La larga frontera entre Finlandia y Rusia atraviesas densos bosques y sólo está marcada con postes de madera y cercas bajas para el ganado. Pronto se levantará una valla más alta y más fuerte en algunos tramos.
Soldados polacos empezaron este mes a colocar bobinas de alambre de púas en la frontera con Kaliningrado, un exclave ruso entre Polonia y Lituania. También se instalarán cámaras y un sistema de vigilancia electrónica en la zona, que antes estaba vigilada sólo por patrullas ocasionales de guardias fronterizos.
La caída del Muro de Berlín hace más de 30 años simbolizaba la esperanza de cooperación con Moscú. Ahora, la guerra de Rusia en Ucrania ha traído una nueva era de confrontación en Europa y nuevas barreras de acero, concreto y alambre de espino. Pero estas las está construyendo Occidente.
“El Telón de Acero ha desaparecido, pero por desgracia el telón de alambrada se está convirtiendo en la realidad en buena parte de Europa”, dijo Klaus Dodds, profesor de geopolítica de la Royal Holloway University de Londres. “El optimismo que tuvimos en Europa después de 1989 prácticamente ha desaparecido ya”.
El miedo y la división han sustituido a la euforia con la que los alemanes bailaron sobre el Muro de Berlín y rompieron trozos de la barrera levantada en 1961 por gobernantes comunistas. Se extendía 155 kilómetros y rodeó el Berlín oriental hasta 1989, cuando las autoridades de Alemania del Este abrieron los pasos tras protestas masivas. En cuestión de un año, Alemania estaba reunificada.
Algunos países de la Unión Europea empezaron a construir cercas fronterizas como respuesta a la llegada de más de un millón de refugiados y otros migrantes que entraban por el sur de Europa desde Oriente Medio y África en 2015. En 2015 y 2016, Rusia derivó miles de solicitantes de asilo, también de Oriente Medio en su mayoría, hasta pasos fronterizos en el norte de Finlandia.
Cuando las relaciones con Bielorrusia se deterioraron después de que su presidente autoritario, Alexander Lukashenko, fuera declarado ganador de unas elecciones ampliamente consideradas como fraudulentas, el gobierno en Minsk envió miles de migrantes a las fronteras de la UE en un acto que Dodds describió como “guerra híbrida”. Polonia y Lituania respondieron levantando muros en sus fronteras con Bielorrusia.
Michal Baranowski, líder de la oficina en Varsovia del centro de estudios German Marshal Fund, dijo que la mayoría de los analistas de seguridad creen que Bielorrusia coordinó su maniobra con Moscú, “lo que en la práctica desestabilizó nuestras fronteras antes de la guerra en Ucrania”.
Los líderes europeos, que temían otra crisis migratoria como respuesta a las sanciones contra Moscú por la guerra iniciada en Ucrania hace casi nueve meses, han empezado a endurecer sus fronteras.
La primera ministra finlandesa, Sanna Marin, anunció planes de fortificar partes de su frontera de mil 340 kilómetros, la más larga con cualquier miembro de la UE. Moscú ha amenazado con “serias consecuencias político-militares” contra Finlandia y Suecia por tratar de unirse a la OTAN, y Marin dijo que las fortificaciones ayudarían a defender al país ante la “amenaza híbrida” de posibles movimientos migratorios irregulares de gran escala orquestados por el Kremlin.
Los nuevos muros ofrecen escasa protección ante tanques o misiles. En lugar de eso, los gobiernos esperan que los muros, cercas y vigilancia electrónica mejoren el control de sus fronteras y detengan grandes picos de migración.
Hace años que Rusia ha instrumentalizado la migración, dentro de un “conflicto de civilización con sus vecinos europeos”, dijo Dodds.
Rusia bombardeó y acosó a la población Siria en 2015 “en un intento deliberado de crear una crisis humanitaria”, afirmó.
“Creo que una de las dificultades que enfrentamos fuera de Rusia es apreciar lo cínico, lo calculador, lo deliberado que es parte de este trabajo”, dijo Dodds, autor de The New Border Wars: The Conflicts that Will Define Our Future.
El uso de los migrantes por parte de Rusia para crear discordia social en lugares como Polonia, Lituania y Letonia ha hecho que esos gobiernos no les ofrezcan la oportunidad de pedir asilo y les nieguen la entrada en muchos casos, como ha ocurrido en otros países europeos como Grecia y Hungría.
Los que se vieron devueltos a Bielorrusia se han visto sometidos a abusos de guardias bielorrusos que en un principio les habían ayudado a cruzar la frontera, según grupos de derechos humanos.
Activistas de derechos humanos en Polonia han protestado por el muro de acero de 5 metros y medio de altura levantado a lo largo de 186 kilómetros de frontera con Bielorrusia, y afirman que mantiene fuera a los más débiles, pero no a los más decididos.
Anna Alboth, de Minority Rights Group, ha pasado meses en esa frontera y ha visto a gente emplear escaleras de mano para trepar la cerca o hacer túneles por debajo.
Desde que el muro se terminó el verano pasado, unos mil 800 migrantes que lograron llegar a Polonia y acabaron en bosques, desesperados por conseguir alimentos, agua o medicamentos han llamado a Grupa Granica, una organización paraguas cofundada por Alboth.
“Es un territorio muy difícil, el este de Polonia”, dijo. “Hay muchos animales. Tuve una situación en la que fui hasta un grupo y encontré a gente semiinconsciente. Estoy segura de que había mucha gente así”.
La activista señaló que hace poco encontró a grupos de mujeres sudanesas que parecían ser víctimas del tráfico de personas, así como a estudiantes de medicina africanos que estaban en el quinto curso de sus estudios en Rusia.
“Dijeron ‘Rusia se está desmoronando y queremos vivir en un país normal’”, contó Alboth.
Un responsable de seguridad del gobierno polaco, Stanislaw Zaryn, admitió que el muro fronterizo no detiene a todos los que intentan cruzar de manera ilegal, pero añadió que “sí permite a nuestras fuerzas actuar con rapidez y más eficiencia, sin la necesidad de desplegar tanto personal como antes”.
Tanto ese muro como la cerca con Kaliningrado “transmiten un firme mensaje a Minsk y Moscú de que Polonia se toma en serio la seguridad e integridad de sus fronteras”, dijo Zaryn. “Creo que Bielorrusia y Rusia se lo pensarán dos veces antes de volver a buscar la instrumentalización de la migración”.
Dodds dijo que comprende la tentación de levantar muros, pero advirtió que rara vez funcionan como se pretendía y a menudo llevan a los migrantes a rutas más peligrosas.
Aunque las fronteras militarizadas pueden resultar populares, también tienden a deshumanizar a migrantes desesperados, que a menudo están dispuestos a correr el riesgo de cruzar fronteras en busca de una vida mejor.
Construir esos muros y cercas, dijo Dodds, “elimina la empatía y la compasión de nuestras sociedades”.