Una oleada de viajeros está llegando a Argentina por aire, mar y tierra desde países vecinos para aprovechar una crisis monetaria que hace que todo, desde viajes de esquí hasta almuerzos a base de filetes, resulte una ganga en comparación con los precios en sus lugares de origen.
Los chilenos han cruzado los Andes en masa para volverse locos con los precios en los supermercados, lo que ha obligado a algunos mayoristas de Mendoza, la capital argentina del vino, a fijar horarios para que los extranjeros hagan sus compras. Incluso la ministra de Economía uruguaya, Azucena Arbeleche, reconoció recientemente que el gobierno está perdiendo ingresos por el impuesto sobre las ventas de los ciudadanos que compran al otro lado de la frontera.
En abril y mayo, los dos últimos meses de datos, el número de uruguayos y chilenos que visitaron Argentina se duplicó con creces con respecto al año anterior, aun cuando ya no existían las restricciones de viaje por el COVID.
La enorme brecha entre los múltiples tipos de cambio argentinos subraya el auge del turismo. Mientras que oficialmente un dólar se paga a 268 pesos debido a los estrictos controles del gobierno, a los visitantes que utilizan tarjetas de crédito emitidas en el extranjero se les aplica un tipo de cambio paralelo valorado en casi 500 pesos por dólar. Otros visitantes recurren al mercado negro de Argentina para obtener efectivo cambiando billetes de dólar estadounidense a un tipo de cambio similar al paralelo.
En lo que va del año, el peso argentino ha sido la divisa con peor comportamiento de los mercados emergentes, con una caída de más del 34 por ciento a pesar de la telaraña de controles gubernamentales sobre el tipo de cambio oficial.
Los uruguayos cruzan la frontera los fines de semana largos para disfrutar de cortes de carne baratos y llenar el maletero del coche de productos para el hogar. Resulta 59 por ciento más barato comprar productos básicos en la ciudad fronteriza argentina de Concordia que en el municipio uruguayo al otro lado del río, según una encuesta de la Universidad Católica de Uruguay. De hecho, según datos del Gobierno uruguayo, los turistas nacionales gastaron más de 900 millones de dólares en Argentina en el año que finalizó el 31 de marzo.
Wilson Bueno, funcionario jubilado y escultor, viajó el mes pasado en coche con su mujer desde su casa en la ciudad de Paysandú, en el noroeste de Uruguay, para visitar a unos parientes en Buenos Aires.
“Llenar el tanque en Argentina nos sale más que la mitad”, dijo Bueno, que también visitó Mendoza con un paquete turístico económico este año. “Aquí (Paysandú) pagamos 3 mil pesos uruguayos (80 dólares) y, con mil y poco en Buenos Aires, llenamos el tanque”.
Esquí y compras en Argentina
A pesar del auge de los viajes, el turismo es una pérdida neta de dinero para Argentina, ya que el gasto de sus ciudadanos en el extranjero supera el dinero que los visitantes extranjeros aportan al país.
Esta es una mala noticia para el Gobierno del Presidente Alberto Fernández, que ha adoptado controles de capital cada vez más estrictos para proteger las menguantes reservas de divisas del banco central, incluso a costa de llevar a la economía muy cerca de una recesión.
La agencia de turismo Hiperviajes ha visto cómo el número de uruguayos que reservan viajes a Argentina ha aumentado un 80 por ciento este año en comparación con los niveles prepandemia, ya que los viajeros no solo tienen en mente la capital, Buenos Aires, sino también destinos andinos como Bariloche, El Calafate y Mendoza, dijo el gerente comercial Rodrigo Rosales.
“También hay personas que viajan al exterior una o dos veces al año que ahora agregan un viaje a Argentina”, dijo en una entrevista telefónica. “La diferencia entre comer en Argentina y comer en Uruguay puede ser tres o cuatro veces menor”.
La cantidad de uruguayos que quieren esquiar en Argentina este invierno es tal que la aerolínea chárter Andes Líneas Aéreas inició este mes vuelos directos desde Montevideo a la estación patagónica de Bariloche. Un forfait de adulto para un día en la estación de esquí Catedral de Bariloche cuesta unos 58 dólares en la tarifa paralela. En la estación chilena de Valle Nevado el precio es de 77 dólares.
Marcela Hoffens, laboratorista dental de la ciudad costera chilena de Viña del Mar, pasó dos semanas con su marido planeando cuidadosamente un viaje de compras a Mendoza, al otro lado de la cordillera de los Andes, en mayo.
Gastaron mucho en el supermercado mayorista Oscar David, donde compraron arroz, aceite de cocina y otros productos básicos hasta alcanzar su cuota libre de impuestos de 300 dólares por persona. Hoffens calcula que habrían pagado más del doble por los mismos productos en Chile, donde un cepillo de dientes cuesta lo mismo que siete de estos en Mendoza.
“Las colas en el supermercado eran impresionantes”, dice Hoffens. “Eran muchos chilenos”.