Miles de personas que sobrevivieron a los terremotos que golpearon Turquía y Siria hace una semana se preguntaban qué ocurriría a continuación. Aunque muchos han sido evacuados de la región devastada, otros permanecían en casas maltrechas mientras continuaba la búsqueda de los seres queridos desaparecidos.
Los equipos de rescate sacaron este lunes a una mujer con vida de entre los escombros 174 horas después del primer sismo, aunque los reportes de rescates se volvían cada vez menos frecuentes conforme se alcanzaba el tiempo límite que puede sobrevivir el cuerpo humano sin agua, especialmente en temperaturas bajo cero.
Los sismos de magnitud 7.8 y 7.5 golpearon con nueve horas de diferencia el sureste de Turquía y el norte de Siria el 6 de febrero. Mataron al menos a 35 mil personas, y se esperaba que la cifra subiera de forma considerable al encontrar más cuerpos. Los temblores convirtieron ciudades y pueblos habitadas por millones de personas en fragmentos de concreto y metal retorcido.
Rescatistas desplazados desde Estambul sacaron este lunes a una mujer llamada Naide Umay de un edificio derruido en la afectada ciudad de Antioquía. Antes se había rescatado a una mujer de 40 años de entre los restos de un edificio de cinco plantas en la localidad de Islahiye, en la provincia de Gaziantep, y a otra mujer de 60 años en la población de Besni, en la provincia de Adiyaman
Una semana después de los sismos, muchas personas seguían en la calle sin cobijo. Algunos sobrevivientes aún esperaban ante edificios derruidos a que se recuperaran los cuerpos de sus seres queridos.
En el poblado de Polat, en la provincia de Malatya, a unos 100 kilómetros del epicentro, apenas quedaban casas en pie. Los vecinos trataban de salvar refrigeradores, lavadoras y otros objetos de casas destrozadas.
Zehra Kurukafa, que vive en el pueblo, dijo que no habían llegado carpas suficientes y hasta cuatro familias tenían que compartir las que estaban disponibles.
“Dormimos en el barro, todos juntos con dos, tres, incluso cuatro familias. No hay carpas suficientes”, dijo.
En la ciudad de Adiyaman, Musa Bozkurt, de 25 años, esperaba a un vehículo que le llevara con otras personas a la ciudad de Afyon, en el oeste de Turquía.
“Nos vamos, pero no tenemos ni idea de lo que ocurrirá cuando lleguemos allí”, dijo Bozkurt. “No tenemos objetivo. Incluso si hubiera (un plan), ¿de qué valdría después de esto? Ya no tengo a mi padre ni a mi tío. ¿Qué me queda?”.
Pese a la destrucción, Fuat Ekinci, un campesino de 55 años, tenía reparos a dejar su casa en una zona rural de Adiyaman para ir a Afyon. No tenía los medios de vivir en otro lugar y sus campos requerían atención, explicó.
“Los que tienen los medios se marchan, pero nosotros somos pobres”, dijo. “El gobierno dice, váyase y viva allí un mes o dos. ¿Cómo dejo mi hogar? Mis campos están aquí, este es mi hogar, ¿cómo lo dejo atrás?”.
Voluntarios de toda Turquía se habían movilizado para ayudar a los millones de sobrevivientes, como un grupo de cocineros voluntarios y propietarios de restaurantes que servían comida tradicional como arroz y frijoles y sopa de lentejas para los afectados en el centro de Adiyaman.
Otros voluntarios continuaban con las labores de rescate. Pero las posibilidades de encontrar personas con vida “ya son muy, muy pequeñas”, indicó Eduardo Reinoso Angulo, profesor del Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Reinoso, autor principal de un estudio de 2017 sobre muertes en edificios afectados por terremotos, dijo que las posibilidades de supervivencia de las personas atrapadas caen de forma drástica tras cinco días y son de prácticamente cero tras nueve días, aunque ha habido excepciones.
David Alexander, profesor de planificación y gestión de emergencias en el University College London, se mostró de acuerdo y señaló que la ventana para encontrar a personas vivas entre los escombros está “casi en su final”.
Sin embargo, señaló, las posibilidades tampoco eran muy buenas desde un principio. Muchos de los edificios estaban tan mal construidos que se derrumbaron en piezas muy pequeñas, lo que dejó pocos huecos lo bastante grandes para que sobrevivieran sus habitantes, explicó Alexander.
“Si una estructura de algún tipo se desploma, en general encontramos espacios abiertos en un montón de escombros en los que podemos abrir túneles”, dijo Alexander. “Viendo algunas de esas fotografías de Turquía y de Siria, simplemente no hay esos huecos”.
Las condiciones invernales reducen aún más las opciones. La temperatura en la zona ha caído a 6 grados Celsius bajo cero durante la noche.
“La forma habitual en la que el cuerpo compensa la hipotermia es tiritar, y tiritar requiere muchas calorías”, dijo la doctora Stephanie Lareau, profesora de medicina de emergencia en Virginia Tech. “De modo que si alguien se ve privado de comida durante varios días y expuesto a temperaturas frías, probablemente va a sucumbir más rápido a la hipotermia”.
Muchos en Turquía atribuyeron la devastación generalizada a la construcción defectuosa en Turquía, y las autoridades han empezado a señalar a contratistas supuestamente asociados con edificios que se derrumbaron.
Al menos 131 personas estaban siendo investigadas por su supuesta responsabilidad en la construcción de edificios que no habían soportado los terremotos, según las autoridades.
Turquía ha introducido normas de construcción que cumplen los estándares de ingeniería antisísmica, pero según los expertos esas normas no suelen aplicarse.
En Siria, el subsecretario general de Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios, Martin Griffiths, dijo que la comunidad internacional no ha prestado ayuda.
Los sirios “esperan ayuda internacional que no ha llegado”, afirmó el domingo durante una visita a la frontera entre Turquía y Siria.
“Por ahora hemos fallado a la gente en el noroeste de Siria. Tienen razón al sentirse abandonados”, añadió Griffiths. “Mi deber y nuestra obligación es corregir ese fallo tan rápido como podamos”.
La cifra de muertos en la región noroccidental Siria controlada por rebeldes ha alcanzado las 2 mil 166 personas, según el grupo rescatista Cascos Blancos. La cifra total en Siria se mantenía en 3 mil 553 el sábado, aunque las 1.387 muertes reportadas en zonas bajo control del gobierno no se habían actualizado en varios días. Turquía informó el domingo de 31 mil 643 muertos.
En la capital siria, Damasco, el jefe de la Organización Mundial de la Salud advirtió que las penurias se extenderían en el futuro y describió el desastre como una “tragedia en desarrollo que afecta a millones”.
“Las crisis combinadas del conflicto, el COVID, el cólera, el declive económico y ahora el sismo se han cobrado un coste insoportable”, dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus.