El 22 de abril se celebra el día de la tierra. Este día se ha celebrado desde 1970 en más de 190 países para tomar acción contra el cambio climático. A 51 años de esta celebración la transición global hacia una economía baja en carbono era una de las tantas propuestas que esta celebración mundial tenía y tiene en la agenda. Sin embargo, en los últimos 10 años esta transición se ha acentuado con la caída de casi el 90% de los costos en tecnología limpia y verde.
A nivel corporativo, las empresas han avalado el uso de mecanismos para promover la reducción de emisiones, y la mayoría –obligatoria o voluntariamente- ha puesto el cambio climático en sus agendas. Los mercados de capitales han apoyado el financiamiento de proyectos que incluyan tecnologías verdes y limpias escalando la inversión y promoviendo nuevas formas de hacer negocios y generar empleos.
Tomando en cuenta al mercado, en la investigación colaborativa que llevé acabo, denominada “Eco-efficiency and stock market volatility: Emerging market analysis” publicado en el Journal Administrative Sciences (2021), analizo de manera empírica -en más de 24 países y 346 empresas públicas pertenecientes al índice MSCI de países emergentes- la relación entre la eco-eficiencia corporativa y el riesgo financiero.
Los resultados de esta investigación dan evidencia de una relación directa entre la eco-eficiencia y el riesgo de mercado con un mayor impacto en empresas con alto riesgo, principalmente en países asiáticos donde las empresas son penalizadas por su incumplimiento de responsabilidad ambiental y social.
En segundo lugar, se encuentran las empresas de la región de América Latina, seguidas por empresas en los países de Europa y Medio Oriente. ¿Esto qué significa? Que las empresas al ser más eco-eficientes reducen la perspectiva de riesgo atrayendo más capital, lo cual se traduce en financiamiento a bajo costo.
Con base en lo anterior, en países emergentes donde el principal objetivo es el crecimiento económico, se comprueba que éste no puede ser separado de la eficiencia ambiental y es necesaria la implementación de indicadores que comparen la evolución entre industrias, regiones y sectores. Bajo esta perspectiva la famosa hipótesis de Kuznets señala la curva ambiental y establece que la contaminación ambiental se incrementa en función del crecimiento económico hasta un cierto nivel, después del cual decrece. Esta desaceleración en el crecimiento de la curva infiere el desacoplamiento entre la demanda energética y el crecimiento económico. De acuerdo con el reporte de McKensy (2021) este desacoplamiento será más pronunciado en la siguiente década.
Sin embargo, esta desaceleración en la demanda energética no se debe a que las personas tengan menos “hambre energética”. Todo lo contrario. Las personas seguiremos utilizando energía en nuestro día a día y, afortunadamente, más personas tendrán acceso. Los negocios necesitarán energía para sus operaciones y, en otras palabras, la economía seguirá requiriendo energía para crecer. Sin embargo, el acceso a nuevas tecnologías limpias y las tendencias globales ocasionarán que la demanda energética presente un aplanamiento en su curva de crecimiento.
El mayor reto es identificar áreas de oportunidad al adoptar nuevas tecnologías y la decisión – a tiempo- de cuándo desincorporar operaciones y activos que dependan de la generación energética con combustibles fósiles que podrían estar cercanos al fin de su vida económica por cambios en el mercado y regulaciones. Ejemplo de esto fueron los precios negativos en los futuros del petróleo debido al colapso en su demanda tras bloqueos provocados por la pandemia del COVID-19 en abril del 2020.
Ante la necesidad de enverdecer las economías e introducir cambios en los patrones de consumo y de producción, surge el concepto de la eco-innovación (Comisión Europea, 2018). La eco-innovación es considerada como parte de los pilares del crecimiento sustentable impulsados por los países de la OCDE, y los gobiernos juegan un rol fundamental al asegurar y detonar la prosperidad económica y el balance ambiental.
La eco-innovación es un proceso que ayuda a desarrollar y diversificar modelos de negocios sustentables que pueden reducir el impacto ambiental y social, así como el impacto total en toda la cadena de valor para crear negocios resilientes y competitivos. Así mismo, la eco-innovación conduce a una economía más competitiva, redistributiva y sostenible, por tres razones fundamentales: 1) mejora la eficiencia en el uso de recursos; 2) minimiza el deterioro ambiental, gracias al menor uso de recursos naturales y una menor contaminación; y 3) genera nuevas demandas de servicios y productos, lo que se traduce en fuentes de empleo (Alvarez, M.J., Fernández, R., Romera, R., 2014).
A pesar de que en países emergentes la demanda por productos electrodomésticos como refrigeradores, lavadoras y refrigeradores se ha incrementado, gracias a la eco-innovación también lo han hecho avances en las fuentes de luz LED y aplicaciones inteligentes, así como otras aplicaciones que disminuyen la intensidad energética en los hogares. La creación de una conciencia ambiental en los hogares se traduce en una mayor eficiencia energética, y en países desarrollados las ventajas de la eco-innovación se han aprovechado en la creación de sensores automáticos instalados en el hogar.
Otro ejemplo es la movilidad ya que, con la creación de vehículos autónomos, la conectividad entre vehículos y los vehículos eléctricos la movilidad será más limpia, más conveniente y eficiente, reduciendo la congestión en un 10%, ajustando el tráfico en un 30% y reduciendo las emisiones de efecto invernadero en un 30% (McKinsey Insights, 2021). Todos estos avances tecnológicos y las nuevas formas de cómo la energía se aprovecha , ha llevado a la creación de productos y servicios que logran eficiencias, propiciando la circularidad económica y una participación más colaborativa en toda la cadena de valor, creando modelos de negocios sustentables.
Los inversionistas, empresarios y gobierno deben de tomar cartas en el asunto para mitigar riesgos ambientales, a partir del impulso de políticas y regulaciones que tengan como objetivo la creación de una economía resiliente que sea capaz de promover la eco-innovación en todos los niveles. En función de lo anterior, se puede promover el crecimiento económico y la creación de bienestar, al mismo tiempo que se resuelven los retos sociales y ambientales de nuestro planeta.
La autora es Profesora de EGADE Business School Profesora del Departamento de Contabilidad y Finanzas del Campus Monterrey Tecnológico de Monterrey.
Opine usted: alicia.galindo@tec.mx