La Casa de Toño, restaurante de los platos veloces que llena las barrigas de los chilangos por todas partes de la Ciudad de México, comenzó su historia en la colonia Clavería, precisamente en la casa de un hombre llamado Antonio.
Este restaurante se ha vuelto famoso por su pozole, aunque en realidad inició como un puesto de quesadillas, el cual creció tanto que actualmente tiene 55 sucursales en la CDMX, donde corren de un lado a otro meseros de delantal verde con platos pozoleros, sopes, flautas, aguas frescas y demás garnachas.
¿Quién es el dueño de La Casa de Toño?
En 1978, en la calle Floresta, un joven de 18 años llamado Antonio Campos puso un puesto de garnachas que vendía en un anafre en la banqueta. En un principio Miguel Prado, esposo de una de sus primas, era parte del negocio, pero se retiró pronto.
Luego de que Toño tuvo que quitar su puesto de la banqueta, en 1986 decidió acomodarse en el zaguán de su casa, con apenas unas cuantas mesas. Poco a poco fueron sumando recetas y pasaron varios años para que llegara el pozole.
Sobre las razones que llevaron a ‘Toño’ a comenzar este negocio se han contado varias versiones: algunos dicen que buscaba apoyarse económicamente para sus recién iniciados estudios en la Universidad de Valle de México para estudiar Derecho, los cuales dejó ante el éxito de su local.
Otros relatan que en realidad Antonio no se imaginaba trabajando en una oficina y prefirió emprender, como muchos otros mexicanos que encuentran en los antojitos su sustento.
¿Por qué se llama La Casa de Toño?
Como fuera, su sazón le gustó a los vecinos, se ha contado que el local se llamaba Las Dos Poblanas, en honor a su madre y abuela, nacidas en Puebla y encargadas de la cocina; sin embargo, los comensales comenzaron a decir: “Vamos con el Toño” y de ahí nació el nombre.
El registro de la marca ‘La Casa de Toño’ comenzó a usarse en los años 90, según los registros de Marcanet, a nombre de Marco Antonio Campos Paradán, en Floresta 77, el cual poco a poco se había adaptado como local luego de que toda la familia se involucró en la preparación y se comenzó a extender por más habitaciones con mesas y la lona verde que hoy lo distingue.
Las filas se volvieron tan largas que Antonio adaptó como restaurante los dos pisos de su casa, luego optó por comprar las dos casa de al lado y expandirse.
Para el 2007 su pozole fue llegando a toda la CDMX: primero a Marina Nacional, luego Lindavista, Narvarte y más tarde al Estado de México.
Aunque su nombre está por toda la ciudad, de Antonio poco se sabe, se mantiene alejado de las redes sociales, los meseros dicen que a veces regresa a comer a aquel primer local en Clavería. Miguel Prado, quien compró ese primer anafre, luego se volvió el director de La Casa de Toño.