El primer fin de semana del verano trajo un saldo trágico aunque ya conocido para ciudades estadounidenses azotadas por tiroteos: docenas de muertos o heridos en una fiesta en Alabama, un distrito de entretenimiento en Ohio y un supermercado en Arkansas.
Fue el segundo fin de semana seguido en que hubo un brote de violencia armada en Estados Unidos, lo que llevó a muchos alcaldes a pedir ayuda.
En Michigan, un policía fue mortalmente baleado cuando perseguía a un automóvil presuntamente robado, en lo que la agencia calificó de emboscada. En Filadelfia, un policía fue herido de gravedad el sábado 22 de junio al parar un automóvil que llevaba a cuatro personas.
La policía en Montgomery, Alabama, dice que cientos de balas fueron disparadas en una concurrida fiesta la madrugada del domingo 23 de junio, dejando a nueve personas heridas. El jefe policial interino John Hall dijo que los detectives recuperaron más de 350 casquillos de bala.
“Esta violencia sin sentido tiene que parar”, dijo el alcalde de Montgomery Steven Reed, quien añadió que fue un milagro que nadie muriera, y pidió medidas para evitar que las armas de fuego caigan en manos de criminales.
También hubo un tiroteo el domingo en la mañana en la vía principal de un popular distrito de restaurantes y entretenimiento en Columbus, Ohio.
Diez personas resultaron heridas, una en condición crítica, lo que llevó al alcalde a pedir más medidas de las autoridades locales y federales para mantener las armas lejos de las calles y para que los padres vigilen mejor a sus hijos. El alcalde Andrew Ginther dijo que la violencia armada “es una locura, es inaceptable y debe parar”.
La violencia del fin de semana empezó el viernes 21 de junio en un supermercado de Fordyce, Arkansas, donde cuatro personas murieron y otras 11 resultaron heridas, entre ellas el presunto agresor. Los balazos enviaron a compradores y empleados a correr para salvarse. Entre los fallecidos había una mujer de 23 años que acababa de ser mamá por primera vez.