibió a figuras nacionales y mundiales.
Luego de la muerte de su fundador en 1940, sus hermanos José, Santiago e Ignacio se mudaron a México para seguir con el negocio.
Se cuenta que han asistido actores como Cantinflas, Resortes, María Victoria, Pepita Embil, ‘El Ratón’ Macías, Jacobo Zabludovsky, Cuauhtémoc Cárdenas, Carlos Fuentes, Enrique Florescano, Octavio Paz, Dolores Olmedo y más como el comediante Margarito.
Aunque hoy tienen varias sucursales, la emblemática sigue siendo la del Centro Histórico, que ha sobrevivido a desastres como la destrucción de la avenida tras los sismos de 1985, así como a un incendio en el 2010.
¿Cuánto cuesta comer en El Moro?
Aunque lo tradicional son los churros (36 pesos), el chocolate (67 pesos) y las tortas de pastor o pierna con mole (82 pesos), han sumado a su menú opciones como malteadas y otras preparaciones con la especialidad española como ‘moritos’ (churros diminutos) o ‘consuelo’ (sándwich de churro con helado).
Hay paquetes por alrededor de cien pesos, que incluyen churros y chocolate; o bien torta y refresco.
El cheque promedio es de 100 a 150 pesos por persona.