El día de ayer, el INEGI publicó su estimación oportuna del crecimiento del PIB al cuarto trimestre del año pasado, y se tiene que el crecimiento real de la economía siguió desacelerándose a lo largo del año, después de un vigoroso crecimiento de 3.5% en el primer trimestre, reduciéndose a 3.4% en el segundo trimestre, a 3.3% en el tercero, y finalmente, en el cuarto y último trimestre del año, la desaceleración se agudizó y terminó el año creciendo a solo un 2.4% real.
Este crecimiento registrado en el cuarto trimestre del año pasado, comparado con el que se tuvo en el trimestre inmediato anterior, fue prácticamente nulo, de solo 0.1%, aunque si revisamos los crecimientos registrados entre las diferentes actividades económicas, el crecimiento de 0.1% se consiguió por redondeo de cifras, ya que el sector primario decreció un 0.1%, el sector secundario no creció, mientras que solo el sector terciario registró un crecimiento de 0.1%, mismo que aportó al total un crecimiento neto de 0.055% y de ahí la cifra del PIB total se redondeó a 0.1%.
Es decir, la economía mexicana prácticamente ya no creció durante el último trimestre del año pasado, a pesar del continuado dinamismo de la economía norteamericana, el cual explica el buen desempeño mostrado por nuestras exportaciones, cuyo motor principal lo constituyó el sector automotriz, donde las armadoras norteamericanas impulsaron un crecimiento en exportaciones superior al 14%.
El crecimiento de 3.1% en 2023, es inferior al crecimiento que esperaban los principales pronosticadores, el cual se ubicaba en 3.4%, y si lo promediamos con los crecimientos registrados por la economía mexicana en los primeros cinco años de la actual administración, se tiene que la economía solo ha crecido un 3.3% acumulado, lo que da un promedio anual de crecimiento económico de solo 0.66%, y si consideramos que la población viene creciendo a una tasa promedio anual de 1%, que equivale a un crecimiento poblacional acumulado de 5.1%, el resultado es que durante esta administración, el PIB por habitante se ha reducido en un 1.7%.
Lo más seguro, es que para finales de este sexenio, el PIB por habitante seguirá estando por debajo del registrado en 2018, y pasará a la historia como un sexenio perdido en materia de crecimiento económico por habitante, registrando el peor desempeño comparativo.
Este pobre desempeño en el crecimiento de la economía, se ha registrado a pesar de la importante y creciente entrada de divisas que han significado las remesas que envían nuestros connacionales trabajando en los Estados Unidos, así como los aumentos decretados al salario mínimo, y la gran cantidad de dinero inyectada por el gobierno a los programas sociales, lo que permitió apuntalar el consumo interno, adicionado también con el expansivo aumento en el gasto público federal en las obras insignia de esta administración.
Desafortunadamente, después de este enorme derroche y de excesos en el gasto público, vendrá de manera inexorable la cruda realidad, con un déficit financiero que como un torpedo impactará el buque de las finanzas públicas por debajo de su línea de flotación, y obligará a la nueva administración a replantear esta generosa derrama de recursos que no se tienen, al grado de pedir autorización para contratar más deuda por un monto superior a los $2.5 billones de pesos, cuando el presupuesto para 2024 es del orden de los $9 billones de pesos, es decir, la deuda a contratar equivale a casi el 30% del presupuesto de egresos de la federación.
Como recordaremos, esta administración llegó gastando los ahorros del fondo de estabilización de ingresos presupuestarios, prosiguió con los recursos de los fideicomisos, con un Congreso a modo, legisló la penalización de adeudos fiscales, la prisión preventiva y la ley de extinción de dominio, para coaccionar el cobro de adeudos fiscales a grandes contribuyentes, para finalmente terminar catapultando la deuda pública, la cual aumentará casi $7 billones de pesos en esta administración.
De hecho, la recaudación tributaria ha aumentado en la presente administración en el equivalente a 1.6 puntos del PIB, y ya para 2023 alcanzó la cifra record de 14.2% del PIB, lo cual debemos tener muy presente en el caso de que la siguiente administración se le ocurra proponer una reforma impositiva para aumentar la recaudación de impuestos, la cual goza de cabal salud, habiéndose recuperado ya el cobro del IEPS a las gasolinas y al diésel, al eliminarse los estímulos fiscales, por lo que definitivamente, por ahí no va.
Es el gasto el que debe reducirse, para llevar el déficit público a niveles manejables, inferiores al 3% del PIB.
Finalmente, todos los pronósticos económicos para 2024 apuntan a un menor crecimiento de la economía, el cual podría incluso verse reducido aún más, si como se empieza a perfilar ya, un nuevo virus podría irrumpir generando una nueva emergencia sanitaria, que volviera a derrumbar la economía mundial. Esperemos que no.