La sequía en Sudamérica que está ayudando a elevar los precios del maíz y la soya a máximos de varios años no solo está amenazando los cultivos, sino también la capacidad de transportarlos en las vías fluviales que se están secando.
En los ríos cada vez menos profundos que atraviesan importantes países productores como Brasil, Argentina y Paraguay, las barcazas están transportando menos que su carga habitual. La situación es tan desesperada en Paraguay que el país está pidiendo al vecino Brasil que libere agua de la enorme represa hidroeléctrica de Itaipú, después de que encallaran embarcaciones y se formaran atascos en puertos fluviales debido a que las barcazas no pueden moverse.
En un tramo argentino clave del río Paraná, de 4 mil 900 kilómetros, la incertidumbre en torno a los trabajos de dragado podría hacer aún más difícil para los agricultores enviar sus cosechas.
La crisis de las vías fluviales de la región pone de relieve el creciente impacto de un clima más cálido en los suministros agrícolas mundiales que está avivando el fantasma de la inflación alimentaria en un momento de vertiginosa demanda liderada por China; y la situación empeorará dado que la estación seca acaba de comenzar.
Argentina, el principal exportador mundial de harina de soya, envía alrededor de 80 por ciento de sus cultivos a través de los ríos. En Paraguay, que es el tercer mayor productor de soya de la región y no tiene salida al mar, cerca de 80 por ciento del comercio del país se transporta a través de vías fluviales en el interior.
Este será un año difícil para la navegación, según Esteban dos Santos, presidente del Centro de Armadores Fluviales y Marítimos de Paraguay, donde la tercera flota de barcazas fluviales más grande del mundo –después de Estados Unidos y China– se está movilizando en aguas que tienen tres metros menos de la profundidad habitual. Los canales de navegación son cada vez más pequeños y menos profundos, agregó.
Cerca de la represa hidroeléctrica Yacyretá en Paraguay, hay barcazas cargadas con soja para exportación que están varadas. La profundidad del agua del río Paraná allí debe alcanzar al menos 95 centímetros para que puedan avanzar, pero actualmente alcanza solo un tercio de eso, dijo Dos Santos. La sequedad ha detenido la navegación desde principios de abril. En otras partes del país se están formando atascamientos similares.
La cuenca que comprende los ríos Paraná y Paraguay y sus afluentes obtiene su agua principalmente de fuentes en la región centro-sur de Brasil, donde la sequía está elevando los precios de productos desde el maíz hasta el café y el azúcar. Incluso en tramos en que las embarcaciones sí pueden movilizarse, llevan menos carga para reducir su calado. En Rosario, un centro clave de envíos de Argentina en el Paraná, donde grandes barcos cargan las exportaciones de cultivos antes de dirigirse al océano Atlántico, se espera que los niveles de agua caigan a aproximadamente 1.17 metros esta semana, mientras que el promedio histórico para esta época del año es de 3.58 metros.
La situación empeora cada año debido a consecutivas sequías en Brasil, ya que, durante la temporada de lluvias, no cae agua suficiente para reponer los niveles de los ríos. Guillermo Wade, gerente del grupo portuario CAPyM en Rosario, cree que va a ser muy difícil, ya que los niveles de agua que habrá afectarán la posibilidad de cargar barcos con calados más bajos.
Una disminución de 30 centímetros en el calado máximo del barco –que es la longitud vertical que se hunde bajo el agua– representa una pérdida de 1.800 a 2.200 toneladas métricas de capacidad de carga, según Wade.
Para empeorar las cosas en Argentina, el dragado en el río Paraná está al borde de una crisis. Un contrato del Gobierno con una empresa conjunta liderada por Jan De Nul NV, la compañía belga que realiza la excavación en el lecho del río y ha estado trabajando horas extras durante la sequía, expira este mes y no hay un plan claro para extenderlo o reemplazarlo. Los trabajadores del dragado están evaluando una huelga para protestar por la incertidumbre.
Las aguas que alimentan los ríos Paraguay y Paraná fluyen hacia el sur desde los estados brasileños de Mato Grosso, Mato Grosso do Sul, Minas Gerais y São Paulo. En São Paulo, ha habido escasez de precipitaciones en todas las estaciones húmedas de los últimos 13 años, y las lluvias en el primer trimestre de este año alcanzaron solo la mitad de los volúmenes esperados, según datos del Centro de Previsión del Tiempo y Estudios Climáticos (CPTEC) de Brasil. En Mato Grosso, áreas clave que alimentan la cuenca han tenido precipitaciones por debajo del promedio durante una década. En Mato Grosso do Sul y Minas Gerais ha ocurrido algo similar.
El año pasado, Argentina tuvo que pedirle a Brasil que liberara agua de la represa de Itaipú al río Paraná para aumentar los volúmenes de agua, que alcanzaron el nivel más bajo desde 1989. El problema no será fácil de superar y los mercados de cultivos probablemente tendrán que prepararse para dificultades logísticas más allá de la cosecha de esta temporada. Según Francisco Catarino, socio de la firma de logística fluvial FJLC Consultoria en São Paulo, los ríos pueden tardar uno o dos años en recuperarse, dependiendo de las lluvias.