Cuando un jefe de estado visita los Estados Unidos, generalmente una de sus principales actividades es una recepción en la Casa Blanca. Para el primer ministro de Hungría Viktor Orbán, sin embargo, lo más destacado de su viaje será una presentación ante una conferencia de conservadores en Dallas junto a Donald Trump y otros referentes de la derecha.
Su presencia en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CAPC) es la manifestación más notable de hasta qué punto un líder crítico por promover principios antidemocráticos ha pasado a ser admirado por sectores del Partido Republicano.
Orbán contuvo la inmigración y frenó a quienes quieren una democracia europea moderada. Lo hizo tomando el control del aparato judicial y de la prensa, tras lo cual numerosos analistas internacionales lo consideraron el rostro de una nueva forma de autoritarismo. Se lo acusa de nepotismo y corrupción, y de usar los recursos del estado para enriquecer un círculo reducido de aliados políticos.
Ahora es elogiado por un movimiento conservador estadounidense que reproduce las mentiras de Trump de que le robaron las elecciones presidenciales del 2020, castiga a quienes querían que rindiese cuentas por el ataque del 6 de enero del 2021 al Congreso y promueve restricciones al voto. Muchos conocedores de la política húngara temen que los republicanos traten de imitar las tácticas de Orbán.
“El sector trumpista del Partido Republicano viene por la retórica, pero se queda por la autocracia”, dijo Kim L. Schepple, socióloga de la Universidad de Princeton que ha estudiado a Orbán. “Me preocupa el que la atracción de Orbán refleje aspectos de la guerra cultural a nivel superficial y algo más profundo acerca de cómo evitar que el poder cambie de manos”.
Los conservadores niegan eso y rechazan la noción de que Orbán es autoritario.
“Lo que nos gusta de él es que defiende la libertad de su pueblo en contra de la tiranía de la Unión Europea”, declaró Matt Schlapp, director de la CAPC, que se reúne en Dallas a partir del 4 de agosto. “Capta la atención de mucha gente, incluidos muchos estadounidenses que temen por la declinación de la familia”.
Para los conservadores, el encuentro de la CAPC es una mezcla de Davos y Woodstock, un espacio conde las grandes luminarias de ese sector planean estrategias, inspiran a otros y hacen contactos. Este mismo año la CAPC realizó su primer encuentro en Europa, en Hungría. Allí Schlapp invitó a Orbán a hablar en la conferencia de Texas. El año pasado, Tucker Carlson, estrella de Fox News, transmitió su programa desde Budapest.
Orbán fue primer ministro de Hungría de 1998 al 2002. Volvió al gobierno en el 2010 y su gestión ha estado rodeado de controversias. Se declara abanderado de lo que describe como una “democracia iliberal”, un defensor del cristianismo europeo frente a los inmigrantes musulmanes, los progresistas y el “lobby LGBTQ”.
Su partido ha apoyado iniciativas tecnocráticas que le cayeron muy bien a la derecha de Estados Unidos. Schlapp especificó específicamente una reducción de los impuestos que pagan las mujeres en Hungría por cada hijo que tienen como una manera de combatir una disminución de la población. Pero Orbán es más conocido por sus posturas osadas ante temas culturales delicados.
Su gobierno instaló un cerco de alambres de púas en la frontera sur de Hungría en el 2015 en respuesta a una ola de refugiados que le escaparon a la violencia en Afganistán, Siria, Irak y otros países. Carlson visitó el muro y lo ofreció como un modelo para Estados Unidos.
El año pasado, el partido derechista de Orbán, Fidesz, prohibió la representación de temas como la homosexualidad y la reasignación del sexo en los medios dirigidos a personas de menos de 18 años, una medida que muchos consideraron un ataque a la población LGBTQ. También se prohibió hablar de la homosexualidad en los programas de educación sexual de las escuelas, en películas y en publicidades a las que tienen acceso a los menores.
Esas políticas lo distanciaron de la Unión Europea, que trataron de contener algunas de sus tendencias más antidemocráticas. El bloque inició numerosos procedimientos legales contra Hungría por violar sus reglas y en la actualidad le retiene millas de millones de dólares en fondos y créditos por violaciones del marco legal y por no combatir con fuerza la corrupción.
Los conflictos surgieron temprano en su gestión. En el 2011, Fidesz usó la mayoría constitucional de dos tercios que había obtenido el año anterior con una victoria electoral abrumadora para modificar unilateralmente la constitución. Poco después comenzó a socavar las instituciones y tomó medidas para consolidarse en el poder, incluida una reforma judicial que le permitió cambiar la composición del aparato legal. También creó un consejo de nueve miembros, nombrados por él, que supervisaron la prensa.
La organización Periodistas Sin Fronteras declaró a Orbán un “depredador de la libertad de prensa” el año pasado. Indicó que el partido Fidesz se había “apoderado del control del 80 por ciento de los medios del país a través de maniobras político-económicas y de la adquisición de medios noticiosos por parte de oligarcas allegados”.
Associated Press y otros medios internacionales no tuvieron acceso a la conferencia de CAPC de mayo, en la que Orbán dijo que Hungría era “un bastión de los valores cristianos conservadores en Europa”. También exhortó a los conservadores de Estados Unidos a doblegar “el dominio de los liberales progresistas en la vida pública”.
La AP solicitó una entrevista con Orbán cuando visitó Dallas el mes que viene, pero el pedido fue rechazado. Su oficina de prensa dijo que el gobernante estaría muy ocupado.
Los analistas destacan que en Hungría no se perciben algunos de los elementos típicos de las autocracias. No hay tanques en las calles ni opositores en la cárcel.
Fidesz sigue ganando, ayudó por una reforma que hace que resulte muy difícil que pierda sus bancas en la legislatura, en un proceso parecido al que se da en Estados Unidos y que en la actualidad favorece a los republicanos, que controlan la mayoría de las legislaturas estatales que redistribuyen los distritos electorales.
De todos modos, algunos expertos dicen que el control casi total que ejerce Orbán sobre el país lo hace un pionero de una nueva forma de gobierno antidemocrático.
“Nunca vi una consolidación de un autócrata sin derramar una gota de sangre ni meter a nadie preso”, dijo Steven Levitsky, profesor de ciencias políticas de Harvard y autor de “Cómo mueren las democracias”.
Él y otros entendidos, no obstante, dicen que Orbán es un autoritario porque usa el gobierno para controlar las instituciones de la sociedad.
Para Peter Kreko, esta visita a Estados Unidos “es la gran oportunidad (que tiene Orbán) de volver a la escena internacional, ya que no le quedan muchos aliados”.
Orbán no buscó estrechar relaciones con el gobierno de Joe Biden y apostaría en cambio a una victoria de Trump y sus aliados en las elecciones.
“Es notable que Orbán se haya hecho tan popular entre los conservadores de Estados Unidos cuando su imagen se deterioró tanto en el exterior”, dijo Kreko.