A principios de la década de los 2000, dice la gente del norte de Venezuela, un hombre intentó cultivar y comercializar una especie de coral para decorar acuarios. Se convirtió en un desastre ecológico.
El coral de largos tentáculos y color blanco rosado —Unomia stolonifera— es extremadamente invasivo. Ahora ha colonizado 60 millas de la costa caribeña de Venezuela y aproximadamente 1.2 millones de millas cuadradas del lecho marino en el Parque Nacional Mochima, donde está causando estragos en los hábitats marinos y otras especies de coral.
En el pequeño pueblo de Valle Seco, en el estado de Anzoátegui, el pescador local Celestino Caguana se sentó en un bote un día reciente y reparó a mano los agujeros en una red. Celestino dijo que ha sido pescador toda su vida y nunca ha visto tan pocos peces como ahora.
“En ésta época del año yo podía agarrar pulpos aquí en la orilla, pero ya no”, dijo, debido al Unomia. Cuando sale a pescar tiene que alejarse más, y cada vez tiene que limpiar sus redes para no esparcir el maloliente coral, que puede crecer a partir de fragmentos.
El biólogo marino Juan Pedro Ruiz-Allais es el fundador del Proyecto Unomia, una iniciativa sin fines de lucro para investigar este coral y detener su propagación. Dice que descubrió Unomia en el área de Mochima en 2007 mientras buceaba. Ruiz-Allais se dio cuenta de que estaba cubriendo grandes extensiones de arrecifes a un ritmo acelerado y matando a otros corales.
No fue hasta 2014 que logró clasificar la especie con la ayuda de un colega biólogo marino de la Universidad de Tel Aviv en Israel (Venezuela no contaba con los laboratorios necesarios para procesar las muestras). Hoy se estima que el 80 por ciento de los corales en el área son Unomia, que es nativo del Indo-Pacífico, y solo el 20 por ciento son nativos del Caribe.
Unomia es muy difícil de eliminar. Tiene que ser cortado desde la raíz, y un buzo experto necesita alrededor de una hora por cada 10 pies cuadrados para hacerlo. “Si picas un pescado en dos, está muerto. Si divides Unomia en dos tienes dos, en tres tienes tres y así sucesivamente”, dijo Ruiz-Allais.
Ruiz-Allais dice que la Unomia se disemina principalmente a través de las redes de los pescadores y las anclas de los barcos. Eso podría acelerar su propagación, ya que hay un puerto importante cerca del parque, así como uno de los principales complejos industriales de refinación en la Venezuela productora de petróleo, donde navegan los barcos para transportar crudo.
Mariano Oñoro, coordinador del Proyecto Unomia, dice que la infestación ha provocado una disminución de la actividad pesquera en una región donde muchas personas se alimentan de lo que pueden atrapar. “Es un tema de seguridad alimentaria y actividad económica”, dijo.
Venezuela está pasando por una de las contracciones económicas más profundas de la historia moderna, que incluye años de inflación fuera de control y escasez masiva de alimentos y medicinas. Se ubica como la nación más desnutrida de Sudamérica, con alrededor del 23 por ciento de la población, o 6.5 millones de personas, incapaz de acceder a suficientes comidas, según los datos más recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Trabajando con sus propios fondos, Ruiz-Allais y Oñoro han tratado de mapear el alcance del problema, pero carecían de los recursos para inspeccionar tres de los cuatro estados donde está presente el coral. Les preocupa que Unomia pueda afectar seriamente la biodiversidad del Mar Caribe y dicen que las presentaciones a funcionarios locales se han ignorado.
“Pareciera que a nadie le importa”, dijo Ruiz-Allais, “pero la verdad es que nadie sabe qué hacer”.
Los ministerios de Ecosocialismo e Información y Comunicación de Venezuela no respondieron a una solicitud de comentarios.
Los investigadores académicos están tratando de comprender el fenómeno. La ecologista Estrella Villamizar de la Universidad Central de Venezuela comenzó a estudiar la invasión en 2020 y en febrero inició un proyecto en colaboración con la Universidad de los Andes y el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas.
Villamizar dice que la prioridad es establecer una base sólida de ciencia antes de determinar qué acción debe seguir. El proyecto inicialmente recibió financiamiento de Larkinven, una empresa privada; ahora está financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de Venezuela.
Quince investigadores de las tres instituciones evaluarán la densidad, crecimiento, reproducción y composición química del coral durante al menos un año y medio. Villamizar dice que la invasión no debería extenderse mucho más en ese tiempo.
Los investigadores no se están enfocando en Mochima sino en áreas menos afectadas en el estado Aragua y el refugio Cuare en el estado Falcón. Abordar el alcance del problema en Mochima “requiere mucho más esfuerzo y fondos”, según Villamizar.
Ruiz-Allais creció buceando y nadando entre los peces y los corales nativos de Anzoátegui. Tiene un hijo pequeño al que a veces lleva a bucear, pero hay poca biodiversidad para ver.
“Esto es peor que un derrame petrolero”, dijo. “El petróleo lo puedes limpiar, pero ¿qué haces con esto?”.