De nueva cuenta, la inflación en el país repunta; las causas las analizamos en este espacio, las consecuencias ya las sabemos: mayor pérdida de poder adquisitivo en el ingreso de los más vulnerables.
En particular, la inflación en México se aceleró en la primera quincena de abril a 4.63 por ciento, con lo que superó las expectativas de los analistas y este ha sido su mayor nivel en dos meses y medio, ante un sorpresivo repunte en los precios de bienes agropecuarios, particularmente en las frutas y verduras y las presiones persistentes en los servicios.
Cuando analizamos los componentes al interior de la inflación se observó que la inflación subyacente se ubicó en 4.39 por ciento anual en la primera mitad de abril, su tasa más baja desde la primera quincena de mayo del 2021.
Sin embargo, la inflación no subyacente se situó en 5.38 por ciento anual, acelerándose desde 4.23 por ciento anual al cierre de marzo. Este es el nivel más elevado desde la primera quincena de febrero del 2023, el cual ha sido impulsado por el avance de 6.98 por ciento en los precios de agropecuarios, con 18.22 por ciento en frutas y verduras según los registros del propio INEGI.
La inflación, ese crecimiento sostenido en el nivel de precios, es un tema que me apasionó desde mis primeros cursos de economía con el Prof. Ernesto Bolaños, quién en una de sus clases se refirió a ella como un peligroso perro doberman dormido, a quien debemos contemplar con cuidado y a la distancia, ya que de despertarlo abrupta o violentamente, seríamos víctimas de su furia, y difícilmente volvería a su pacífico estado inicial, no durante mucho tiempo. Buena analogía a lo que estamos viendo en nuestro mercado, donde las inflaciones cercanas al objetivo ya son tema del pasado.
El fenómeno inflacionario es una de las variables económicas con mayor cantidad de estudios destinados a su análisis. Las causas de este fenómeno puede analizarse desde una perspectiva puramente monetaria (a través del rol de la oferta y la velocidad del dinero), el enfoque macroeconómico estructural (estudiando el crecimiento de los costos de producción o los incremento en demanda agregada), o analizando sus componentes temporales en términos de equilibrios en las tasas de interés de largo plazo, dando un papel especial a las expectativas sobre esta variable.
En cualquier caso, el análisis de los determinantes de la inflación resulta tan importante como el estudio de los efectos en bienestar que tiene esta variable sobre la población resumidos en el “impuesto inflacionario”. Este gravamen es derivado indirectamente a través de la pérdida en el poder adquisitivo del dinero en manos de las personas, y es una tributación a la cual nadie escapa, y sólo quienes tienen acceso a medios financieros pueden protegerse. Entre más alto es el porcentaje de ingreso que una familia destina a poseer dinero en forma líquida, mayor deterioro presenta su poder adquisitivo ante la inflación.
Así, no obstante la ampliación en el acceso al sistema financiero y medios de inversión, son las familias de menores estratos de riqueza quienes destinan una mayor proporción de su ingreso a dinero en su forma más líquida, haciendo de éste grupo el más vulnerable al impuesto inflacionario.
En otras palabras, la inflación es un “impuesto regresivo” que afecta a todos los ciudadanos, pero su capacidad de mermar poder adquisitivo es percibida en mayor medida por los grupos de menor ingreso.
El fantasma de la “Curva de Phillips”, aquella relación estadística que dictaba una correlación negativa entre desempleo e inflación y que ha sido refutada en el largo plazo en parte por las contribuciones sobre expectativas racionales de Robert Lucas (Premio Nobel, 1995), representa siempre una tentación para usar la expansión monetaria como “herramienta de política” con la finalidad de crear empleos, y más aun en estos tiempos de elecciones presidenciales.
Sin embargo, la regresividad de la inflación y la fragilidad de los empleos de corto plazo que se podrían crear por este medio, sumados a los enormes costos de largo plazo que el incremento de la inflación podría tener por sus componentes de persistencia y de expectativas, demuestran la importancia de mantener la autonomía del Banco de México, alejado de objetivos políticos o partidistas.
Por lo pronto, la inflación sigue deteriorando el poder adquisitivo de ingresos para todos, y la incertidumbre nacional e internacional, sumada a las presiones fiscales del ajustado presupuesto podrían dificultar, aún más, la dificil tarea de controlar el fenómeno inflacionario que estamos viviendo.