El 7 de agosto recién pasado, Gustavo Petro asumió la presidencia de Colombia con un programa de izquierda que tiene muchas similitudes, en apariencia, con las medidas implementadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador de México, pero también muchas diferencias de fondo.
En el encuentro en Casa de Nariño, sede del gobierno colombiano, con el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard y la primera dama de México, Beatriz Gutiérrez, el mandatario colombiano reafirmó que México y Colombia pueden ser “ejes fundamentales” para impulsar la unidad latinoamericana. Sin embargo, la primera visita oficial de Petro será a Chile para reunirse con Gabriel Boric, que se sitúa en su misma línea ideológica.
Al igual que López Obrador, Petro gobernó la capital de su país, pero además fue senador de la República, lo que le permite entender mejor el juego partidista dentro del Congreso nacional. Sin embargo, a pesar de su triunfo a la presidencia, no logró la mayoría absoluta en el Senado alcanzando solamente 20 curules de los 108 y 27 diputados de los 165 en la Cámara de representantes, menos que el Partido Liberal que logró 32. Así en Colombia, la aplanadora legislativa no existirá como en el caso mexicano.
Los dos líderes enfatizan en sus discursos la lucha contra la pobreza (mayor en Colombia que no tuvo ninguna reforma agraria) y la desigualdad que se busca reducir a través de elevar los impuestos tanto en los ahorros como en las ganancias así como implementar diversos programas sociales. No obstante, a pesar de tener problemas estructurales similares, ciertamente más agudos en Colombia, las propuestas de los dos mandatarios en este rubro difieren sustancialmente.
En México, Morena, con su control del Congreso, permite un mayor autoritarismo presidencial que se refleja en las decisiones de López Obrador tales como la propuesta para eliminar la autonomía del Instituto Nacional Electoral (INE) o al declarar como obras de Seguridad Nacional varios de sus proyectos de infraestructura como el Tren Maya y otros, lo que elimina cualquier posibilidad de supervisión legislativa, someter a licitaciones o de rendición de cuentas. Esta situación no podrá darse en Colombia por el peso minoritario del partido gobernante en el Congreso, alcanzado tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes.
Para el financiamiento de sus proyectos gubernamentales, Gustavo Petro plantea una reforma fiscal que propone incrementar la recaudación de impuestos de manera gradual con medidas antievasión y antielusión para generar más de 11 mil millones de dólares para el 2026, según el mandatario colombiano: “en una perspectiva, que disminuya la desigualdad social, que, al gravar más a la persona natural, protejamos la empresa productiva y que, al proteger la producción, se generen igualdad y equidad, y financiar al Estado, porque para eso son las reformas. Esos son los tres objetivos”.
En México, la presidencia recortó los fondos para la investigación (en CONACYT), eliminó fideicomisos inclusive los educativos como el CINVESTAV o de cultura como FIDECINE sin olvidar el Fondo de Desastres Naturales, FONDEN.
Por su parte, Gustavo Petro ha mostrado una imagen más ortodoxa en su reforma que difiere a la posición más autoritaria en México.
Pero es sobre todo en el combate contra el narcotráfico que los dos liderazgos tienen posiciones radicalmente opuestas. En México la política de “abrazos no balazos” se ha traducido en una inacción frente a la venta de drogas, la delincuencia y el crimen organizado e inclusive, en una cierta complicidad como se demostró durante la captura del hijo del “Chapo”, Ovidio Guzmán el 17 de octubre de 2019 que fue liberado por decisión presidencial.
En Colombia, la propuesta de Gustavo Petro es la reconversión agrícola del campesinado productor de coca, por otros cultivos como el cacao, que puedan generar ganancias similares, pero propone seguir con mano dura contra el narcotráfico.
Si bien muchos medios han señalado las afinidades de ambos mandatarios en este arranque de Petro, lo cierto es que el discurso populista los acerca al tiempo que las divergencias en la praxis los aleja. En Colombia se esgrimen propuestas pragmáticas, en tanto que en México proliferan discursos demagógicos.
El autor es Doctor en Ciencia Política, especialista en política internacional y asuntos regionales. Profesor investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.