Sin duda, el año 2021 estuvo marcado por los efectos de la titubeante recuperación económica post pandemia, cuyo impacto en la actividad económica, redujo de manera importante el crecimiento económico en 2020, no solo en México, sino en todo el mundo.
De hecho, más que un “crecimiento” económico en 2021, lo que tuvimos fue una importante “recuperación” de los niveles de producción y de la actividad económica que se perdió en 2020, pero no de manera generalizada, sino selectiva, producto de la afectación en las cadenas de suministros en algunas industrias, que les ha impedido volver a los niveles productivos pre pandemia, como es el caso de los micro chips que se utilizan en la industria automotriz y otras industrias más.
Nuestra recuperación económica empezó desde el tercer trimestre de 2020, y continuó hasta el segundo trimestre de 2021, ya que a partir del tercer trimestre de 2021, las señales de debilitamiento se empezaron a mostrar, y el optimismo de poder recuperar los niveles productivos pre pandemia durante 2021, tuvieron que ser pospuestos para 2022.
Adicionalmente, tuvimos una invitada inesperada, la Inflación, la cual si bien contiene elementos importados, también incluye un importante componente doméstico, que vino a afectar la recuperación del consumo, y los mayores precios hicieron que la meta inflacionaria del Banco de México, del 3 por ciento anual, se desdibujara por completo, siendo rebasada en más de un 150 por ciento.
La “nueva normalidad” económica, que se está materializando, es muy diferente a la que se tenía pre pandemia, los cuellos de botella en el suministro de muchos insumos, los problemas de transporte, principalmente marítimos, así como los cambios en los hábitos de ahorro y de consumo de la población, están configurando un nuevo modelo de negocios, donde las políticas de “Justo a tiempo” y de “Inventario cero” simplemente quedaron inoperantes.
La reducción en el ritmo de la recuperación económica que se presentó a partir del tercer trimestre de 2021, pone de manifiesto que una parte de los negocios que suspendieron sus actividades con motivo del cierre sanitario obligado, definitivamente ya no van a abrir, por lo que eventualmente, para recuperar los niveles productivos previos a la crisis, y crecer posteriormente, se ocupará de nuevas inversiones productivas, lo cual es el gran reto institucional, de proporcionar condiciones favorables a los inversionistas privados, y se decidan a arriesgar su capital, pues es claro que la inversión privada ha mostrado una dinámica decreciente desde mediados de 2018.
Afortunadamente, las finanzas y la deuda pública se mantuvieron razonablemente dentro de los parámetros proyectados, así como el avance en los apoyos financieros a Pemex, lo que aunado a los mayores precios del petróleo, influyó en un equilibrado comportamiento en el tipo de cambio, que a su vez permitió incrementar ligeramente el saldo de las reservas internacionales del país.
Los principales retos para 2022 incluyen, además de incentivar el crecimiento de la inversión privada, buscar mayores ingresos públicos, dado el agotamiento en el crecimiento de los ingresos tributarios, y que ya no se disponen de reservas, lo que presiona el déficit presupuestal, ante los aumentos programados al gasto público.
Los márgenes para reducir aún más los gastos administrativos y de operación en el Sector público presupuestal, también son escasos, por lo que la aportación de estos ahorros luce también agotada.
Será importante buscar incrementar nuestras exportaciones para reforzar una mayor producción nacional, por lo que se deben evitar posibles controversias legales y aprovechar las disposiciones de mayor contenido regional, negociadas en el nuevo tratado comercial, y buscar, de nueva cuenta, oportunidades para sustituir actuales importaciones, tanto de México, como de nuestros socios comerciales.
No hay que olvidar que en lo que va de este sexenio, el crecimiento económico en los tres primeros años, arroja un saldo negativo.