El mapa se llamaba “Excursión a la playa” y se envió a más de 18 mil miembros de un canal público de Telegram llamado “Caza y Pesca” en portugués.
Pero en lugar de consejos para salidas recreativas al aire libre, los 43 puntos marcados en el mapa de Brasil marcaban las ciudades donde podría encontrarse transporte en autobús hasta la capital para lo que los organizadores prometieron sería una enorme “fiesta” el 8 de enero.
“Los niños y los ancianos no están invitados”, indicaba la publicación difundida en el canal de Telegram, que ha sido eliminada más tarde. “Sólo adultos dispuestos a participar en todos los juegos, incluidos tiro a policías y ladrones, sillas musicales, danzas indígenas, persecuciones y otros”.
La publicación era uno de los mensajes apenas disimulados que circulaban en medios sociales antes del violento ataque del domingo en la capital por parte de seguidores del expresidente Jair Bolsonaro, que trataban de reinstaurar al líder de ultraderecha en el poder.
Ahora también es una posible pista crucial en una incipiente investigación penal sobre cómo se organizó el asalto y cómo las autoridades no vieron pistas de una conspiración que, como el ataque del 6 de enero al Capitolio estadounidense hace dos años, parece haberse organizado y ejecutado a plena vista.
Y como el ataque en Estados Unidos, los disturbios en Brasil demuestran cómo los medios sociales hacen más fácil que nunca que incluso grupos antidemocráticos reúnan seguidores y conviertan los mensajes en internet en acciones fuera de las redes.
En YouTube, las retransmisiones en vivo del caos acumularon miles de vistas antes de que un juez brasileño ordenara a las plataformas de medios sociales que eliminaran ese contenido. También podían encontrarse afirmaciones engañosas sobre las elecciones y el alzamiento en Twitter, Facebook y otras plataformas.
Pero incluso antes del disturbio del domingo, los medios sociales y redes de mensajería privada en Brasil estaban inundadas de convocatorias a un último esfuerzo para revocar la victoria electoral en octubre de Luiz Inácio Lula da Silva, algo que las autoridades parecían haber ignorado o pasado por alto de forma inexplicable.
La mayoría de la conversación en internet se refería al encuentro organizado en la Plaza de los Tres Poderes de Brasilia como la “fiesta Selma”, un juego de palabras con “selva”, un grito de guerra del ejército brasileño.
Se pidió a los participantes que llevaran su propia mascarilla para protegerse de “pastel de pimienta en el rostro”, o el gas lacrimógeno empleado por las fuerzas de seguridad. También se les dijo que vistieran con los colores verde y amarillo de la bandera brasileña, y no del rojo preferido por el Partido de los Trabajadores de Lula.
“Prepárense, invitados, la fiesta será la bomba”, indicó la difundida publicación.
“Estaba todo a la vista”, dijo David Nemer, originario de Brasil y profesor en la Universidad de Virginia experto en medios sociales. “Enumeraron a la gente responsable de los autobuses, con sus nombres completos e información de contacto. No intentaban esconder nada”.
Aun así, no está claro hasta qué punto eran responsables los medios sociales del peor ataque contra la democracia brasileña en décadas. Apenas un puñado de activistas de ultraderecha se presentaron el domingo en terminales de gas y refinerías también marcadas en el mapa de la “Excursión a la playa” como lugares donde manifestarse.
Bruno Fonseca, periodista de Agencia Publica, un medio digital de periodismo de investigación, sigue desde hace años la actividad en internet de grupos afines a Bolsonaro. Los activistas, dijo, viven en un estado de confrontación constante, aunque en ocasiones sus frecuentes llamadas a la movilización tienen poco éxito.
“Resulta difícil saber cuándo algo va a salir de los medios sociales o no”, dijo Fonseca, que en un reporte esta semana rastreó la difusión de las invitaciones a la “Fiesta de Selma” a usuarios que parecían ser bots.
Aun así, señaló, las autoridades podrían haber cruzado la actividad en internet con otras herramientas de recogida de información para investigar, por ejemplo, un aumento en el tráfico de autobuses a la capital antes de los ataques. Su inacción, afirmó, podría reflejar negligencia o un arraigado apoyo a Bolsonaro entre las fuerzas de seguridad.
Una pregunta crucial es por qué, en el día del caos, Anderson Torres, un aliado de Bolsonaro que acababa de ser nombrado máximo responsable de seguridad en Brasilia, estaba según medios en Florida, donde se había retirado su antiguo jefe. Torres fue despedido con rapidez y la Corte Suprema de Brasil ha ordenado su detención pendiente de investigación. Torres niega cualquier infracción y ha dicho que regresará a Brasil y planteará su defensa.
La violencia del domingo se produjo después de un bombardeo de afirmaciones falsas y engañosas en torno a las elecciones del pasado otoño. Buena parte de ese contenido se centraba en preocupaciones infundadas sobre el voto electrónico, y en ocasiones incluía amenazas de represalias violentas si Bolsonaro era derrotado.
Uno de los lemas más populares empleados por los partidarios de Bolsonaro era la etiqueta #BrazilianSpring (primavera brasileña), un término empleado por el exasesor de Trump, Steve Bannon, en las horas posteriores a la derrota de Bolsonaro ante Lula.
“Todos sabíamos que estas elecciones brasileñas iban a ser controvertidas”, dijo Flora Rebello Arduini, directora de campaña con sede en Londres de SumOfUs, una organización sin fines de lucro que monitoreaba el contenido extremista antes y después de los comicios en Brasil. “Las plataformas en medios sociales jugaron un papel vital a la hora de amplificar las voces extremistas de ultraderecha e incluso las llamadas a un alzamiento violento. Si nosotros podemos identificar esta clase de contenido, ellos (las compañías) también. La incompetencia no es una excusa”.
La capital brasileña se preparó el miércoles para la posibilidad de nuevos ataques impulsados por publicaciones en medios sociales, como un mensaje que circulaba en Telegram que pedía una “megaprotesta para retomar el poder”. Pero esas protestas quedaron en nada.
En respuesta a las críticas, voceros de Telegram, YouTube y Facebook dijeron que sus empresas trabajaban para retirar contenido que llamara a más violencia.
“Telegram es una plataforma para la libertad de expresión y una protesta pacífica”, dijo en un comunicado a AP el portavoz de Telegram Remi Vaughn. “Las llamadas a la violencia están prohibidas de forma explícita y docenas de comunidades públicas donde se estaban haciendo esas llamadas han sido bloqueadas en Brasil en la última semana, tanto de forma proactiva de acuerdo a nuestros Términos de Uso como en respuesta a órdenes judiciales”.
Un portavoz de YouTube dijo que la plataforma ha eliminado más de 2 mil 500 canales y más de 10 mil videos asociados a las elecciones en Brasil.
Meta, propietaria de Facebook, Instagram y WhatsApp, ha priorizado los esfuerzos de combatir el contenido dañino sobre las elecciones en Brasil, según dijo un portavoz de la compañía a The Associated Press.