Monterrey

Jorge O. Moreno: Los factores Trump, negociar con más de un frente a la vez

La llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos plantea una serie de desafíos estratégicos para México, cuyos efectos podrían repercutir de manera significativa en nuestra economía.

En título refleja mi idea de que los procesos de negociación con nuestro vecino del norte representa no solo un factor, sino muchos a la vez, mismos que repercutirán en la situación migratoria y en la seguridad nacional de México.

Tres puntos destacan como especialmente alarmantes en su discurso inaugural en la toma de posesión: su fuerte política arancelaria proteccionista, su endurecimiento de las medidas migratorias y su declaración de definir a los narcotraficantes mexicanos como terroristas.

La primera amenaza radica en la postura proteccionista de Trump, quien en su anterior administración implementó aranceles unilaterales bajo el pretexto de proteger la industria estadounidense.

Este enfoque podría volver a materializarse, afectando directamente el comercio bilateral, que en 2023 alcanzó un valor histórico de más de $780 mil millones de dólares. Con la posibilidad de nuevos aranceles o la imposición de cuotas a productos mexicanos, sectores clave como el automotriz, el agroalimentario y el manufacturero podrían enfrentar graves consecuencias. Además, esto podría desincentivar la inversión extranjera directa, erosionando las cadenas de suministro integradas en la región del T-MEC y limitando las oportunidades de crecimiento económico en ambas naciones.

En el ámbito migratorio, la retórica y las acciones de Trump han demostrado un enfoque hostil hacia los migrantes, particularmente a los indocumentados, incluyendo la implementación de programas como “Remain in Mexico” y la separación de familias en la frontera. Un retorno de estas políticas podría intensificar la presión sobre México, que ya enfrenta un aumento significativo en los flujos migratorios provenientes de Centro y Sudamérica.

La sobrecarga en los sistemas de acogida en México, así como la criminalización de los migrantes y la fragmentación de familias en Estados Unidos no solo generan una crisis humanitaria, sino también tensiones diplomáticas y sociales que podrían desestabilizar a las comunidades fronterizas mexicanas.

Finalmente, el designar a los narcotraficantes mexicanos como terroristas representa una amenaza sin precedentes para la soberanía nacional, pero también para el enfoque que el gobierno mexicano deberá adoptar en el combate al crimen.

Aunque esta medida podría justificarse como parte de la lucha contra el crimen organizado, también podría abrir la puerta a intervenciones unilaterales por parte de Estados Unidos en territorio mexicano.

El riesgo de operaciones militares transfronterizas o de sanciones económicas bajo esta categoría podría exacerbar la tensión bilateral y poner en peligro la cooperación en materia de seguridad, que requiere un enfoque conjunto y no impositivo.

México debe prepararse para enfrentar estas amenazas de manera proactiva y con estrategias claras, inteligentes, consensadas, pero ante todo, meditadas. En el ámbito comercial, resulta crucial diversificar mercados y reforzar la implementación del T-MEC, utilizando los mecanismos de resolución de controversias para evitar abusos arancelarios.

En el frente migratorio, se debe avanzar en acuerdos bilaterales que promuevan una migración ordenada y respetuosa de los derechos humanos. Y ante la posible designación de los narcotraficantes como terroristas, el gobierno mexicano debe fortalecer sus capacidades internas de seguridad y establecer un diálogo firme pero diplomático con la administración estadounidense.

La relación entre México y Estados Unidos ha sido una de interdependencia y complejidad, y eso no cambiará de la noche a la mañana. Sin embargo, el regreso de Donald Trump al poder podría ser un periodo de grandes retos, pero también una oportunidad para que México reafirme su autonomía y construya alianzas estragégicas que fortalezcan su posición en el escenario global.

La moneda está en el aire, y la presidenta Claudia Sheimbaim aún tiene demasiado por hacer internamente como para ampliar los ámbitos de la arena política a un entorno internacional en el que el desgaste es innecesario, pero también resultará inminente.

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