Recientemente, en el área metropolitana de Monterrey hemos tenido altas temperaturas y escasez de agua, por lo que la vegetación, la fauna y los habitantes empezamos a resentirlo; hace unos días, afortunadamente, esto se revertió y tuvimos lluvias fuertes. Lo anterior me llevó a reflexionar sobre qué podemos aprender de la naturaleza para la estrategia de las organizaciones.
Quiero hacer énfasis en un evento que me llamó la atención: con la lluvia que comenzó a caer, la vegetación de los cerros que rodean a la ciudad, así como los jardines, comenzaron a reverdecer. Lo anterior significa que si los recursos son asignados dónde se tiene mayor posibilidad de generar valor, podemos incrementar la posibilidad de lograr la permanencia de la empresa a lo largo del tiempo. Es necesario entender los requerimientos de los clientes actuales y nuevos y cómo podemos ser una solución para ellos ante los desafíos que enfrentan, lo cual hará a nuestra empresa relevante para ellos y, muy posiblemente, su primera opción para futuros requerimientos, lo cual generará relaciones de largo plazo y de confianza, más que transaccionales de corto plazo.
Difícilmente una organización podrá generar valor sin incorporar tecnología digital en algunos procesos que permitan reducir tiempos y costos para otorgar soluciones al cliente o mejorar la comunicación con proveedores, para contribuir a la eficiencia de las operaciones, o que permita analizar grandes cantidades de información para comprender de forma ágil cómo tener una propuesta de valor relevante para los clientes. Los recursos, por más escasos que sean, deben asignarse también al desarrollo y a la calidad de vida de las y los colaboradores, invertir en generar el conocimiento que les permitirá contribuir a generar valor en los procesos productivos de la organización y en cuidarlos para generar la convicción de permanecer en la organización por largo tiempo.
De la naturaleza podemos aprender que nada se desperdicia. Los seres vivos que terminan su ciclo de vida son insumo para otros seres vivos en un equilibrio sistémico y dinámico. Lo mismo debe ocurrir en las organizaciones para lograr un crecimiento sostenible; un subproducto de un proceso productivo bien puede ser un insumo clave para otro proceso, de manera que no se tome de la naturaleza más de lo que se le está devolviendo o bien replantear los modelos de vida en las ciudades. Para muestra, un botón: ¿necesitamos un vehículo sin importar la energía que se utilice para moverlo o necesitamos un sistema de movilidad en las ciudades que sea eficiente y no contaminante?
La naturaleza tiene gran capacidad de adecuación a las condiciones cambiantes. La estrategia es el medio para la permanente y cada vez más rápida adecuación de la empresa a su entorno. Esta estrategia requiere del desarrollo permanente de los colaboradores quienes serán los diseñadores y ejecutores de acciones estratégicas que logren la atracción de clientes, de manera rentable y sostenible.
La naturaleza evoluciona e innova, hace pruebas mediante algunas mutaciones de sus especies, algunas funcionan, otras no. En el contexto empresarial esto se aplica en nuevos modelos de negocio que se prueban en contextos protegidos y que no representen una pérdida catastrófica para la organización en el caso de no funcionar. En el contexto de las organizaciones es lo que se llama el minimum viable product que se lleva a los clientes objetivo, se aprende del proceso y se evoluciona a etapas más sofisticadas.
La naturaleza es austera y se autorregula; todos sus recursos tienen una razón para estar, y de no ser así, evolucionan o desaparecen. Es un aprendizaje valioso para las organizaciones; ser austeros significa tener lo que se requiere para operar sosteniblemente e invertir en aquello que tiene buenas posibilidades de generar más valor. Las organizaciones que no son austeras, o bien evolucionan su modelo de dirección, o corren el riesgo de desaparecer. En este mismo sentido, algunas especies animales ahorran recursos para resistir condiciones adversas, los camellos acumulan agua que les permite recorrer largas distancias en las altas temperaturas de los desiertos; otras especies hibernan para ahorrar energía mientras pasan los meses de invierno. Para las organizaciones este es un aprendizaje en cuanto a ahorrar recursos que les permitan sortear eventualidades o financiar el desarrollo de nuevas propuestas para su clientes actuales o futuros.
A manera de síntesis de estas reflexiones de aplicación para la estrategia empresarial, desarrollemos la capacidad de observar en contextos diferentes a los de la organización para encontrar aprendizajes que resulten útiles para nuestra organización.
El autor es Director de la sede Monterrey de EGADE Business School y profesor de Estrategia y Liderazgo.