La astrología predice cambios estructurales de prácticamente todo el orden mundial, viene Plutón con bombo y platillo a sacar desde lo más profundo del ser aquellas cosas que han sido reprimidas. Buenas o malas, en todo caso necesarias para el futuro –si lo hay– de la humanidad.
En lo internacional hay guerras y tensiones político-económicas que pintan para ampliarse. También se encuentra la migración incontenible de miles de personas que prefieren jugarse la vida a sobrevivir en condiciones de pobreza, ignorancia, olvido y violencia sin diques.
Las democracias están en crisis y los partidos políticos en jaque mate si no se refundan desde sus cimientos. Están fatigadas, en palabras de Manuel Alcántara Sáez, desde cualquier indicador u observatorio serio, a lo largo de este siglo el deterioro parece inminente. Presidencial, parlamentaria, mixta, lo que se agota es la democracia.
Nada por añadir ante la evidencia del cambio climático.
En México –y una buena tanda de países– nos golpea el deterioro progresivo de la clase política y de la ética pública a lo largo del siglo XXI. Los cambios al modelo de gobierno son inimaginables, sorprenden y asustan porque parten del debilitamiento de las instituciones y la merma de los derechos individuales.
Y no se avizora un puerto, un destino. Angustia e incertidumbre.
Un paso más atrás subyace el orden económico sobre el que avanzó la humanidad en el planeta. El consumo –la masificación del consumo– para el desarrollo / fortalecimiento económico, los estereotipos de éxito, de lujo, de comodidad ya son excesivos. La huella de carbono que vamos dejando es inacabable.
Sí, urge un cambio, individual y colectivo, una determinación para reconocernos como individuos sociales, aprecias y cultivar la comunidad y tomar responsabilidad social, política y ambiental.
Que los astros departan suerte y que la llegada del Niño Dios, del solsticio o de la luz divina – en lo que crea – sea la guía para cada corazón en cada casa y comunidad.
¡Felices fiestas, mundo!