A decenas de millones de estadounidenses que se oponen a la interrupción del embarazo, el último medio siglo les deparó solo sinsabores. Mientras una mujer decidía que no abortaría, decenas seguían adelante. Cerraba una clínica y pacientes desesperadas buscaban otras. Se aprobaba una ley contra el aborto, otra la anulaba.
Un movimiento surgido dando pasos pequeños y sufriendo un revés tras otro, parece ahora listo para dar un salto monumental si, como esperan muchos, la Corte Suprema elimina el derecho constitucional al aborto aprobado en el caso Roe v. Wade.
“La gente se muestra ahora más solícita que nunca”, afirma Mark Baumgartner, de 53 años y fundador de A Moment of Hope (Un Momento de Esperanza), una organización opuesta al aborto, cuyo personal y voluntarios se plantan frente a las clínicas de Planned Parenthood todo el tiempo que están abiertas. Tratan de entablar conversaciones con las mujeres y convencerlas de que no aborten si es que consideran hacerlo. Les ofrecen apoyo en caso de que decidan tener el bebé.
La mayoría de la población está a favor del derecho a la interrupción del embarazo y una de las empleadas de la clínica, Allison Terracio, de 45 años, cree que en sus concentraciones frente a las clínicas esa organización contra el aborto apela a engaños, promesas falsas y manipulación, disfrazadas de bondad, para convencer a las mujeres de que no hagan algo que han pensado mucho. Afirma que las mujeres dispuestas a tomar una pastilla que induce abortos o a someterse a una pequeña intervención han pensado bien a fondo el asunto y que nada de lo que Baumgartner y su gente puedan decir va a cambiar las cosas.
“No estoy en el negocio de convencer a nadie de nada”, dice Terracio.
Este día en particular, el primer grupo de A Moment of Hope llega antes de la salida del sol y durante horas no logra disuadir a nadie. De repente, una paciente sale de la clínica y se encamina directamente hacia un consejero del grupo antiabortista que, poco después, le pide que no haga lo que pensaba hacer.
La mujer se aleja con el consejero y todo el mundo los sigue con la mirada. Las católicas que forman un círculo y rezan, las evangélicas que están siempre presentes e incluso un manifestante solitario, Steven Lefemine, todos parecen conmocionados por el aparente cambio de parecer de la mujer.
“Está sucediendo algo glorioso aquí”, dijo Lefemine, quien tiene 66 años.
Hable con cualquiera que lleva tiempo oponiéndose al aborto y le contará su desconcierto al enterarse del fallo de Roe de 1973. También le hablará de su certeza de que el fallo sería anulado en un par de años. Despotricará contra los políticos que pidieron su voto y nunca le cumplieron, y contra los jueces que consideraban aliados y los defraudaron. Le dirán que perdieron amigos, que fueron esposados y que sufrieron un golpe tras otro.
Sin embargo, aquí están, después de todos estos años batallando. Tantos que algunos tienen a sus nietos a su lado.
El papel de los opositores a la interrupción del embarazo
En todo este tiempo se popularizó la imagen de los opositores al aborto como gente irascible, gritona, que sostiene carteles con sangre, capaces de hacer lo que sea para promover su causa.
Baumgartner sabe de la caricatura que tiene mucha gente sobre él. Se encoge de hombros cuando aparecen manifestantes ruidosos. Conoce a una mujer que acaba de llegar y cree que todos en su grupo son iguales, pero está convencido de que si ella lo escuchase un momento, le haría cambiar de parecer.
“Creen que les van a gritar que se irán al infierno”, dice Baumgartner, quien dejó su trabajo como piloto para fundar la organización. “Somos distintos”.
Cuando nació su organización en el 2012, la primera mujer a la que se le acercó cambió de parecer y dio a luz una niña cuya foto cuelga en la pared de su oficina. Fue la primera mujer que “salvó” la organización, que describe así las situaciones en las que convence a una mujer de que no se someta a un aborto.
Calculan que el año pasado unas mil 600 mujeres se hicieron abortos en la clínica. Y que hubo 66 rescates.
La mujer que salió de la clínica y se fue a hablar con un consejero de A Moment of Hope cuenta que tuvo una infancia dura con padres de crianza y una pareja abusiva de la que se separó. Que tiene una hija de tres años, problemas económicos y que todo parecía imposible incluso antes de que notase que no tenía el período y sufría de náuseas matutinas. Todos estos factores la hicieron decidir abortar.
Al final de cuentas, luego de algunas dudas, se sometió a un aborto.
Quienes llevan años peleando contra el aborto han vivido muchos días como este, marcados por el desencanto y los reveses. Pero regresarán cuando la clínica reabra sus puertas al día siguiente. Incluso si no se anula el derecho a abortar. Están decididos a pelear hasta la muerte.
Sin embargo, nunca se sintieron tan esperanzados. Están seguros de que se viene un gran cambio.