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Benedicto XVI, el excardenal que no quería ser papa y que sintió ‘una guillotina’ al ser electo

El expontífice Joseph Ratzinger confesó en una entrevista que a sus 78 años planeaba pasar sus últimos años escribiendo en la ‘paz y tranquilidad’... pero fue electo en 2005 por el Vaticano.

Benedicto XVI contó que cuando fue elegido papa sintió como si le hubieran pasado por la “guillotina”. (Facebook / Fundación Benedicto XVI)

El excardenal Joseph Ratzinger nunca había querido ser papa y a sus 78 años planeaba pasar sus últimos años escribiendo en la “paz y tranquilidad” de su Baviera natal.

En su lugar, se vio obligado a ocupar el puesto del querido San Juan Pablo II en 2005 y dirigir la institución en medio del escándalo de abusos sexuales cometidos por clérigos, al que siguió otro cuando su propio mayordomo robó sus documentos personales y se los entregó a un periodista.

Según contó una vez, cuando fue elegido papa sintió como si le hubieran pasado por la “guillotina”.

Pese a eso, se enfrentó a la labor con la firme intención de reavivar la fe en un mundo que, como lamentaba con frecuencia, parecía creer que podría prescindir de Dios.


“En grandes zonas del mundo hay hoy en día un extraño olvido de Dios”, dijo ante el millón de jóvenes que se congregaron en un campo en su primer viaje al extranjero como papa, a la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, Alemania, en 2005. “Parece como si todo fuese igual incluso sin él”.

Con algunas decisiones clave, a menudo polémicas, trató de recordarle a Europa su herencia cristiana. Y llevó a la Iglesia por una senda conservadora y tradicional que a menudo alienó a los progresistas. Relajó las restricciones a la celebración de la antigua misa en latín y tomó medidas enérgicas contra las monjas americanas, insistiendo en que la Iglesia se mantuviese fiel a su doctrina y tradiciones ante un mundo cambiante. Fue un camino revertido en muchos aspectos por su sucesor, Francisco, quien al priorizar la misericordia sobre la moral alejó a los tradicionalistas que habían sido indulgentes con Benedicto.

Pero el legado de Benedicto XVI quedó marcado de forma irreversible por el estallido a nivel mundial del escándalo de abusos sexuales en 2010, a pesar de que en su etapa como cardenal fue el responsable de que el Vaticano cambiase su enfoque sobre el asunto.

Según los documentos, a pesar de conocer muy bien el problema, la Santa Sede hizo caso omiso durante décadas llegando a desautorizar a obispos que intentaban hacer lo correcto.


Benedicto conocía la magnitud de la situación de primera mano ya que, en su antiguo puesto, en la Congregación para la Doctrina de la Fe que dirigía desde 1982, era el responsable de gestionar los casos de abusos.

De hecho, fue él quien en 2001 tomó la decisión, entonces revolucionaria, de asumir la responsabilidad de procesar esos casos tras percatarse de que obispos de todo el mundo no castigaban a los agresores, sino que se limitaban a cambiarlos de parroquia, donde podrían volver a violar.

Y una vez asumió el papado llevó la contraria a Juan Pablo II al tomar medidas contra el sacerdote pederasta más famoso del siglo XX, Marcial Maciel. Benedicto se hizo cargo de los Legionarios de Cristo, la orden religiosa conservadora de Maciel que su predecesor había considerado un modelo de ortodoxia, después de que se reveló que el fundador había abusado sexualmente de seminaristas y engendrado al menos tres hijos.

Ya retirado, el papa emérito fue señalado en un informe independiente por su trato a cuatro sacerdotes cuando era obispo de Múnich. Negó haber cometido delito alguno a nivel personal pero pidió disculpas por cualquier “falta grave”.

Nacido el 16 de abril de 1927 en Marktl Am Inn, en Baviera, Benedicto escribió en sus memorias que fue alistado en las juventudes nazis en contra de su voluntad en 1941, cuando tenía 14 años y la afiliación era obligatoria. Desertó del ejército alemán en abril de 1945, en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial.

Se ordenó sacerdote junto a su hermano Georg en 1951. Tras pasar varios años enseñando teología en Alemania, fue nombrado obispo de Múnich en 1977, y el papa Pablo VI lo nombró cardenal tres meses después.

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