En su editorial del lunes pasado, Enrique Quintana abordó el tema de Pemex, poniendo en claro que los resultados operativos y financieros de esta empresa (im)productiva del estado, definitivamente han sido negativos en esta administración, ya que ha continuado la caída en la extracción de crudo, cuando decían que sacar petróleo era tan sencillo como hacer pozos en el suelo, y a pesar de las cuantiosas transferencias financieras que le ha proporcionado el Gobierno Federal, y las reducciones en el pago de derechos, los resultados financieros son negativos.
La estrategia de buscar la autosuficiencia en la producción de gasolinas y de diesel, que oportunamente se calificó como errónea, tuvo el año pasado una contundente sacudida, ya que ni con los precios del crudo por arriba de los cien dólares durante varios meses, Pemex transformación industrial pudo ganar dinero, reportando una pérdida monumental.
Cualquier empresa privada con esos números, ya habría sido liquidada, ya que tiene capital negativo, el cual se acrecienta con las pérdidas continuadas, y un pasivo circulante muy superior a su activo circulante, por lo que estructural y operativamente, la empresa es inviable.
Con varias reducciones en la calificación de su deuda durante esta administración, refinanciar su pesada carga financiera sería demasiado oneroso para su débil e insuficiente capacidad de pago, por lo que la opción de transformar su deuda actual en deuda soberana, solo arrastraría más rápido a la deuda del País, a la pérdida de su grado de inversión.
Con datos al mes de Junio de este año, se puede apreciar que se sigue reduciendo la importancia de los ingresos petroleros en los ingresos propios del Gobierno Federal, ya que de $2,628.4 miles de millones de pesos de ingresos totales del Gobierno Federal reportados a Junio, solo $161.1 miles de millones son ingresos petroleros, poco más de un 6%.
Sin embargo, durante ese mismo periodo, el Gobierno Federal le ha transferido a Pemex recursos presupuestarios por un total de $63.7 miles de millones de pesos, por lo que la aportación neta del petróleo a las finanzas del Gobierno Federal se reduce a solo $97.4 miles de millones de pesos en los primeros seis meses de este año, menos de un 4% de sus ingresos propios.
Esta menor aportación neta de Pemex a las finanzas públicas del Gobierno Federal, ha pasado su factura a los resultados presupuestarios, los cuales han empeorado de manera creciente y preocupante durante esta administración, ya que de iniciar con unos requerimientos financieros de medio billón de pesos en 2018, para este año, la propia autoridad ya los estima en $1.4 billones de pesos, cantidad tres veces superior a la heredada.
Como proporción del PIB, estos requerimientos financieros del sector público federal están pasando de un 2.3% en 2018 a cerca de un 5% este año, lo que contradice la versión de que las finanzas públicas están “sanas”.
Sin duda, la siguiente administración enfrentará una importante disyuntiva en materia financiera y de Pemex, agravada por la inmensa factura asociada al gasto asistencial generado por esta administración.
En materia de gasto, también hay que tomar en cuenta que durante esta administración, se han reducido de manera considerable los presupuestos de operación de prácticamente todos los organismos autónomos, poderes y gasto operativo en innumerables secretarías, reduciendo de manera importante la capacidad para atender y proporcionar los servicios propios de cada ente público, herencia que tendrá que solucionar y revertir la próxima administración, producto de la política de “pobreza franciscana”.
El reto, sin duda, es enorme.