Monterrey

Hiram Peón: El camino de Santiago y el peregrino solitario

No es el camino, sino como viviste el camino.

Todos somos viajeros y cada quien elige cuál camino tomará.

Algunos eligen tomar el Camino de Santiago y recorrer, en el camino original 300 kilómetros, para llegar a la catedral de Santiago de Compostela, en España. Eligen así seguir una peregrinación cristiana, la peregrinación que se sigue por devoción al Apóstol Santiago el Mayor. El camino de Santiago es un recorrido de cuando menos 30 días, caminando en solitario.

La razón del viaje puede ser: un acto de devoción, una búsqueda espiritual, que le puede revelar, a quien lo siga, la manera de vencer sus propios demonios, encontrar respuestas y la paz interior.

El camino este trazado con muchas rutas, con albergues, ubicados estratégicamente, para pasar la noche y con muchos servicios adyacentes como por ejemplo el transporte del equipaje de los viajeros al punto final del recorrido.

El camino de Santiago, también es como se le conoce a la Vía Láctea en España, porque los peregrinos procedentes de Europa y que se dirigían a Santiago de Compostela, la utilizaban como guía, cuando no existían aún las rutas marcadas.

Entonces, esta muestra de devoción es un ejemplo de una de las razones por las que todos somos viajeros. La peor situación es que seamos viajeros sin saberlo, sin rumbo y sin meta.

La mayoría sabemos, más o menos, hacia donde vamos, y cuál es nuestro viaje.

Así, por ejemplo, algunos políticos saben que su viaje está dirigido para llegar a la gubernatura del estado y luego la presidencia de la república.

Para otros su camino y su viaje los lleva a crear empresas, en asegurar su riqueza, en preparar a sus hijos para que les sucedan en el negocio, y en muy contadas ocasiones dejar un legado que beneficie a la comunidad.

Todos estamos recorriendo un camino, en solitario, un camino que no tiene una ruta marcada, un camino donde no hay albergues para descansar y todo nuestro equipaje lo tenemos que cargar solos. Pocas veces sabemos a donde vamos y lo más grave es que no sabemos para que estamos recorriendo este camino.

A veces, muy pocas veces, encontramos un viajero que sigue nuestra misma ruta, pero cuando platicamos con esa persona nos damos cuenta que su camino, aunque paralelo al nuestro es totalmente distinto. Puede ser que nos demos cuenta que su camino está lleno de dificultades, puede ser que su sufrimiento nos sirva para aprender algo, y entonces se vuelve como un maestro.

Es muy triste ver que ese viajero no se ha dado cuenta de que su equipaje es muy pesado, que muchas veces trae en su mochila cosas inútiles, dolores y culpas ajenas, que las piedras con las que se tropieza no son piedras para tropezarse, sino señales del camino. Y que lo que va pregonando es una canción de dolor y pena, por sí mismo.

Entonces, si nuestro ser está un poco atento, le mostramos al viajero lo que vemos y si tenemos suerte, ese viajero, entiende de lo que hablamos y corrige su viaje. Pero si no, entonces solo nos toca ver que se aleje en su propio viaje, perdido, y cargando un equipaje que no le corresponde o que está lleno de chacharas.

Nuestro viaje sigue en solitario, porque así es. Nadie nos acompaña y no podemos esperar que alguien vendrá a ayudarnos. Así es el viaje, como decía el filósofo Ortega y Gasset. “yo soy yo y mis circunstancias” así que no solo viajamos solos, sino que además cargamos con todas las circunstancias que hemos creado para justificar nuestra propia vida.

A veces elegimos parajes serenos para caminar, pero otras veces elegimos pendientes pronunciadas en donde probamos nuestra templanza y fortaleza. Pero es entonces cuando debemos recordar que nosotros elegimos ese camino y que cada paso nos muestra un aprendizaje.

Otra cosa que debemos recordar es que nuestro compañero, o compañera, tiene su propio camino, carga su propia mochila y que solo ella sabe lo que pone en su mochila.

A veces, nuestra tarea como padres, se reduce en enseñar a nuestros hijos que es lo valioso que debemos poner en la mochila. El caso es que esa enseñanza solo ocurre a través de lo que ven nuestros hijos en el ejemplo que les damos. No es lo que decimos, es lo que hacemos,

La ultima lección del camino es que no importa el camino, sino el viaje. No importa a donde vas y para qué vas ahí, sino cómo viviste la ruta, cómo elegiste cada obstáculo y cómo aprendiste en cada paso.

Mantengamos viva la esperanza. Mantengamos la fe. Hasta la próxima.

El autor es experto en comunicación corporativa y situaciones de crisis. Cuenta con un MBA del ITESM

Mail: hirampeon@gmail.com

Hiram Peón

Hiram Peón

Politólogo de la Universidad Autónoma de Chihuahua con Maestría en Administración de Negocios del Tecnológico de Monterrey. Consultor de negocios y estrategias de comunicación.

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