Para nadie es un secreto que la profesión política es una de las más desprestigiadas en México. La respuesta inmediata cuando se le pregunta a la gente qué piensan de un político son en su mayoría aspectos negativos: que si es corrupto, que si hace un mal trabajo, que solamente está en el cargo por influyentismo o para que le vaya bien a él y a los suyos.
Hay un desprestigio generalizado sobre los políticos, independientemente del partido que sean. Y seamos sinceros, la clase política mexicana se ha ganado a pulso esa percepción.
Como costumbre, la clase política vende y la sociedad mexicana compra la idea de tener en el cargo a un todopoderoso que por arte de magia va a resolver todos los problemas, como si gobernar fuera un tema de buena voluntad y deseos.
A eso se reducen muchas campañas políticas y la ciudadanía deposita su confianza bajo estas expectativas poco realistas. Es un círculo vicioso que no es exclusivo de nuestro país pero que abona al desprestigio de la profesión política.
Se habla mucho y se señalan más los errores y desaciertos que cometen quienes están en el poder, pero lo que pocas veces se discute es el reto que implica gobernar, independientemente del cargo, y lo que influyen las decisiones que toman o dejan de tomar.
Tomemos el ejemplo del grave problema de agua que vive Nuevo León. El estado tiene ante sí la peor sequía de su historia, pero era algo que especialistas habían anticipado que sucedería desde años atrás. ¿Cuáles fueron las acciones que se tomaron? Prácticamente ninguna.
El problema se había detectado, pero se dejó crecer porque en el cálculo político, quienes nos han gobernado, decidieron que no valía la pena el desgaste de tomar decisiones para afrontar la situación. Al fin y al cabo, mientras al abrir la llave, el agua saliera, el problema no existía porque no era visible.
Llegó 2022 y con ello la situación se volvió insostenible. Al nuevo gobierno de Samuel García literalmente le tocó la rifa del tigre, porque a diferencia de sus antecesores, ya no se podía disfrazar la grave situación.
El gobernador actual tomó una serie de decisiones que detonaron malestar en la gente, porque a nadie le gusta que le trastoques sus hábitos y la calidad de vida que lleva. De esta forma una persona tiene el poder suficiente para optar por un camino que repercute en la vida de los demás.
Las decisiones que toma un político como Samuel García, o Andrés Manuel López Obrador o un alcalde como Luis Donaldo Colosio, no solo afectan a su persona, afectan a su comunidad en el presente y también a las generaciones futuras.
Tomar decisiones difíciles requiere tener la información más completa a la mano, y aún así se pueden cometer errores, pero mientras más se reduzcan estas chances de errar, más sencilla se hará la vida para quienes de manera directa o indirecta estamos involucrados en ellas.
Por ello, gobernar es un gran reto, y no todos los políticos pueden demostrar la capacidad de enfrentarlos y salir avantes. Volviendo al tema Nuevo León, es muy prematuro para saber si las decisiones que está tomando el gobernador son las más acertadas, pero sin duda habrá que ver en el futuro dónde estará Samuel García a la hora de que se evalúen sus decisiones presentes.