Hace un par de semanas murió, a los 94 años, la mujer más rica del mundo: Liliane Bettencourt. La billonaria heredera de segunda generación del imperio L'Oréal; hija única de Louise Berthe y Eugene Schueller.
Eugene, hijo de un panadero alsaciano, químico de profesión, desarrolló en la cocina de su casa el producto que volvería famosa a la firma: los tientes para cabello—estableciendo la compañía Société Française des Teintures Inoffensives pour Cheveux, que más tarde se convertiría en L'Oréal.
Como la madre de Liliane murió cuando ésta tenía 5 años, su padre se hizo cargo de su educación y la instruyó en el negocio. Así, a los 15 años, Liliane iniciaría su carrera profesional en la fábrica; llegando a conocer, al tiempo, el teje y maneje de la empresa familiar.
En 1950, Liliane contrae nupcias con André Bettencourt. Liliane y André tuvieron una hija, Françoise, quien hoy participa en el Consejo de Administración de L'Oréal (ella, su esposo y uno de sus hijos). Jean-Pierre Meyers, su marido, es director del holding patrimonial de la familia, Téthys—que controla entre otras cosas, el 33 por ciento del emporio cosmético.
Claro, esto sucedió después de que madre e hija tuvieran sus "dificultades". Y es que, luego de que murió su esposo, Liliane realizó costosos regalos a uno de sus amigos personales—François-Marie Banier. Los regalos valuados en 1 billón de Euros, incluían una isla en Seychelles, obras de arte, seguros de vida, etc.
En 2007, Françoise demandó a Banier, alegando que su madre estaba perdiendo sus facultades mentales y que él se estaba aprovechado de esta situación. Su madre resistió la querella. Los diarios hicieron su agosto.
En octubre de 2011, Liliane perdió la batalla legal: su hija y sus dos nietos se convirtieron en sus tutores legales. Los doctores determinaron que sufría de demencia mixta e inicios de Alzheimer y que vivía "un lento y progresivo proceso de degeneración cerebral".
Al día hoy, la composición de la propiedad en L'Oréal (redondeada) es: 33 por ciento la familia Bettencourt-Meyers, 30 por ciento inversores internacionales, 23 por ciento Nestlé, 8 por ciento algunos inversores franceses institucionales, 5 por ciento accionistas individuales y 1 por ciento empleados.
Pero, ¿cómo es que la familia sólo controla un 33 por ciento? Cuando Schueller muere, Liliane hereda todo el patrimonio de su padre. Para hacer frente al crecimiento de la compañía, L'Oréal sale a Bolsa en 1963.
Liliane se reserva el control; mantiene un paquete accionario de 60 por ciento. No obstante, en 1974, temiendo que los socialistas llegaran al poder y que la empresa familiar fuera nacionalizada, Liliane intercambió casi un 30 por ciento de sus acciones por un 3 por ciento de la empresa multinacional Nestlé, con la que realizó un acuerdo de accionistas para mantener el control en la toma de decisiones. El acuerdo de accionistas preveía que Nestlé podría incrementar su participación en L'Oréal seis meses después de que ocurriera su muerte, y también, que Nestlé tendría el derecho de preferencia en caso de que la familia Bettencourt decidiera vender sus acciones.
¿Acaso Nestlé hará una oferta total por la empresa de cosméticos? O ¿Será que la familia Bettencourt-Meyers re-adquirirá la parte de Nestlé?
El futuro de L'Oréal dependerá de la visión y el involucramiento en los negocios de Françoise y de sus hijos, del amor que le profesen a la marca y de la necesidad/filosofía que tengan de "hacer dinero rápido"—enfoque negocio financiero vs. creación de productos. Y es que, si no se hace un buen trabajo para formar y enamorar a los futuros accionistas, los intereses y valores cambian, las oportunidades de venta, aparecen, y las ligas emocionales se desvanecen.
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La autora es Socia de Trevinyo-Rodriguez & Asociados, Fundadora del Centro de Empresas Familiares del TEC de Monterrey y Miembro del Consejo de Empresas Familiares en el sector Minero, Petrolero y de Retail.
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