Esta es la expresión que muchos vemos con la reforma que se propone en relación al Poder Judicial y no es una exageración, sino que la misma enuncia el sentimiento de preocupación que muchos tenemos sobre un futuro que parece incierto y que no tiene que ver con colores partidistas o con convicciones fatalistas, sino con una realidad que se observa del análisis claro y directo a las disposiciones legales que se pretenden incorporar a la Constitución Federal y que dejan más dudas que certezas, en el entendido que ni los legisladores que la defienden están totalmente convencidos de que se su eficacia según se advierte de las respuestas que han dado a diversos medios, dejando a la diosa fortuna que esta haga su trabajo.
Esta pareciera ser la consigna que el Ejecutivo y la mayoría del Congreso tienen en su agenda, disfrazada de una mejora para el pueblo sabio, pueblo que solo conoce la reforma propuesta por los comentarios sobre corrupción y nepotismo que se manejan sin ton ni son, que si bien pueden existir no son la regla, sin dejar de lado los sueldos que para algunos parecieran exorbitantes sin considerar el esfuerzo, tiempo de preparación y responsabilidad que conlleva impartir justicia, aunque exista alguien que dijo que no tiene nada de difícil ser Juez, pues solo se necesita contar con un título de Derecho.
En este sentido una pregunta que todos, y en especial los que apoyan la reforma, deben de formularse, consiste en saber si la misma en la forma que se tiene hasta el día de hoy, realmente mejorará el funcionamiento del poder judicial consiguiendo los fines que el Ejecutivo Federal y el Legislativo señalan, o si por el contrario se dejarán puertas y ventanas abiertas para que la delincuencia organizada se infiltre al interior de los Juzgados y Tribunales, además de mermar el nivel técnico de los Juzgados y Tribunales, que si bien es cierto que pueden llegar a existir personas que no deberían de estar en el puesto también lo es que estos son los menos, mínimo por lo que corresponde a los Juzgadores Federales.
Para quienes tenemos el honor de ser abogados y litigar ante diferentes instancias jurisdiccionales federales desde hace muchos años, ante los Juzgados de Distrito, pasando por los Tribunales Colegiados hasta llegar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la respuesta a la interrogante planteada es clara, tal y como está formulada la reforma no conseguirá su fin, en cuanto a que se parten de premisas erróneas, generando en consecuencia una propuesta sin un debido análisis, sin estudios que soporten los cambios, sin datos duros y que además está plagada de interferencias directas de los otros dos poderes de la Unión, lo cual no debería de suceder.
El poder judicial como actualmente se encuentra estructurado y operando claramente tiene vicios, como él propio Ejecutivo en sus diversas Secretarias de Estado, sin que por ello se vea que estemos votando a los titulares de las mismas, y puede que se cometan errores, pero que sin lugar a dudas pueden corregirse y sin que esta sea la norma, sino la excepción, por lo que no es necesario destruirlo argumentando el bien de la mayoría ni obstaculizar su autonomía y sin que pase por alto que muchas de las resoluciones de los Juzgadores a favor de delincuentes derivan de vicios de las leyes emitidas por el Congreso de la Unión o por errores de los entes de la administración pública que un Juzgador no puede pasar por alto por que les guste o no la Ley si es la Ley.
Si realmente se busca una reforma que fortalezca al poder judicial, los legisladores deberán analizar, escuchar y como consecuencia parar el proyecto de reforma como se les ha entregado, para que, con elementos claros y pasos firmes, se lleve a cabo, de forma meditada, una reforma que realmente tenga sentido y así se consiga una mejoría en la impartición de justicia.
#CreoenlaJusticia
El autor es Socio Director del Despacho MFB. Autor del Libro “Procedimientos Aduaneros”.
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