La Ciudad de la Luz está perdiendo su lustre mientras en las aceras de París se acumulaban el martes toneladas de basura en el noveno día de huelga de los recolectores. La creciente suciedad es el signo más visible de la indignación generalizada causada por una propuesta de ley del gobierno de Francia para aumentar en dos años la edad de jubilación.
El maloliente perfume de la comida podrida ha comenzado a escaparse de algunas bolsas de basura y cubos desbordados. Ni el Palacio de Luxemburgo, la sede del Senado ubicado en la orilla izquierda del río Sena, ni, al otro lado de la ciudad, una calle a pocos pasos del Palacio del Elíseo, donde aparentemente se acumulan los desechos de la residencia presidencial, se han librado de la huelga.
Más de 5 mil 600 toneladas de basura se acumulaban en las calles hasta el lunes, provocando las quejas de varios alcaldes de distrito. Algunos de los montones desaparecieron a primera hora del martes con la ayuda de una empresa privada, reportó la televisora BFMTV.
Otras ciudades francesas sufren un problema similar pero el caos en París, el escaparate de Francia, se ha convertido rápidamente en un emblema del descontento de los huelguistas.
Turistas se quejan por el mal olor y bloqueo de la basura
“Es demasiado porque incluso era difícil circular” por algunas calles, dijo Nadiia Turkay, una turista británica de 24 años, tras recorrer la capital francesa. Según dijo, era “molesto, para ser sincera” porque en “calles bonitas ves toda la basura y todo. El olor”.
Sin embargo, Turkay simpatizaba con los trabajadores en huelga e indicó que los inconvenientes eran “por una buena causa”.
Hasta los propios huelguistas, entre los que hay recolectores de basura, barrenderos y trabajadores de las alcantarillas, están preocupados por en qué se está convirtiendo París en su ausencia.
“Me pone enfermo”, señaló Gursel Durnaz, quien lleva nueve días en un piquete. “Hay contenedores en todas partes, cosas por todas partes. La gente no puede pasar. Somos totalmente conscientes”.
Pero, añadió, el presidente, Emmanuel Macron, solo tiene que retirar su plan para retrasar la edad de jubilación “y París estará limpio en tres días”.
Los paros han afectado intermitentemente a otros sectores como el transporte, la energía y los puertos, pero Macron se mantiene firme mientras su gobierno sigue adelante para hacer que la impopular reforma de las pensiones sea aprobada en el parlamento.
El plan elevará la edad de jubilación de los 62 a los 64 años para la mayoría de la gente, y de los 57 a los 59 en el sector de la gestión de residuos.
Quienes trabajan en la recolección de basuras afirman que dos años más es demasiado para el servicio esencial, aunque ignorado, que prestan.
“Lo que hace a Francia girar son los trabajos invisibles (...) desafortunadamente, estamos entre los invisibles”, señaló Jamel Ouchen, que barre las calles de un vecindario elegante de la capital.
Sugirió que los políticos realicen su tarea durante una jornada para aprender de primera mano lo que supone mantener la ciudad limpia. “No durarían ni un día”, vaticinó Ouchen.
La salud es una de las principales preocupaciones en el sector, reconocida oficialmente con una edad de jubilación menor, aunque muchos operarios trabajan más tiempo para aumentar sus pensiones.
A excepción de los trabajadores del alcantarillado, no parece haber estudios a largo plazo que confirmen el reclamo generalizado de una menor esperanza de vida en el sector.
El miércoles habrá mucho en juego, tanto para el gobierno como para los trabajadores disconformes. Los sindicatos organizan su octava jornada de protesta en todo el país desde enero, y la tercera en nueve días, pensada para coincidir con una reunión a puerta cerrada de siete senadores y siete parlamentarios que tratarán de llegar a un consenso sobre el texto de la norma. Si lo logran, la ley regresará a ambas cámaras y será votada el jueves.
Pero no hay nada seguro y el paso del tiempo parece haber alimentado la determinación de quienes mantienen los piquetes.
Durnaz, de 55 años, forma parte de uno en una planta incineradora en el sur de París, una de las tres que dan servicio a la capital y que están bloqueadas desde el 6 de marzo. En este tiempo, solo ha ido dos veces a su casa para ver a su esposa y a sus tres hijos. “Hace frío, llueve y sopla el viento”, dijo. Aunque la propuesta se convierta en ley, “tenemos otras opciones”, apuntó. “Esto no se ha acabado”.