Donald Trump y Elon Musk comparten egos colosales, un deseo incesante de ser el centro de atención y una plataforma para exhibir sus excentricidades y actitudes erráticas.
Tanto el director ejecutivo de Tesla como el expresidente han utilizado esa Twitter como espada y como escudo: una plataforma para incitar las pasiones (y convocar los bolsillos) de decenas de millones de seguidores y repudiar al bando contrario.
Trump convirtió a Twitter en un arma antes de que fuera expulsado de esa red social tras el ataque del 6 de enero de 2021 contra el Capitolio de Estados Unidos. Musk publicaba persistentemente en Twitter, donde se mofaba de los reguladores del mercado de valores y arremetía contra su versión del conformismo en numerosos tuits. Luego decidió comprar la plataforma.
Ahora, ambos lidian con ajustes de cuentas esta semana, provocados en parte por su uso de Twitter para promover sus intereses y alimentar su descomunal idiosincrasia.
Trump hace frente a la recomendación unánime de un panel del Congreso al Departamento de Justicia, resuelta el lunes 19 de diciembre, de que sea procesado penalmente por su participación en el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 por parte de sus partidarios, motivados a actuar por sus comentarios públicos dentro y fuera de las redes sociales ese día.
Justo después de eso, el martes se esperaba la posible divulgación de las declaraciones de impuestos de Trump, ahora en manos de otro panel de la cámara baja, algo contra lo que él ha luchado durante años para mantener en privado.
Después de despedir a aproximadamente la mitad de la fuerza laboral de Twitter y sembrar el caos con políticas impulsivas y muy dispares, Musk esencialmente le preguntó a los usuarios si él debería despedirse a sí mismo. En una encuesta no científica que él organizó, la mayoría de los 17.5 millones de usuarios que respondieron dijeron que debería dimitir como jefe de Twitter. Aún no se sabe si cumplirá como lo prometió.
Las tribulaciones que han vivido estos dos hombres —nacidos en junio en dos continentes distintos y con 25 años de diferencia— pueden ser muy diferentes a todo lo que han tenido que afrontar hasta el momento.
“Lo que más tienen en común es su poca experiencia con el fracaso verdadero, es decir, un fracaso con consecuencias”, expresó Eric Dezenhall, consultor de empresas asoladas por crisis.
“Aunque Trump ha fracasado muchas veces, siempre ha estado protegido por el dinero de la familia y una suerte sorprendente”, agregó Dezenhall. “Aunque Musk es un genio, él ha tenido la suerte de haber construido múltiples negocios con fondos del gobierno en lugar de pelear en el libre mercado”, añadió.
“Dadas sus experiencias de vida, ¿cómo podrían estos tipos no sentirse invencibles?”.
Espíritus afines al menos en parte, Musk invitó a Trump a regresar a Twitter poco después de comprarla. Hasta ahora, Trump se mantiene en su propia plataforma, Truth Social, que en comparación tiene un alcance minúsculo.
La invitación de Musk fue un ejercicio selectivo del derecho a la libertad de expresión, al mismo tiempo que suspendió las cuentas de Twitter de varios periodistas muy conocidos y vetó los enlaces a plataformas de redes sociales “prohibidas” como Facebook, antes de ceder hasta cierto punto en ambos frentes.
Musk fue hasta hace poco el hombre más rico del mundo, con su fortuna verificada por el valor de sus acciones en las bolsas. Trump ha argumentado a menudo que él debería estar considerado también entre los más ricos, aunque detrás de esa afirmación sólo hubo un espejismo.
Ambos han operado desde la sensación de que las cosas comienzan y terminan por decretos del director general, pero Musk también ha creado empresas viables y una riqueza genuina, en contraste con el historial de Trump de convertirse en su propia marca, acuerdos inmobiliarios riesgosos y negocios dudosos que tienen que ver con filetes, vodka e incluso su propia “universidad” de inversión en bienes inmuebles.
Musk tiene 120 millones de seguidores en Twitter; Trump, un republicano, tenía 88 millones antes de ser expulsado de la plataforma tras el asalto del 6 de enero. A lo largo de los años, el sitio ha amplificado enormemente las voces de ambos de una manera que ha beneficiado los negocios de Musk y la carrera política de Trump, aunque a costa de sus reputaciones.
“Un infierno de haters”, llamó Musk a Twitter en 2017. Pero también fue un canto de sirena para él.
“En Twitter, los gustos son excepcionales y la crítica es brutal”, tuiteó en 2018. “Muy extremos… Es genial”.
En esa plataforma, Musk parece menos el ingeniero visionario que hizo atractivos los vehículos eléctricos, ha construido cohetes reutilizables y se preocupa profundamente por el cambio climático que un mezquino ajustador de cuentas personales que puede hundirse en las teorías de conspiración de la ultraderecha y la misoginia.
Hace un mes, cuando provocó a Trump por resistirse después de que Twitter acordó permitirle regresar, Musk publicó la representación de una mujer desnuda de la cintura hacia abajo, con el logotipo de Twitter cubriendo sus genitales y Trump, como Jesús, mirando. “Y no nos dejes caer en la tentación”, decía la publicación de Musk.
Ambos hombres han usado Twitter para atacar a los principales medios de comunicación, difundir desinformación, desafiar los límites de lo que es aceptable en las redes sociales y participar en provocaciones que pueden ser difíciles de ignorar.
Pero de los dos, sólo Trump tuvo el poder presidencial. A pesar de todas sus naves espaciales, el universo de Musk es mucho más pequeño: en el juego de la influencia de la opinión pública, se compone principalmente de tuits y políticas corporativas sobre cómo administrar sus negocios.
¿En qué aspectos son diferentes Elon Musk y Donald Trump?
Sus posiciones políticas no coinciden: las creencias derechistas y libertarias de Musk incluyen una devoción por controlar el calentamiento global, por ejemplo, y las de Trump, no. Sus personalidades también difieren en algunos aspectos: Musk admite un error e incluso se disculpa en ocasiones. Trump, no.
Su ética de trabajo tampoco se parece entre sí.
Trump, un hombre de 76 años del distrito neoyorquino de Queens, pasa la mayor parte de su tiempo en su complejo vacacional Mar-a-Lago en Palm Beach, Florida, después de una presidencia notable por la gran cantidad de tiempo que pasó en campos de golf.
Musk, un nativo de Sudáfrica de 51 años que vivió en Canadá durante su juventud, es conocido por trabajar muchas horas y con las manos muy ocupadas, más recientemente en la sede de Twitter en San Francisco.
Pero como desestabilizadores, bien podrían ser gemelos separados al nacer.
“Ambos son de estilo libre”, afirma Dezenhall. “Nunca hay un plan, nunca una estrategia, sólo una colección de tácticas sobre la marcha, algo que les ha funcionado muy bien... Eso no sería el caso para el resto de nosotros”.