Construimos nuestra vida profesional paso a paso, desde nuestro primer día de trabajo hasta el último día que laboramos, con el cual continuamos nuestro camino jubiloso hacia la plenitud. Siempre estamos aprendiendo, aunque no nos demos cuenta. Es imposible llevar un recuento de los éxitos y fracasos que hemos vivido a lo largo de nuestra vida laboral.
Sin embargo, sí podemos reflexionar sobre los aprendizajes vividos por las decisiones que fuimos tomando en diferentes etapas y cuyos resultados nos han ido marcando la pauta a través del tiempo. En este artículo quiero compartir, de manera resumida, los principales aprendizajes que me han permitido trazar mi camino hacia la plenitud profesional durante cuarenta años de trayectoria, esperando que sean de utilidad para quienes nos leen.
Aprendí que todo empieza cuando te decides a perseguir tus sueños; poniendo en la mira aquello en lo que se cree con plena convicción, se busca con pasión, y se dedica a ello con compromiso y determinación. No hay que trabajar sólo cumpliendo las obligaciones para llenar un perfil de puesto, alcanzar objetivos y recibir un pago a cambio.
Hay que ir más allá de lo convencional, pensar en grande para actuar en grande. Las instituciones consideradas como los mejores lugares para trabajar son suelo fértil para que colaboradores aprendan, opinen, propongan y persigan grandes ideas con libertad.
Aprendí a caminar sobre hombros de gigantes; quienes con su visión, inteligencia, liderazgo y generosidad nos inspiran para imaginar cosas grandes por imposibles que parezcan, pensando fuera de la caja, y dando siempre el mejor esfuerzo.
Hoy el título de “líder” esta sobre utilizado; llamamos líderes a todas aquellas personas sólo por ser jefes de alguien más. Estoy de acuerdo con Simon Sinek, cuando afirma que nosotros seguimos a los (auténticos) líderes no porque tengamos que hacerlo, sino porque queremos hacerlo. Seguimos a los (auténticos) líderes no por ellos, sino por nosotros mismos.
Aprendí a tomar riesgos; yendo contra corriente al decidir desarrollarme en un área del conocimiento hasta entonces muy poco conocida en México, cuando todo era manufactura; quise contribuir a la visión, liderazgo y estrategia de las organizaciones de servicio (que, por cierto, todas lo son). Ha sido la gran apuesta de mi vida.
Considero muy valioso seguir nuestro instinto, aún y cuando éste no vaya en la misma dirección de la mayoría, y represente ciertas dificultades. Apostemos y confiemos en nuestro olfato, sin miedo, escuchando nuestra voz interior que nos impulsa a perseguir nuestros sueños.
Aprendí que sí se vale cuestionar con pensamiento crítico, con respeto, siendo auténtico y fiel a principios y valores, aunque se tengan que sacrificar beneficios. Es mucho más fácil quedarse callado sin decir lo que realmente se piensa, que retar el statu quo planteando nuevos paradigmas; hay que superar la necesidad de sentirse aceptado e incluido y enfocarse en expresar y defender con argumentos las ideas propias.
Aprendí que todo es posible, sin darse nunca por vencido; levantándose de las caídas, buscando siempre el Cómo Sí en lugar del Porqué No, eliminando el “no se puede”; yendo al fondo de las cosas para encontrar soluciones, en vez de explicaciones. Vivimos en un mundo donde la búsqueda de lo fácil, inmediato y placentero son cada vez mayores obstáculos para exigirnos a nosotros mismos (y a los demás) un mayor esfuerzo para darlo todo y llegar más lejos. Cultivemos la confianza en uno mismo y en los demás, entendiendo que nosotros somos nuestra única limitación y que se puede llegar tan lejos como se quiera, con paciencia, perseverancia y resiliencia.
Aprendí el valor de intercambiar conocimientos con colegas, alumnos, empresarios y ejecutivos; buscando seguir creciendo y que también muchas personas se beneficiaran a través del área que cambió mi vida y la de mi familia para siempre. Es esencial comprender que antes de querer enseñar, hay que aprender lo que nos enseña la vida. Hay que vivir aprendiendo para ayudar a los demás a aprender a vivir mejor.
Aprendí que es más fácil ganarse el respeto de los demás al ser congruente con las creencias y valores propios; predicando con el ejemplo y siendo de una sola pieza, aún con las desventajas que esto implique. La brecha entre el decir y el hacer es muchas veces difícil de cerrar; las diferentes circunstancias que enfrentamos día a día nos impiden cumplir en la práctica con lo que decimos. Hay que enfrentar cabalmente los retos de esta disyuntiva.
Aprendí la importancia de mantener los pies sobre la tierra, con sencillez, cercanía y amabilidad, sin deslumbrase con los beneficios pasajeros del éxito. Todo pasa; todo lo bueno y todo lo malo pasa; lo que en un momento parece (o de hecho es) muy importante, después ya no lo es.
Lo relevante es entender que lo valioso de llevar una vida simple radica en que, al final, todo lo anterior no sirve de nada si no lo utilizamos para impactar positivamente la vida de otros, a través de nuestro trabajo diario y nuestras acciones. Es decir, todos estamos llamados a seguir nuestro camino hacia la plenitud profesional a través del servicio a los demás.
El autor es Profesor Titular del Tecnológico de Monterrey y EGADE Business School (1995-2023).