A medida que las familias de las más de 60 personas amontonadas en la caja de un tráiler en Texas han comenzado a hablar de la tragedia se ha identificado una narrativa en común: partieron a Estados Unidos en buscaba una mejor forma de vida.
Hasta el momento se tiene la confirmación de cincuenta y tres migrantes indocumentados fallecidos. Entre estos hay 27 personas de México, 14 de Honduras, siete de Guatemala y dos de El Salvador, de acuerdo con información proporcionado por Francisco Garduño, jefe del Instituto Nacional de Migración de México.
Cada uno puso su vida en manos de los contrabandistas. La noticia del tráiler lleno de cadáveres conmocionó a ciudades y pueblos acostumbrados a ver partir a sus jóvenes, tratando de huir de la pobreza o la violencia en Centroamérica y México.
“Esto fue un crimen contra la humanidad. Esto no fue más que pura maldad, que alguien pudiera permitir que esto sucediera, a cualquiera, y mucho menos a tanta gente”, refirió a CNN el jefe de policía William McManus.
“El piso del tráiler estaba completamente cubierto de cuerpos. Completamente cubierto de cuerpos (...) Había al menos más de 10 cuerpos fuera del tráiler, porque cuando llegamos, cuando llegó EMS, estábamos tratando de encontrar personas que aún estuvieran vivas. Así que tuvimos que sacar los cuerpos del tráiler al suelo”, comentó McManus a la cadena estadounidense.
Le pagaron a un contrabandista
The Washington Post ha recogido testimonios de familiares de las víctimas, entre estos el de Karen Caballero, originaria de Honduras, quien se enteró del hallazgo de las identificaciones en el tráiler de sus hijos Fernando José Redondo Caballero, de 20 años, y Alejandro Miguel Andino Caballero, de 24 años.
De acuerdo con el diario estadounidense, ambos le pagaron a un contrabandista para que hiciera el viaje al norte. Karen describió a sus hijos como “sanos, estudiosos” , quienes “amaban el fútbol y el baile”. Partieron a Estados Unidos “en busca de un futuro mejor”.
Pascual Melvin y Juan Wilmer de 13 años
Pascual Melvin Guachiac Sipac y su primo Juan Wilmer Tulul Tepaz de 13 años forman parte de las víctimas mortales de la tragedia.
Pascual tenía planeado llegar a Houston para reunirse con su padre. “Estaba tan emocionado de estar con su padre otra vez”, dijo su madre al Washington Post.
De acuerdo con el medio, la madre recibió un último mensaje de su hijo diciendo “mamá, hoy están llevándome en un remolque”.
Viajaban dos hermanos de 16 y 19 años
Yovani Valencia Olivares de 16 años y su hermano Jair Valencia Olivares de 19 años murieron asfixiados en el tráiler. “La familia supo por última vez de sus hijos el lunes por la mañana, cuando escribieron un mensaje de texto.mensaje diciendo que estaban esperando ser “recogidos” de un almacén en Laredo,Texas, dijo Olivares Ruiz. Los hermanos estaban eufóricos de haber llegado a Estados Unidos después de vadear el Río Grande”, refiere el Washington Post.
“Estaban tan felices y esperanzados de que a la mañana siguiente se unirían a una pariente que los estaba esperando en Austin y comenzar a trabajar”, dijo su madre, Yolanda Olivares.
En busca del ‘sueño americano’
En Las Vegas, Honduras, Alejandro Miguel Andino Caballero, de 23 años, y Margie Tamara Paz Grajeda, de 24, creían que su carrera en mercadotecnia y la de ella en economía les abriría las puertas a estabilidad económica.
Ya juntos durante casi una década, la joven pareja pasó los últimos años solicitando trabajos en empresas. Pero una y otra vez fueron negados.
Llegó la pandemia, los huracanes arrasaron el norte del país y se desilusionaron.
Entonces, cuando un pariente de Andino Caballero que vive en los Estados Unidos se ofreció a ayudarlo a él ya su hermano menor, Fernando José Redondo Caballero, de 18 años, a financiar el viaje al norte, estaban listos.
“Uno piensa que cuando la gente tiene un mayor nivel de educación, tiene que tener más oportunidades de empleo”, dijo Karen Caballero, la madre de los hermanos. “Porque para eso trabajan, estudian”.
Caballero no sintió que pudiera retenerlos más, incluida Paz Grajeda, de 24 años, quien vivía con Alejandro en la casa de su madre y a quien Caballero se refería como su nuera aunque no se habían casado.
“Todos lo planeamos en familia para que pudieran tener una vida diferente, para que pudieran alcanzar metas, sueños”, dijo Caballero.
Cuando partieron de Las Vegas el 4 de junio, Caballero los acompañó a Guatemala. Desde allí, el joven trío fue contrabandeado a través de Guatemala y luego a México en la parte trasera de los semirremolques.
“Pensé que las cosas iban a ir bien”, dijo. “Quien tenía un poco de miedo era Alejandro Miguel. Me dijo: ‘Mamá, si nos pasa algo’. Y yo le dije: ‘No va a pasar nada, no va a pasar nada’. No eres el primero ni serás el último ser humano en viajar a Estados Unidos’”.
Caballero habló con ellos por última vez el sábado por la mañana. Le dijeron que habían cruzado el Río Grande en Roma, Texas, que se dirigían a Laredo y que el lunes esperaban dirigirse al norte a Houston.
Acababa de llegar a casa el lunes por la noche cuando alguien le dijo que encendiera la televisión. “No pude procesarlo”, dijo sobre ver el informe sobre el tráiler en San Antonio. “Entonces recordé cómo habían viajado mis hijos, que habían estado en camiones desde Guatemala y todo el tramo en México”.
Caballero pudo confirmar sus muertes el martes después de enviar sus detalles y fotos a San Antonio.
Alejandro Miguel era creativo, jovial, conocido por abrazar a todos y ser un buen bailarín. Fernando José era entusiasta y noble, dispuesto a ayudar a quien lo necesitara. Imitó a su hermano mayor en todo, desde su corte de pelo hasta su ropa. Eran fanáticos del fútbol, llenando de gritos la casa de su madre.
Las muertes de sus hijos y de Paz Grajeda, que era como una hija, son devastadoras. “Mis hijos dejan un vacío en mi corazón”, dijo. “Los vamos a extrañar mucho”.
Con información de AP, The Washington Post y CNN.