La marcha para defender al INE es la forma de participación ciudadana a la mano, porque las que están en ley, no funcionan.
Asistir a la marcha sirve para hacerse escuchar ante el Poder Legislativo, dejar saber que una parte de la ciudadanía tiene algo que decir y es capaz de organizarse para manifestar su legitimidad. Entre más personas asistan, más representativo resulta de ejercicio y más atractivo políticamente.
La sociedad civil organizada va a medir fuerzas como oposición en asuntos de la reforma electoral. Por supuesto que hay intereses políticos propiciando esta manifestación pública, lo que es relevante es que no huelen a partido político. En este movimiento social, candidateables y partidos quisieran llevar la batuta, pero es precisamente su ausencia la que ha permitido la coordinación entre diversas organizaciones de la sociedad civil.
Como burla, los instrumentos de participación ciudadana legislados (consulta popular, iniciativa ciudadana, revocación de mandato) sirven para nada cuando la ciudadanía se quiere manifestar. Al contrario, han sido utilizados por la autoridad para de poner a prueba al INE y de pasada a todo el sistema electoral.
Con las limitaciones presupuestarias para la Consulta Popular (2020) se tanteó la solidez del INE, las críticas a la organización de la votación no funcionaron. Ese mismo año se hizo el levantamiento sobre la confianza que tiene la ciudadanía y esta se incrementó durante este sexenio (Informe país, 2022).
En el 2021 más limitaciones presupuestales y otro embate a la fortaleza institucional, el INE tuvo que organizar una revocación de mandato que también resultó exitosa. El profesionalismo del personal electoral quedó en alto, la creatividad para la optimización de recursos mantuvo la legalidad y sorteó las ineficiencias que tiene el mecanismo.
Lo que no se capitalizó en ningún caso es el mal legislado proceso de ambos mecanismos: lo convoca la presidencia, no la ciudadanía; la pregunta fue un sinsentido por más que la Suprema Corte quisiera componerla, o bien, las respuestas no las hizo definitivas. Las exigencias para el voto estaban a la altura de una competencia entre partidos políticos, cuando los instrumentos de participación son otra cosa, un diálogo ciudadanía-gobierno que no busca ganadores, sino consensos.
Es lamentable la respuesta de la presidencia al tratarse de un ejercicio de participación que no le sienta, aunque tampoco sorprende. Además de la retahíla de calificativos asociados a los ‘fifís & aspiracionistas’ añade la advertencia de que la marcha va contra su gobierno y sus políticas/proyecto. De verdad, pensión universal, apoyo a jóvenes, aeropuerto, tren, refinerías, abrazos no balazos, sembrando vida… ¿todo eso implica defender al INE?
Y por si fuera poco, ir a la marcha es pertenecer a ese segmento que va a misa, pero no quiere al pueblo.
De suyo es un mensaje alarmista, amenazador, clasista y por lo menos, combativo. Y lo que más preocupa es el sentido de urgencia que imprime a dos años del fin de su presidencia.
Entonces qué, ¿vas a marchar el domingo?