Con la misma intensidad que buscamos una solución inmediata para la crisis del agua debemos enfocarnos a buscar una solución de fondo que cambie radicalmente nuestra forma de gestionar su uso; los nuevoleoneses no merecemos estar sujetos a la disyuntiva de la bendición de un aguacero o la desgracia de agua cero.
Además de asegurar el abastecimiento inmediato, debemos revisar factores relacionados con el consumo y la distribución como: ineficiencia, derroche, opacidad, tarifas que no promueven el ahorro y la falta de una cultura sobre el cuidado del agua y del medio ambiente.
El desarrollo de la industria, el comercio y los servicios en nuestra entidad está asociado a principios y valores arraigados en nuestra cultura como la perseverancia, el trabajo, la disciplina y la solidaridad.
A la par de la modernización se ha ampliado la vocación del estado y de ser primordialmente manufacturero se ha expandido a la construcción, los servicios financieros, inmobiliarios y médicos, a la educación superior de excelencia, al comercio nacional e internacional y al desarrollo tecnológico. Lo anterior sin descuidar el sector agropecuario.
Derivado del alto crecimiento económico y poblacional, el cambio climático y la falta de una política pública sostenible, el estrés hídrico, que se presenta cuando la cantidad demanda de agua es mayor a la oferta, va en aumento en nuestro estado, en el país y en el mundo entero. La Conagua estima un incremento del estrés hídrico en 31 de los 32 estados del país, incluyendo la capital, durante los próximos 10 años.
De acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el sector agrícola consume 70% del agua disponible en tanto que el uso industrial representa un 20% y un 10% se consume en hogares.
En Nuevo León, la Cámara de la Industria y Transformación (Caintra) ha señalado que el sector industrial consume 7.0% del agua en el estado y por su parte, de acuerdo con datos del la Comisión Nacional del Agua (Conagua), más del 70% del agua en Nuevo León es asignada al sector agrícola.
En este contexto se pueden apreciar diversas áreas de oportunidad para mejorar la gestión del agua.
Una de éstas es a promover la cultura de cuidado del agua y del medio ambiente a través de su inclusión en programas educativos desde la educación básica hasta la superior y promoverla de manera sistemática y permanente en hogares, empresas, medios de comunicación y en redes sociales para que se arraigue a nuestros principios y valores.
Asimismo, las instituciones de educación superior podrían incluir en sus progrmas de investigación y planes de estudio, temas y materias enfocadas al uso sotenible del agua como ingeniería hidrológica, ingeniería en iriigación y licenciatura en geología ambiental y recursos hídricos entre otras.
Por otra parte, es imprescindible mejorar la gestión del recurso en el sector agropecuario. Al respecto, en el Plan Hídrico Nuevo León 2050, (PHNL), se señala, en el apartado 2.2 Uso Agrícola y pecuario, que : “A pesar de ser el sector con mayor agua asignada (71.0% del total), existe un profundo desconocimiento del uso del agua en este sector … no se sabe exactamente cuánta agua realmente se aprovecha para los fines que fueron asignados”.
Otra área de oportunidad es enfocarse a la disminución de la llamada Agua No Contabilizada (ANC), que es la diferencia entre el suministro y el consumo real que se refleja en los ingresos del organismo. Con este indicador Servicios de Agua y Drenaje de Monterrey (SADM) calcula el porcentaje de agua potable que no se factura por fugas en la red de suministro, errores de medición y la existencia de tomas clandestinas. En el caso de SADM, el valor del ANC se estima en 30.0%; esto es de cada 100 litros que se suministran 30 litros se desperdician (PHNL).
En lo que respecta al consumo residencial y el del sector público, las áreas de oportunidad se relacionan con goteras y fugas, ausencia de equipo ahorrador de agua, sistemas de riego ineficientes en parques y jardínes y el uso doméstico impropio.
Sabemos que es polémico el tema de establecer una política tarifaria progresiva que descincentive el desperdicio y promueva el ahorro del agua porque implica aspectos políticos, sociales y económicos.
Como elemento vital, su valor es incalculable y es un derecho humano. Como recurso escaso, su precio sí es calculable; el agua consumida más allá de las necesidades básicas del ser humano está sujeta a la ley de la oferta y la demanda y al más elemental principio de equidad.
Al margen de todo, las autoridades deben considerar que el costo político y social más grande es el de incumplir con la obligación de proveer el vital líquido.
El próximo 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua, que mejor oportunidad para el gobierno de presentar una política pública innovadora, con enfoque integral, de largo plazo, que involucre a todos los sectores de la sociedad para establecer un modelo óptimo de gestión sostenible del recurso que garantice la calidad y cantidad de abastecimiento a las futuras generaciones.
El autor es Profesor de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
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