Con la victoria de Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos esta semana, México y la presidencia de Claudia Sheinbaum enfrentan un panorama incierto y desafiante.
La historia reciente y las políticas del expresidente y ahora virtual ganador de la presidencia estadounidense sugieren que su regreso al poder podría tener impactos importantes en la relación bilateral, especialmente en áreas críticas como el comercio, la migración y el combate al crimen.
La presidenta mexicana tendrá que sortear estos temas con una combinación de pragmatismo, fortaleza y diplomacia, para proteger tanto los intereses nacionales como la estabilidad en la región.
Para comenzar, el comercio entre México y Estados Unidos es uno de los pilares de la economía mexicana, como resultado del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
Donald Trump, en su administración anterior, presionó por un tratado más ventajoso para Estados Unidos, y su posible regreso podría traer renovadas demandas de cambio. Si se desea ver por el bienestar de los ciuidadanos de a pie, Sheinbaum deberá mantener un firme compromiso para preservar el libre comercio, defendiendo tanto el acceso de productos mexicanos al mercado estadounidense como el respeto a las normas laborales y ambientales.
Por otra parte, uno de los grandes retos sería evitar una innecesaria guerra comercial que terminaría por mermar los limitados aun beneficios del nearshoring. Si Donald Trump presionara para imponer aranceles o sanciones, Sheinbaum tendría que gestionar con habilidad estas amenazas, negociando directamente o buscando aliados dentro del propio sistema estadounidense, como los gobernadores de estados fronterizos y empresas que dependen del comercio transfronterizo.
Para México, es crucial evitar una escalada que disrumpa las cadenas de suministro y afecte la inversión extranjera. Además, Sheinbaum necesitaría diversificar las relaciones comerciales hacia otras regiones como Europa y Asia, reduciendo la dependencia económica de Estados Unidos, esto guardando el delicado estado de las relaciones diplomáticas con la nacion del norte.
También, el tema migratorio podría volverse especialmente espinoso en las relaciones entre México y Estados Unidos. Durante su mandato anterior, Trump impulsó políticas migratorias restrictivas y presionó a México para que actuara como “tercer país seguro”.
Con una presidencia de Trump, Sheinbaum enfrentará con seguridad demandas para contener el flujo migratorio, lo que podría obligarla a decidir entre satisfacer esas exigencias o defender los derechos humanos de migrantes centroamericanos y mexicanos en tránsito.
Implementar una política migratoria equilibrada será una tarea delicada, especialmente cuando se trata de respetar acuerdos internacionales de derechos humanos mientras se gestiona la presión migratoria. Sheinbaum podría continuar o reforzar las políticas de control migratorio en el sur de México, pero también necesitaría de programas de cooperación con los países de origen para reducir las causas de la migración. Al mismo tiempo, buscaría apoyo internacional para enfrentar el desafío migratorio sin ceder en la defensa de los derechos humanos.
Donde definitivamente habrá un conflicto entre ambas administraciones es en el tema del combate al crimen organizado. Trump ha mostrado intenciones de etiquetar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas y ha hablado de la posibilidad de intervenir en México para enfrentar el narcotráfico. Esto representaría una amenaza directa a la soberanía de México.
Para Sheinbaum, el reto radica en mantener la cooperación en materia de seguridad, sin ceder ante la posibilidad de una intervención extranjera directa, tarea muy dificil de realizar en el contexto de la presidencia de Trump.
Una de las estrategias de Sheimbaum podría consistir en fortalecer la colaboración en inteligencia y control de tráfico de armas, una causa común para ambos países.
Sheinbaum necesitaría mostrar que México tiene la capacidad de enfrentar al crimen organizado, y podría optar por acuerdos específicos de cooperación en los que México tenga el control de las operaciones. De no tomar esta postura firme, Trump podría presionar para que Estados Unidos tenga una injerencia más directa en la seguridad mexicana, lo que pondría en riesgo la autonomía del país.
Para enfrentar los desafíos de una presidencia de Trump, Claudia Sheinbaum necesitaría apoyarse en una diplomacia sólida y en una política interna fuerte que le permita ser proactiva y no reactiva. México y Estados Unidos son socios inevitables, pero es esencial que esta relación esté marcada por el respeto mutuo y la colaboración, y no por la subordinación o la imposición.
Sheinbaum tendría que forjar alianzas dentro de Estados Unidos, tanto con la sociedad civil como con el sector empresarial y actores locales, para que se elabore una estrategia bada en la importancia de una relación de respeto.
Además, es fundamental buscar aliados internacionales sería vital para defender los intereses de México, mostrando que el país no está solo y que su papel en la región es esencial para la estabilidad de América Latina y, en última instancia, de la propia frontera estadounidense.
En este escenario tan lleno de desafíos, la visión de Sheinbaum deberá ser inclusiva y estratégica, manteniendo a México como un socio responsable y respetuoso, pero firme en la defensa de sus intereses y su soberanía, sin descuidar en todo momento el respeto a un estado de derecho que comienza una nueva etapa ante la reciénte reforma aprobada y que aún tiene un largo camino por recorrer para consolidarse.