En periodos de mayor incertidumbre, cambios constantes y sobreinformación, es cuando más necesitamos de la aplicación de herramientas y modelos de Desarrollo Organizacional (DO). Si en algún momento de la historia el DO ha sido importante para el crecimiento de las organizaciones, es hoy cuando se vuelve vital para la supervivencia de estas.
Hoy en día nadie puede negar que vivimos tiempos de cambio y tiempos impredecibles. Una de las cosas que puso de manifiesto la pandemia es la imprevisibilidad y la interconectividad del mundo en el que vivimos. Y, por supuesto, las empresas no son ajenas a esa realidad.
Ante este contexto en el que estamos inmersos, ¿qué pueden hacer las empresas? Muy probablemente la solución no esté en los conocimientos pasados, que siguen siendo relevantes para tener una base de la cual partir, sino más bien en el desarrollo de competencias a nivel individual y organizacional. Lo importante son las capacidades que tengamos para poder adaptarnos a las situaciones que se nos vayan presentando. Capacidades que tengan que ver con la forma en la que aprendemos organizacionalmente, la manera en la que recopilamos, analizamos y prospectamos estratégicamente, con la información que tenemos y las culturas que desarrollamos, que permitan construir y fortalecer dichas competencias.
Es ahí donde los expertos en desarrollo organizacional que cada organización integre a su equipo tienen el terreno abonado para poder contribuir al fortalecimiento de culturas únicas que permitan adaptarse de manera ágil y sin miedo a la incertidumbre a los retos actuales.
Pero, ¿qué es el Desarrollo Organizacional? Es un término que ya tiene muchos años y que podríamos pensar que ya está pasado de moda. Sin embargo, hoy en día es más necesario que nunca. El Desarrollo Organizacional, tal y como lo entiende la ODNetwork, que es una de las principales asociaciones internacionales de profesionales del DO, “se refiere al campo interdisciplinario de académicos y consultores que trabajan colaborativamente con las organizaciones y comunidades para el desarrollo de sus capacidades sistémicas para la eficacia y vitalidad”.
Es decir, lo que se busca desde el Desarrollo Organizacional es contribuir, desde la peculiaridad de cada organización y desde la libertad y autonomía de las personas que conforman la misma, al desarrollo de esas competencias necesarias para que la organización pueda permanecer y crecer.
San Ignacio, en sus Ejercicios Espirituales, decía que quien dirige dichos ejercicios debe dar “modo y orden” a la persona que los toma, dejando lo concreto de la experiencia de oración en manos de Dios y de la persona que es dirigida. Salvando las distancias, en este caso, el Desarrollo Organizacional es ese “modo y orden” por parte del profesional en ese campo de intervención que va a ayudar a que cada organización viva su propia y única experiencia de definición, desarrollo y fortalecimiento de su cultura. Una transformación cultural que, si es tomada seriamente, deberá impregnar a toda la organización e implicará un desarrollo de competencias propias.
Solo aquellas organizaciones que desarrollen una cultura que les permita vivir en la incertidumbre y el caos, con la apertura a un diálogo continuo consigo mismas y con el entorno, serán capaces de transformarse y sobrevivir.
El autor es catedrático de la Escuela de Negocios de la UDEM, es Doctor en Ciencias Humanas por la Universidad de Deusto en San Sebastián, España y cuenta con certificaciones como coach ejecutivo y de valores.